
De pequeños, cuando no conseguíamos dormir, Alberto y yo jugábamos a las palabras encadenadas. Uníamos la última sílaba y siempre empezábamos de la misma forma: Café-feo- ona- nabucodonosorcito- tosferina- nanduque- queso- soquisón… y a partir de ahí ya cambiábamos. No importaba demasiado que las palabras no existiesen, cuando surgían, les encontrábamos definición. Valían si colaban.
¡Dromodario!
ReplyDeleteEn definitiva, como todo en la vida. Si cuela...Y si no, que se lo digan al gobierno.
ReplyDeleteYo solía jugar algo parecido... me hiciste recordar algo, perono del todo :P
ReplyDeleteMejor dejo saludos!
¡Mi hermano y yo siempre acabábamos diciendo Nabucodonosor!
ReplyDelete