
Escalé hasta lo alto de la torre Eifeel. Miré hacia abajo para ver París, miré bien, a través de la verja. Decepción. Nada. Aquella ciudad parecía París, sí: el Sena, Los Inválidos, edificios blancos, tejados de pizarra, incluso -al fondo-, El Sacré Coeur. Y la bruma.
Pero lo que yo amaba de París estaba bajo mis pies.
No supe darme cuenta. No quise darme cuenta.
Ya nunca más París.
Volverá París.
ReplyDeleteEs que París hay que verlo con alguien que sepa y te enseñe las esquinas y no te lleve al primer piso de la Tour Eiffel, mon ami..
ReplyDeleteO sea, que no viajaste en el metro...
ReplyDeleteViajé en el metro, pero no era el metro. Tampoco las plantillas devorolor, amadas -eso sí- por quienes convivían conmigo.
ReplyDeleteA mi me encantó PARIS, volví enamorada de la ciudad del amor.
ReplyDeleteHe vuelto, pero creo que parte de mí todavía sigue allí. Respirando de aquel aire impregnado de arte a orillas del sena.
Mi alma todavía vaga por las calles de esa preciosa ciudad, creo que se quedó atrapada en MONTMARTRE y no volverá jamás.
Noooo, Leire. Que necesitamos tu alma loca por aquí, ¡Qué vuelva ya!
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