
Braulio tenía cara de oruga, cabello estropajoso y mirada de sapo a la virulé; manos gordezuelas, siempre sudorosas. El límite de su inteligencia rozaba el de un guisante y, más que voz, emitía pequeños graznidos, cric. Pero no había en toda la ciudad muchacha que se resistiese a sus andares gallináceos.
La ilustración es de Oscar Llorens.
tus andares..ay niño, ay aire, vete tus andares...
ReplyDeleteSiempre para alguien somos lo más. Eso me pasa a mi con Sanz, por ejemplo.
Seguro que tenía una buena imagen de marca y una buena estrategia de Marketing...
ReplyDeleteUn saludo
Ese no sé qué, que qué sé yo que nos vuelve locas.Los andares... Sé de una que suspira por uno con andares de pistolero...
ReplyDeletetotalmete de acuerdo contigo, j.