Candados
1
Miguel ha candado el viejo PowerBook G4 -tiene cuatro años- al cabezal de la cama de Alberto. Es ingeniero informático y los ordenadores son criaturas vivas. Me dice, con razón, que no quiere que le llene el teclado de ceniza, que por eso ha puesto el Mac en la habitación de Alberto. Porque allí no puedes fumar, concluye.
Alberto corrige su tesis y pasa los Sanfermines encerrado en el cuarto, frente a su portátil y bajo la luz macilenta del flexo. Así que, cuando escribo, estamos juntos.
Le veo desesperarse, es cierto, pero también reímos mucho. Nos ayudamos resolviendo dudas ortográficas de todo pelaje, a veces absurdas -cuanto más se lee una palabra, esta se vuelve más misteriosa-:
¿Habezes?
No, hombre, A- VECES.
¡Concho!
2
También aquí leo a Bolaño:
Ahora tu cuerpo es sacudido por
pesadillas. Ya no eres
el mismo: el que amó,
que se arriesgó.
Ya no eres el mismo, aunque
tal vez mañana todo se desvanezca
como un mal sueño y empieces de nuevo.
Y el sudor, el frío,
los detectives erráticos,
sean como un sueño.
No te desanimes.
Ahora tiemblas, pero tal vez
mañana todo empiece de nuevo.
Alberto, en cambio, prefiere releer algún poema de Rubén Darío:
¡Oh terremoto mental!
Yo sentí un día en mi cráneo
como el caer subitáneo
de una Babel de cristal.
De Pascal miré al abismo,
y vi lo que pudo ver
cuando sintió Baudelaire
«el ala del idiotismo».
Hay, no obstante, que ser fuerte:
pasar todo precipicio
y ser vencedor del Vicio,
de la Locura y la Muerte.
3
Miro a mi hermano; sigue enfrascado en la tesis.
Miro el extremo del candado; sigue anclado en la cama.
Salgo a fumar.
3 Comments:
Además de criaturas vivas, los mac son muy coquetos.
Dale ánimos a tu hermano con su tesis de mi parte.
Le he dado. Gracias, sintomático.
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