Garrapateó, en el papel pautado del cigarrillo, las notas de una sinfonía que se consumió, áfona, en el fulgor anaranjado del tabaco. Luego se quedó observando los jirones de humo azul en el aire, un instante, hasta que desaparecieron por la rendija de la claraboya. Recogió la ceniza de la mesa con la palma de la mano y la introdujo en un sobre con solapa de cierre de pico. Lo fechó a pulso con la pluma de tinta escarlata, escribió el remite y lo guardó, como cada mañana, en el tercer cajón del escritorio.
javi!!!
ReplyDelete¿que hago?
ala... me gustaria poder oir esa sinfonia... o los restos...
ReplyDeleteMe gusta mucho esta entrada!.
Cuánto misterio... me gusta!
ReplyDeleteQué bien escrito, Javi. Para -no- variar. Lo he repasado varias veces: su lectura esconde una melodía.
ReplyDeleteLo poco que me me gustan los cigarrillos y lo mucho que me gusta leerlos.
ReplyDeleteMe encanta la idea de la sinfonía que desaparece.
Eres genial.