El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Wednesday, March 26, 2008

Nada de hijos, de momento/Nouvelle


De momento, mal. Jamás he plantado un árbol -sí lentejas, en una tarrina de yogurt Yoplait con algodón, y garbanzos en vaso duralex, todavía tengo el hedor varado en la garganta, que tuve que arrojar por la taza del water. Todos los garbanzos, fétidas cabecitas de pinochos idénticas, al garete-. Hijos, que yo sepa tampoco. Esa es la gracia, que yo sepa, un cliché humorístico personal: no tengo hijos, que yo sepa. Pero sí que sé y no. No, no. En cuanto al libro, bueno, ya dije que empecé a escribir una novela que naufragó como las falsas sonrisas a la gracia, mi gracia cliché, que yo sepa, no tengo hijos, que yo sepa. Y también dije que rescaté, a diferencia de los garbanzos, las primeras páginas de esa novela naufraga del disco duro del IMac. La novela no tiene título, igual que yo no tengo hijo. Y no pienso inventarlo ahora. Nada de hijos, de momento.


CAPÍTULO I

Cinco días. Sólo cinco días. Cinco días. Cinco días. Mi corazón es una bomba lapa, dijo el médico. Lo dijo así, Tu corazón es una bomba lapa. Y me hizo un dibujo, mira, así. Me lo explicó todo con calma y palabras muy sencillas; como si se tratase de un cuento infantil y no de mi corazón, apunto de estallar; como si ese corazón no fuese yo. Una bomba lapa. Yo no dije nada, no supe decir nada ni preguntar nada mientras leía sus labios y sentía su voz como un silbido agudísimo; un viento glaciar que penetraba mis oídos hasta perforarme el cerebro; y luego bajaba, tan frío, por la garganta y atravesaba primero los brazos, luego las manos y los dedos hasta llegar, por fin, a las yemas y quedarse ahí, palpitando. Tan frío. Un caso entre un millón, eso dijo. Después, debí derrumbarme porque su gesto cambió, toma, y me dio una pastilla y un vaso de agua. No recuerdo mucho más, sólo que giré el portarretratos que tenía sobre la mesa, ¿Quién es?, Malena, ¿Su mujer?, no.

La muerte súbita es demoledora: todo está bien y de repente. Pero resulta más aterradora, quizás, la certidumbre de un final próximo. Irónico: una certeza te arrastra a la incertidumbre absoluta, a miles de preguntas que jamás uno se había planteado. Cuestiones que antes me parecían abstractas y muy lejanas porque, bueno, a mi eso –pensaba, claro- no me puede pasar. A mi. Pero me pasa, sí. Me está pasando.

El azar, a veces, se transforma en un bufón cruel. O en uno más de esos cómicos de monólogo que se dedican a humillar al público; eligen a un espectador, al más débil, y lo destrozan en pocos minutos, ahí mismo, con el más cruel de los ingenios. Ese azar me llevó al cine, dos semanas antes del chequeo. He de decir que yo sólo iba al cine muy de vez en cuando y siempre y sólo para no pensar. Me gustaban las comedias románticas, las de Tom Hanks y Meg Ryan, sobretodo, Tienes un E-mail. Esas cosas. No me avergüenzo de ello; sólo buscaba finales felices y algo de amor, aunque no fuese mío ni lo fuera realmente.
Pero aquella tarde me detuve frente a la cartelera: Mi vida sin mi. Y me quedé ahí de pie, bajo una lluvia torrencial, estudiando el rostro de Sarah Polley: los ojos azules, casi grises, de alguien a quien había querido querer, durante mucho tiempo, hace muchos años: la viva imagen de la mujer que podría ser ahora, o la que yo querría que fuese ahora. Mi vida sin mi, leí en voz alta. Y entré en el cine.
Creo que hasta entonces nunca había llorado en una sala; quiero decir que aquel día me descompuse en un llanto absoluto y desgarrado, en la inmensa oscuridad del último fundido a negro. Desperté así, como en sueños, arañando los brazos de la butaca, y repitiendo en voz baja una letanía desesperada: quiérele a él, por favor, quiérele a él, por favor, quiérele a él.

Hoy estoy a las puertas de una vida sin mí. Mi vida, simplemente, ya no será. No quedará nada, absolutamente nada. Nada. No seré. Simplemente.


Ahora miro atrás, primero miro atrás. Miro atrás y no quiero hacer una lista de cosas que no he hecho porque ya no puedo hacerlas. Miro atrás y veo que lo que fue ya pasó. Veo mis errores como algo pequeño y perdonable. Yo mismo me perdono: te perdono, me digo, no pasa nada: te perdono. No quiero hacer ninguna lista. Porque no puedo volver atrás.

6 Comments:

Blogger Itziar said...

J.! Corre!!! coge tus bártulos, peinate y vamos que nos vamos!

- "FIUUUUUU!!! Taaxiii!!! a la imprenta de Villatuerta! y rápido!-

P.s.: me firmarás con permanente en la portada, a que sí?

12:04 AM  
Anonymous Anonymous said...

que yo sepa
cinco días
miro atrás...

martin

3:03 AM  
Blogger Néstor said...

Bien, vale, hay que perfilarlo y darle consistencia y un armazón claro y lleva tiempo -mucho tiempo, seguro, que no tienes-, pero creo que vale la pena.
Y no soy de mucho adular.

10:09 AM  
Blogger eresfea said...

Sólo faltan 149 páginas. ¿Qué es eso comparado con el amor de una madre? Una minucia.
Abrazo.

1:35 PM  
Blogger J. said...

Jajaja. Ya dije que naufrago. En el mismo puerto de partida...

1:59 PM  
Blogger am said...

¿Y qué sigue?

4:01 PM  

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