El mp3
Una cosa había que me estresaba mucho a mi en la Facultad de Bellas Artes: el mp3 de Jessy.
A primera hora de la mañana, surgía ella por cualquiera de los pasillos taconeando muy coqueta sus botas negras de caña alta y el mp3 colgado al cuello como una acreditación VIP:
Qué, me decía
Eso me mata, contestaba señalando el mp3
Por eso lo llevo.
Y se echaba a reir como una cafetera: cof-cof-cof.
Nunca la vi utilizar los auriculares, así que mi pobre entendimiento decidió, de un día para otro, que aquello no sería más un mp3 sino, en realidad, una memoria USB que almacenaba, sin duda alguna, profundos misterios que yo nunca jamás conocería.
Qué piensas, Jessy, disparaba yo al aire.
Ah.
Aquel aparato se columpiaba como un metrónomo sobre el escote de Jessy, al ritmo que marcaban los nervios concentrados en su pierna derecha, cuando se sentaba frente a mi a tomar café en las mesas de la pecera. Aquel aparato se columpiaba, decía, midiendo un tiempo fuera del tiempo que pasaba aún más deprisa y me hacía sentir pusilánime.
Jessy
Qué, Javi
Nada
Tengo que colgarme una memoria al cuello, o algo, para que parezca que conozco los profundos misterios que nunca jamás conoceré, pensaba para mi. Pero pronto desechaba esa opción, pues no quería que pareciese que conocía, sino saber.
Acabaron los años en la facultad, hace meses que no veo a Jessy. A veces, hablo con ella:
Dónde está, le pregunto.
Lo echo de menos, me dice.
3 Comments:
jjajjaja que show. Esta Jessi...ahora no es el mp3 ahora ya es la cabeza la que le cuelga.
besicos!
qué bonita historia.
Esta mañana, lo he cogido, le he puesto una pila... se ha encendido.
Volvemos a la carga; pena de no encontrarte en clase; no es lo mismo.
muxutxus
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