
El señor de los Anillos. Emerge, de un pandemónium de fuego y humo, Mordor. Papá, ensimismado, que se inclina en la butaca y señala aquello como si estuviese aquí mismo, en el cuarto de estar, y no atrapado en la pantalla del televisor. Sale de sus pensamientos e intenta retomar el hilo de la película:
- Esa... es la casita de los malos, ¿no?
Se acabaron la Tierra Media, Tolkien, el anillo, los Bolsón, Jackson, demás Hobbits, Golum, Gandalf y la madre que los parió a todos. Al cuerno.
Prefiero mirarle a él, que retoma su posición de origen, acurrucado en la butaca y entrelazando los dedos de las manos sobre el pecho. Un genio de ojos límpidos, la casita de los malos. El universo se vuelve un hogar cálido y benevolente, sin fisuras.
Vuelvo al televisor, pero sólo puedo imaginarme ya al gruñoncete de Sauron preparando una barbacoa con piñata en el jardín de su casita. Para sus amigos.
Pobrecillo Sauron. Todo su imponente poder arrebatado de un plumazo... Casi da lástima.
ReplyDeleteDale uchs recuerdos y un abrazo muy grande, por faor.
ReplyDeleteES lo que tienen los padres. A veces inspiran ternura.
ReplyDeleteMuy bonito.
Y qué sería de nosotros sin los papás... Que nos enseñan a no tener miedo a los malos y a nada. Otra cosa es lo que aprendemos...
ReplyDeleteGrandioso.
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