El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Monday, November 12, 2007

La Loba



Quedaba todavía un cuarto de hora para la llegada del último metro en la estación de Sol. Pero eso, que era el último, no lo sabíamos. Se había hecho ya muy tarde y teníamos sueño y cansancio y ganas de llegar a casa. La noche había estado bien, muy bien, con las desternillantes historias de Enrique y el exotismo cálido de Eva, uruguaya y compañera de Gonzalo en la Universidad de Montevideo. Pero se había hecho ya muy tarde.
Por eso, Bea se recostó en uno de los bancos azules, al lado de (y a pesar de) un hombre mayor que observaba embriagado y atónito la pantalla de plasma mientras se frotaba con las manos las rodillas y entornaba la cabeza enarcando las cejas; abriendo y cerrando sus ojillos de liebre. Gonzalo y yo también mirábamos la pantalla:

…regalamos dos entradas para asistir a la gala de premios de la MTV en LA…


Gonzalo alargó un bostezo animal, dejando caer con fuerza los brazos y alguna lágrima vacía mientras meneaba la boca abierta; a mi se me escurrió sólo un vaya mierda. O algo parecido.

El señor con las manos en las rodillas se giró:

Me alegra que esté de acuerdo conmigo.

Bueno, yo sólo había dicho, vaya mierda.

Me alegra saber que está de acuerdo.


Algo en ese hombre, pensé. Pero no me dio tiempo a decir nada porque siguió hablando:

El cine, ahora, no es como antes. Lo que fue ya no es; aquello si que era, no esto de ahora. Esto no.


Algo en ese hombre, pensé. Algo. Pero no supe decir qué. Sólo asentí.

Era uno de esos hombres a los que ya no les afectan los sablazos del tiempo; envejecieron un día, hace años, un día y, desde entonces, sus rasgos permanecen inalterables. Quiero decir que podría tener setenta y pico años, ochenta y muchos, o noventa y tantos. La cara parecía de trapo y jugaba con gestos de guiñol en sus manos huesudas; la mirada cobriza surcaba parábolas en el aire; de vez en cuando, chasqueaba los labios y volvía a guiñar los ojos y a enarcar luego las cejas.
No tenía aspecto de borracho, ni voz de borracho, ni gestos de borracho; sólo un pequeño collar con flores de plástico y un extraño brazalete para la tensión.

Me alegra que usted, joven, esté de acuerdo conmigo. Ahora, en mi humilde opinión, las películas no dicen nada. Sólo a veces, muy pocas veces; pero pocas, muy pocas. Generalmente son malísimas, insustanciales. Todo son escenas de cama, tiros, nada, efectos especiales. No dicen nada, una pena. Antes sí. Antes era diferente, hablaban de cosas, de la vida, de cosas importantes. Yo iba al cine, de niño y cuando era joven y después también. Era barato ¿diez céntimos? y no había nada mejor que hacer, era eso o andar por la calle, y yo iba todos los días, por la tarde, muchas tardes. Entonces estaba lo de la censura, los besos, un beso. Lo cortaban todo y sólo eran besos pero los cortaban todos. A veces se les pasaba. Pero las películas de entonces decían cosas importantes y ahora. Ahora es diferente. Me alegra que piense como yo.



Sólo dije y asentí otra vez, levemente, cabeceando un poco. Le miraba. Algo en ese hombre.


Y el glamour. Aquello si que era glamour. Las mujeres de entonces: todo personalidad y muy elegantes, damas de verdad; eso si que eran mujeres de bandera: Rita Hybourg, Barbara StanwyckShirley Temple, ehhh… Deborah Kerr, Greta Garbo, ah, Marlene Dietrich, Ginger Rogers, Joan CrawfordVivien Leigh

Bea y Gonzalo no parecían tener demasiadas ganas de hablar, o eso me pareció. Se miraron un segundo y luego me sonrieron los dos, dejándome el turno que había quedado desierto:

A mi… me gusta Ingrid Bergman. Bueno, me gustaba. Mis amigos no podían entenderlo, no podían entender que me gustase una mujer en blanco y negro. A mi me daba igual, decían que era raro. Yo. Eeeh y Katharine Hepburn. Ella si… todo un carácter … y se la veía simpática, pura vitalidad. Una mujer… de verdad. Una actriz…


No me dejó decir mucho más:

Pero yo estaba enamorado de Bette Davis.

Y comprendí todo: cada gesto de las manos; la mirada entornada al aire, las cejas, los chasquidos con la boca; las pupilas de miel y ceniza. Y me quedé mirándole, le miraba como aquel que se ve en un espejo. Me quedé mirándole como miraba a mi abuela a los pies de su cama, hablándome de aquellas viejas películas que veía de joven, aquellas películas de Bette Davis.

Bette Davis

¿Conoces también a la Davis?

Ahora estaba sólo con él, a pesar de Bea, a pesar de Gonzalo; y más sólo por su presencia que por su ausencia. Eran, pero ya no estaban.
Supongo que mi silencio atolondrado le pareció un sí:

¡Qué ojos! ¿Verdad? Esa mirada. Toda maldad, toda arrogancia. Y belleza.

Silencio:

¿Has visto La Loba, de William Wyler? Para mi es la mejor. El título original es The Little Foxes.
No le importaba mi respuesta. Sabía que no la había visto. Lo sabía perfectamente pero respondí lo que él quería:

No, esa no la he visto.


Mira, mira, confía en mi. En cuanto puedas, coge el DVD en el videoclub. Y cuando la veas te acordarás de mi. Te gustará.

Quizá no esté en ningún videoclub, quizá no la vea nunca, ¿De qué va?

Supongo que también esperaba que yo dijese eso. Supongo que sabía que iba a decir precisamente eso.

Está inspirada en una obra de teatro de Lillian Hellman que, a su vez, se inspira en una parábola del evangelio, la de la raposa. Ahora vuelven los chasquidos que, de una forma extraña le hacen también brillar los ojos, ya de liebre, ya de miel y ceniza. Es una historia de, de corrupción, una historia de… avaricia, si. Se mezclan historias, es, bueno, al final Bette Davis se queda sola. Todos la abandonan. Muere sola. Ella envenena a su marido y. Bueno, toda la frialdad de la mujer… muy perversa, no tiene remordimientos. Y su veneno es la avaricia. El peor de los venenos.


En ese momento sonó el pitido del metro en la estación. Me fui, sin tiempo para decir adiós, con Bea y Gonzalo. A lo lejos, la imagen recortada entre la multitud de uno de esos hombres a los que no les afectan los sablazos del tiempo. La imagen recortada de mi abuela lanzándome un beso con la mano.


-La Loba, J. (2005)-

14 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Esas conversaciones noctambulas y semiebrias suelen ser las más profundas alas que puede acceder el ser humano. Y ante ello, me mantendré en Silencio.

1:52 AM  
Anonymous Anonymous said...

Yo insistiré siempre en que aquel hombre lo que quería era ligar contigo. Aunque no lo quieras ver.

2:15 AM  
Blogger mòmo said...

¡Qué retrato, J.!

2:21 AM  
Anonymous Anonymous said...

te hace una caña para llegar a ese nivel de discernimiento Silencioso?

2:29 AM  
Blogger J. said...

Sea cerveza. Pero entre semana, aslgo a eso de las nueve...

4:07 AM  
Anonymous Anonymous said...

lo se, tu da toque y si quieres en burlada...

4:13 AM  
Anonymous Anonymous said...

Cena de letras este viernes en Casa Paco a las 22 horas zulú. Puede que echemos unas cañas antes. O quizá no. Pienso... Están invitados pintores, panteras, apoxios, futbolistas, muzzys,tresbolillos, bufones, topos, goñis, escaladores, pedorros, historiadores y comunistas. Ah, también los denostados calamares.

6:38 AM  
Blogger María said...

una vez iba por la calle y un viejillo me dijo que me parecía a su nieta, que no veía porque vivía en Uruguay. Era tarde y yo había quedado a cenar, le sonreíi y punto. Me cogió del brazo para frenar mi escapada y me preguntó si me podía componer una poesia... no supe decirle que no. Llegué tarde a la cena...

7:21 AM  
Anonymous Anonymous said...

Así que toy invitado Bufon?
Silencio historiador

8:40 AM  
Anonymous Anonymous said...

quienes son los denostados calamares?

8:41 AM  
Blogger J. said...

La versión de nomeacuerdo es interesante. Y es verdad: no lo quise ver.

1:08 PM  
Blogger J. said...

Buena historia, Maria. Tengo otra parecida a medio escribir. Fue muy rara.

1:09 PM  
Blogger Vida said...

Me encantaría hacer una foto de ese momento.

1:51 PM  
Blogger Marc Roig Tió said...

Lo que esconde el metro de Madrid sólo está al alcance de los que de verdad lo quieran descubrir.

12:14 AM  

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