No tengais miedo
Se cumplen dos años de la muerte de Juan Pablo II. Sería fácil derivar a un sentimentalismo exaltado, recordando decenas de imágenes catódicas grabadas en la memoria durante más de veinte años. Pero no quiero quedarme en eso.
Su vida fue absolutamente real y sufrió las realidades más terribles de un mundo, el del siglo pasado, que parecía girar a la velocidad de la luz.
Su amor incondicional y confianza en el ser humano no eran un don gratuito, charlatanería o una pose papal. Creía en la absoluta dignidad del individuo único e irrepetible; en la verdadera libertad, también en la justicia, el respeto y la paz. Y esto no eximía a nadie del propio sufrimiento, pero sí podía aliviar el de otros.
Sus palabras no querían quedarse en el aire, debían ser. Por eso exigían acción, compromiso y autenticidad.
En la carta a los artistas escribió:
No todos están llamados a ser artistas en el sentido específico de la palabra. Sin embargo, según la expresión del Génesis, a cada hombre se le confía la tarea de ser artífice de la propia vida; en cierto modo, debe hacer de ella una obra de arte, una obra maestra.
Su vida, su amor, sus palabras nos recuerdan que el ser humano ha nacido para cosas grandes. Cristianos y no cristianos. Tenemos una buena historia y un papel.
Y aquí, unas palabras que me gustaron mucho. Qué cosas más raras decía:
Quizás a vosotros no se os pedirá la sangre, pero sí ciertamente la fidelidad a Cristo. Una fidelidad que se ha de vivir en las situaciones de cada día. Estoy pensando en los novios y su dificultad de vivir, en el mundo de hoy, la pureza antes del matrimonio. Pienso también en los matrimonios jóvenes y en las pruebas a las que se expone su compromiso de mutua fidelidad. Pienso, asimismo, en las relaciones entre amigos y en la tentación de deslealtad que puede darse entre ellos.
Estoy pensando también en el que ha empezado un camino de especial consagración y en las dificultades que a veces tiene que afrontar para perseverar en su entrega a Dios y a los hermanos. Me refiero igualmente al que quiere vivir unas relaciones de solidaridad y de amor en un mundo donde únicamente parece valer la lógica del provecho y del interés personal o de grupo.
Así mismo, pienso en el que trabaja por la paz y ve nacer y estallar nuevos focos de guerra en diversas partes del mundo; también en quien actúa en favor de la libertad del hombre y lo ve aún esclavo de sí mismo y de los demás; pienso en el que lucha por el amor y el respeto a la vida humana y ha de asistir frecuentemente a atentados contra la misma y contra el respeto que se le debe.
Queridos jóvenes, ¿es difícil creer en un mundo así? En el año 2000, ¿es difícil creer? Sí, es difícil. No hay que ocultarlo. Es difícil, pero con la ayuda de la gracia es posible.
J.P II a los jóvenes. Tor Vergata, 2000.
P.D: Uy.