Buena voluntad
Cuando vio a lo lejos los puestos sabía que la encontraría husmeando en alguno de ellos y no en el punto donde habían quedado. La satisfacción al comprobar que seguía conociéndola.
Se abrazaron. Ella -abrigo rojo, bufanda blanca- rió arrastrando un suspiro entrecortado de alegría mal disimulada, venga, ya, ya, eh, ya. Bueno. Guardó las pastas recién compradas en el bolso negro. Son artesanales. Él le sujetaba el paraguas, ¿Qué te apetece comer? Hay por aquí un sitio cerca.
Mesa para dos, tomaron asiento.
Gestos de buena voluntad:
Ella había venido a verle, él se afeitó (no entiendo cómo puedes llegar a ser tan dejado); eligieron vino -por él-, blanco -por ella-; hablaron sin removerse, ella pidió tarta de queso para los dos, pagaron a medias. Ambos llevaban chaleco:
Llevas chaleco.
Es el de siempre.
Yo también.
Ya lo veo. Me gusta.
Es de la tienda. La blusa también.
Miró su dedo meñique al coger el vaso. La felicidad es extraña, breve, posible.
(La fotografía es de Aurresku)
3 Comments:
jajajja.
Y después de tanta moralina para aguantar el frio que mejor que agarrarse a la botella de ron miel:
http://www.youtube.com/watch?v=VR6FK9WiV34&feature=related
desde Burlata dando la lata radio patata
gartxot
"La felicidad es extraña, breve, posible."
Es genial!
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