Escorpiones malayos
Estos días ando a vueltas con el currículum. También realizando una selección de entre casi mil dibujos e ilustraciones que he publicado a lo largo de siete años. Hasta hace bien poco, al ver algunos de mis primeros trabajos, tendía a avergonzarme -no sé muy bien porqué- y a decir, con voz titubeante: en este momento hago otras cosas. Como si ahora fuese más intelectual, o me hubiese vuelto snob y exquisito, o metaconceptual, o más interesante. Algo raro de explicar.
Hoy veo y me río de viejas ocurrencias, de algún desvarío. Observo los trazos torpes, intuitivos pero frescos, las composiciones azarosas. Puedo adivinar cual fue fruto de un día en el que estuve menos acertado, incluso nostálgico, o triste, o todo lo contrario. Y casi soy incapaz de creer que sea yo quien haya hecho todo eso: el garabato más absurdo parece un pequeño milagro.
Si, somos capaces de cosas asombrosas, algunas buenas -que pueden parecer insignificantes- y otras, incluso grandes.
Esta noche estoy orgulloso de mis dibujillos -que los hice en presente, al igual que esto que escribo ahora- y un poco de mi también.
Aunque sea por una vez.
Me voy a la cama, acoplándome al ritmo de la conga que marcan estos cuatro escorpiones malayos. Son de mi primera etapa. Ahora hago otras cosas.
Pero qué majos.
3 Comments:
eso es la danza de matisse, pero con escorpiones malayos. la evolución se ve en la firma.
A mí me gusta mucho esa primera etapa... Eres como Picasso, con su etapa azul, su etapa rosa... Aunque a mí me gustan más las etapas del Tour de Francia.
Si, soy un homínido evolucionero.
Antes firmaba con el pie, ahora los dedos son menos prensiles y más pequeños. Casi soy palmípedo. Recurro a las manos.
A mi, mas que las etapas me gustan las tapas.
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