
Después de leerse Las Cartas a Theo, me dijo (recuerdo su voz quebrada, los ojos castaños, enormes, tiritando, a punto de precipitarse como dos lunas al océano):
- No era un loco, ¿verdad, Javier? Dímelo, por favor. Que no estaba loco.
Ya no sé bien qué le respondí.
Fijo que eso es un sucedido en el saloon donde toco el piano los viernes:
ReplyDelete-Mus, monaguillo -dice tirándole ters cartas
-Toma cartas, ateo -le contesta el otro con desprecio, mientras le despacha tres cartones.
Perdón por mi mal chiste, pero es que llego al final de la semana -laboral- agotado...
PD: Menuda castaña de verificación. llevo tres y no entra...o me estoy haciendo muy pesado
La verdad: estaba loco, era raro (afortunadamente para nosotros).
ReplyDeleteAfortunadamente para nosotros.
ReplyDeleteEmociona.
Pero él vivió una vida literaria.