Miedos
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Al hacer la primera comunión, mis padres me regalaron una bicicleta de carreras BH, plateada, con plato grande y tres cambios. Quería ser ciclista, como José Luís Laguía.
La bici y yo no éramos seres perfectos así que, cuando me estampaba, iba a repararla a Ciclos Goñi. El dueño tenía el pelo revuelto, un mono azul del que colgaba un trapo de gamuza, cara de gente –siempre salpicada de grasa- y gafas de culo de vaso. Cuando entraba la bicicleta al taller, él achinaba los ojos para revisar los daños. Su rostro enrojecía:
- Pero… mira, serás... desgraciado, joder, ¿cómo has podido romper el cambio de marchas? Animal. A-N-I-M-AL.
Daba igual que se tratase del cambio de marchas o de un pinchazo, siempre me caía una filípica. Salía escaldado. Empezaron los miedos y luego las mentiras:
- Es que... mire, mi… mi hermano se ha caído y... en el parque. Bueno, lo siente, dice... ese desgraciado.
10 Comments:
Bonito trauma de infancia. Esta bitácora es el diván de un psicólogo argentino (mostrándote el camino)
A mi también me regalaron una de esas bicicletas...
Creo que nunca entenderemos que las bicicletas y otros ciclos realmente son de los mecánicos, y que sólo tenemos esos aparatos en depósito, o algo así.
Me encantaban esas tiras de pegatinas para las chapas. ¿De dónde las has sacado?
Ay, esas chapas. Menuda estocada de nostalgia me acabas de clavar.
Creo que he contado mil veces mi batallita con la chapa de Valentín Dorronsoro (ciclista del Orbea y del Colchón CR entre 1984 y 1986). En el barrio trazábamos circuitos de tiza kilométricos que nos tenían ocupados media tarde. Eran recorridos que a ratos se salían de las zonas embaldosadas y se metían por los jardines (aquellos eran los tramos hors categorie). Una de las victorias más épicas de mi infancia fue cuando remonté con la chapa de Dorronsoro la enorme ventaja que llevaba la chapa de Bernard Hinault (casi nadie) y le gané al esprint.
Catorce o quince años después, viajé muchos meses con Valentín Dorronsoro. Ahora ceno con él una o dos veces al año. Y no me he atrevido a contarle su gran victoria.
Ander, pedazo de historia.
Yo me he acordado de un taller que vi en Coimbra que se llamaba "Velocipedos Sargadelhos" y que cada vez que pasaba por delante me debatía entre el alucinado éxtasis eufónico de la cosa y la carcajara.
Por cierto ¿habéis leído lo de la confesion de Bjarne Riis?. Ya teníamos razón cuado nos cayó gordo el bestia danés aquel...
Cuéntasela Ander, que no se le gana a Hinault todos los días. Mi chapa favorita era la de Jesús Suárez Cuevas, cuando era del Hueso. Pero J. tiene que contar con detalles los "tappones" que armábamos en la habitación con aquellos ciclistas troquelados... qué épico era recrear etapas que pasaban por el Gavia, el Mortirolo, el Joux Plane, el Iseran, el Ventoux, el Monviso, el Alpe D'Huez... todo sin salir de aquellos escasos metros cuadrados.
Yo en seguida traicioné a don ciclos goñi huyendo a la competencia... claro que... a la larga mi salud fisica y estado dispositivo para la realización de actividades deportivas me habían traicionado a mi abranzando desde entonces mi persona el mundo ludicofestivo
Cambio silencioso
Las chapas claramente superan cualquier trasto encufable o con batería.
Los niños de ahora no saben.
David, bajé la imagen de internet, buscando José Luís Laguía...
Yo de chiquita jugaba con unos ciclistas de plástico que habían sido de mi padre -de cuando él era niño- y un dado. Y montaba unos circuitos fenomenales por la casa, con etapas de montaña y todo. Y también con iturris porque mi pelotón me parecía muy poco pelotón. Ahora ya no quedan ni la mitad de las figuritas pero mi hermano pequeño sigue jugando con ellos...
Yo tambien he jugado con esos ciclistas de plástico. Recuerdo a uno que llevaba un farolillo rojo.
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