Catedral
Gonzalo me regaló la literatura. Empezó con Carver:
- ¿Qué estáis haciendo? –preguntó-. Contádmelo. Quiero saberlo.
No le contesté.
- Estamos dibujando una catedral –dijo el ciego-. Lo estamos haciendo él y yo. Aprieta fuerte –me dijo a mí-. Eso es. Así va bien. Naturalmente. Ya lo tienes, muchacho. Lo sé. Creías que eras incapaz. Pero puedes, ¿verdad? Ahora vas echando chispas. ¿Entiendes lo que quiero decir? Verdaderamente vamos a tener algo aquí dentro de un momento. ¿Cómo va ese brazo? – me preguntó-. Ahora pon gente por ahí. ¿Qué es una Catedral sin gente?
- ¿Qué pasa? –inquirió mi mujer-. ¿Qué estas haciendo, Robert? ¿Qué ocurre?
- Todo va bien, le dijo a ella.
Y añadió, dirigiéndose a mí:
- Ahora cierra los ojos.
- Lo hice. Los cerré, tal como me decía.
- Los tengo cerrados.
- Manténlos así. No pares ahora. Dibuja.
Y continuamos. Sus dedos apretaban los míos mientras mi mano recorría el papel. No se parecía a nada que hubiese hecho en la vida hasta ese momento. Luego dijo:
- Creo que ya está. Me parece que lo has conseguido. Echa una mirada. ¿Qué te parece?
Pero yo tenía los ojos cerrados. Pensé mantenerlos así un poco más. Creí que era algo que debía hacer.
- ¿Y bien? –preguntó-. ¿Estás mirando?
Yo seguía con los ojos cerrados. Estaba en mi casa. Lo sabía. Pero yo no tenía la impresión de estar dentro de nada.
- Es verdaderamente extraordinario –dije.
(De Catedral, Raymond Carver)
1 Comments:
Es un cuento prodigioso; para mí, el mejor de Carver.
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