Y Yo que tú y yo que tú ya no me moriría (2)
(Del libro de pipit)
ahora estaban todos sentados con esa quietud que produce el nerviosismo la cabeza llena de razonamientos de nombres y de causas y antecedentes y algunas fechas y un breve esquema cronológico. Y todos sabían que se trataba del examen final de historia tras un largo recorrido de meses por los campos de europa asomándose a américa un momento y mirando de lejos el amarillo de asia y los piratas. Y tenían todo lo necesario las hojas blancas preparadas para silenciar una información dada de un pupitre a otro como un télex rapidísimo y furtivo. Y ya sólo faltaba el profesor y ya sólo faltaba que llegara el profesor y anunciara aquellas preguntas cuya contestación debería encontrarse en el fondo de la memoria como si cada uno de ellos tuviera que mirar hacia un libro interior escasamente iluminado para buscar entre sus páginas con fingida seguridad.
Y sin embargo había algo de extraño: no el aula familiar ni las ventanas ni el olor acostumbrado de los exámenes mezcla de miedo e intriga sino que nadie vigilaba nadie paseándose ni dando órdenes. Y a pesar de todo se extendía un gran silencio sobre todas las cosas como un silencio que lo arrasaba todo respetando tan sólo los ojos de los niños y sus manos. Y no es que entrara el profesor y con seriedad rompiera ese silencio con un caudal de palabras reveladoras sino que pudo ser el mismo silencio el que habló desde su experiencia antigua pues se oyó una voz clara que recorrió aquel cargado espacio rebotando en el encerado y en las tizas: qué habéis hecho de importante. Y en realidad se trataba de una pregunta de una única pregunta de examen final qué habéis hecho de importante y en un momento olvidaron todo lo demás pues les habían preguntado algo de la letra pequeña de lo que nunca nadie estudia pero resultaba ser al final lo único importante la razón de ser del libro y de la vida. De modo que olvidaron toda la historia y comprendían ya por qué la ausencia de vigilantes y de normas y de advertencias preliminares pues ahí la pregunta desnuda qué habéis hecho de importante y en consecuencia la imposibilidad de copiar a no ser que en este caso se tratara de copiarse a sí mismo. Y ellos nos sorprendieron una vez más porque sí habían hecho algo y no sólo lo habían hecho sino que sabían descubrirlo y más aún escribirlo en hoja de examen. Y así se encontraron respuestas del todo diferentes pero siempre con esa profundidad que se nos escapa de tan sencilla. Y uno yo aprendí el olor de los árboles y otro yo no pegué demasiado a McCulers y otro yo le rezaba todas las noches y otro comía manzanas en vez de plátanos a pesar de que los plátanos me vuelven loco y otro dormía en silencio y otro tengo un amigo: Ruskus y otro y otro les gané los calendarios pero luego se los devolví y más aguanto en el agua como trescientas horas y aún más que no me gusta el dinero y más más más yo no he hecho nada de importantes y yo he llorado mucho.
(Pedro de Miguel, Y Yo que tú yo que tú ya no me moriría, Baroja, 1990. Págs.: 42-44)
4 Comments:
Genial.
Y tanto que genial.
Lo es.
Ese examen lo puso D. Gonzalo Redondo, seguro.
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