
Nos despedíamos como sin querer, bajando la voz de puro sueño, hablando cada vez más despacio, estirando el tiempo de las pausas. Yo hablaba desde mi cama, claro:
- Estoy mirando a la naranja de Valencia. Está un poquito desmejorada y ha oscurecido, ahora se camufla en la madera del armario…
- Pero anda, tira ya eso, por favor, hazme el favor ...
- No puedo. Ni hablar.
- ¿Pero... qué sentido tiene, a ver?
- Me cuida.
- ¿Que te cuida? Tu tienes una piedra en la cabeza...
- ... pesejem...
- Eres como los niños, ¿no?, que se inventan amigos imaginarios que les hagan caso.
- Hmmm... vaya, lo mismo dice la naranja.
Me encanta lo de la naranja, en serio. Pero ¿acaso no podrías cambiarla por una nueva? Cada vez que oigo o leo sobre la naranja me da aprensión...
ReplyDeletela amiga perecedera......pero como nos gustan los culebrones.... (imagina mientras lees esto, que te estoy pellizcando el papo)
ReplyDeleteLa naranja es insustituible, aunque envejezca.
ReplyDeleteLo del papo duele con pensarlo.
Que la naranja se busque un amigo imaginario que es un limón que se pone pocho es humor ácido de senectud, ¿no?
ReplyDelete¿Que pensará Tintoretto de todo esto?
Dentro de poco saldrá el gusanito..Eso es lo que quiere javi...criar...jajjajaj
ReplyDelete