Encuentros
Jose y yo abandonamos la inauguración, medio trastornados por el vino y el exceso de arte, para fumarnos un cigarro tranquilos mientras esperábamos a Iker y Amaia en uno de los bancos que hay frente a la Sala de Armas. Poco a poco, se fue formando un corro de artistas, familiares y amigos alrededor de nosotros, pues en este tipo de eventos, al final, siempre coincidimos los mismos. Una chica con abrigo azul de paño, morena y de ojos claros se sentó a mi lado y comenzó a hablarme como si llevásemos allí toda la vida:
- Los videos, sabes, no tenían nada que ver unos con otros... es como si esperas un plato de espaguetis y te plantan en medio... una morcilla.
- Una morcilla.
- Bueno, no ha sido un buen ejemplo.
- Oh, sí. Sí. Claro que sí. Te entiendo... tal y como estaba dispuesto resultaba caótico. Lo sé. Soy uno de los organizadores.
- ¿En serio?
- No, tranquila. Era broma.
- Bien.
- ¿Tú también eres artista?
- Ah, no. No. Me llamo Izarne. Soy su hermana.
Y señaló a Harri.
Me quedé mirándola desconcertado y un fogonazo me arrastró en el tiempo a la última vez que nos vimos, en casa, en mi fiesta de cumpleaños. No le dije nada; en la cabeza, como viejos piratas de Playmobil, Alfredo Le Pera y la voz de Gardel:
que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada.
Habían pasado veintitrés.
(La imagen es e Kumi Yamashita)
4 Comments:
La morcilla es siempre un elemento de comparación la mar de socorrido. Sirve para -casi- todo.
ay jotín...qué son 23 años? pss, calderilla. Y por cierto...esa noche hubo más encuentros, no? No fue mucho mejor nuestro encuentro? También fue en un banco. No había pasado tanto tiempo pero...
bettyboop
Esta versión, mucho mejor que la primera.
Buf... Veintitrés...
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