
Miré al asiento de la derecha, al otro lado del pasillo, trepando con los ojos desde el suelo:
Llevaba zapatos naranjas con hebilla, medias verdes -las piernas cruzadas-, falda de ante color siena y la camiseta de un lila muy claro. En sus manos, Ana Karenina, de Leon Tolstoi.
Y ya no me atreví a subir más.
Te perdiste sus ojos. Lo que hace la cobardía...
ReplyDeleteSoy cobarde, sí. Pero esta vez no dejé de mirar por eso.
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