
Paseaban por el parque sin rumbo; un hilo de luz en el horizonte separaba la tarde de la noche. Retrepando el cielo, sobre los edificios, la luna amarilla y gordota:
El: Esa luna llena.
Ella: Casi. Mañana.
Una madre, con silleta y séquito de niños, venían de frente. No pasaba ninguno de los cuatro años:
Niño: Mira, mamá, la luna llena
Niña: Luna llena, luna llena
El más pequeño, desde la silleta, que también señalaba.
Madre: Todavía no, mañana.
El repitió para sí, luna llena, luna llena. Y añadió, como los niños.
Unas semanas antes tomó unas cervezas con M. Recordó cinco vasos de tubo sobre la mesa y cómo los agrupó, con las palmas de las manos, en fila india:
- ¿Has visto? una conga. Pena que les falten los bracitos.
- Joana hace lo mismo con las tazas del desayuno, pero dice que es el tren chu-chu.
- Pe... pero la conga es más... orgánica... que...
- ... tiene dos años...
- ...
- ...
- ... nos llevaríamos bien...
Yo también me llevaría con Joanna.
ReplyDeleteun dato, la nena preciosa con la que seguro te llevarías muy bien, se llama Joana (con una sola n).
ReplyDeleteGracias Ramiro, empiezas a ser imprescindible.
ReplyDeleteEso mismo es lo que dicen todas.
ReplyDeleteEra CASI llena
ReplyDeleteCasi.
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