El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Wednesday, December 01, 2010

María




Dedicado a Peter, a quien sé que le gustaba mucho este relato


Llegamos al sitio y me encontré con unos trece niños que no pasaban de los doce años (había uno un poco mayor), la mayoria de ellos de origen hispanoamericano. Enseguida nos hicieron poner una etiqueta adhesiva con nuestro nombre (siempre que te metes en alguna actividad con mucha gente aquí, te hacen poner esos adhesivos). Luego, Gil, que era el que organizaba todas las actividades, dirigió el calentamiento previo, que consistía en hacer un poco el payaso (yo al principio sólo miraba porque me daba mucha vergüenza hacer el payaso delante de tanto crío, pero luego me dijo que yo tambien calentara, para fomentar un poquito la disciplina en los chavales). A continuación nos fuimos a la pista de patinaje (sobre ruedas). Si vieras a todos los críos calzándose los patines…

Había algunos que sabían, pero la mayoría no tenía ni idea. Yo tampoco y no quise ponérmelos. Me dediqué a ayudar a aquellos que no sabían. Me partí el bazo con ellos. Yo iba con un canijo que se llamaba Christian, al que apenas le entendía lo que me decía. No hacía más que caerse y yo muerto de risa. Al final se cansó, se quitó los patines y me pedía dinero para montarse en un caballito o para jugar a las máquinas.

Luego estuve con una niña, María, que aprendió enseguida a patinar aunque yo la agarraba de la mano para que no se cayera. Pronto cogió confianza y me confesó: te voy a decir un secreto, pero no se lo digas a
nadie. Hoy es mi cumpleaños. Todos mis amigos se han olvidado. Me dio muchísima pena y tuve que romper el secreto y decírselo a todos, mientras la niña se tapaba los ojos, como cuando uno no quiere ver lo que se le viene encima. Afortunadamente no se enfadó conmigo por revelar su secreto.

Luego estuve con un niño más anglosajón que hablaba como si fuera un tío de cuarenta años: Yo no sé patinar, pero si no lo intento, nunca lo conseguiré, por tanto debo intentar. Me quedé a cuadros cuando se lo oí. Yo, que ni siquiera me había atrevido a poner los patines.


El relato forma parte de los correos que Allendegui escribió desde Atlanta (USA), en 1997. La foto, de aquí.