Paronniquio
La vida penetraba en él por sí misma, como una dueña despótica: él no la llamaba y sin embargo entraba en su cuerpo, en su cerebro, penetraba como los versos, como la inspiración. Desde fuera. Seis años, he calculado mientras tomaba a sorbos el primer café de la mañana. El niño dibujaba concentrado en el bloc, recostando el tronco sobre la mesa blanca y la cabeza apoyada en el brazo izquierdo. Raro verse así, desde fuera y lejos en el tiempo. Y el sentido de esa palabra se abrió ante él por primera vez en toda su plenitud. Los versos eran la fuerza de la que él vivía. Así era. No vivía gracias a los versos sino de los versos. A ratos se enderezaba con mueca de silbido sordo en los labios, sin dejar de dibujar, y con la uña del corazón arrancaba los pellejos del paronniquio interior del pulgar. Ahora se hacía tan evidente, tan perceptiblemente claro que la inspiración no era otra cosa que la vida. Antes de morir le fue dado saber que la vida era inspiración, precisamente esto: inspiración. Y tan flaquito. Me acerqué para ver la obra de aquel niño raro: sobre el papel de acuarela el garabato de un rostro, el suyo, con una frase garrapateada a lápiz en uno de los márgenes: "como si yo fuera otro".
Y se alegraba de que le hubiera sido dado conocer esta última verdad.
(La cursiva es de Shalámov, de Sherry-Brandy, Relatos de Kolimá, Volúmen I. La fotografía, de waihey)
3 Comments:
Garrapatear. Se oye el ruido de la pluma contra el papel. Garrrrrrrapatear. Te encanta esa palabra.
Es cierto. Me encanta esa palabra. Me marcó la primera vez que la leí. Desde entonces no quise hacer otra cosa.
Por cierto, gracias por enlazar ese álbum de fotos. No tiene precio :-D
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