Cada dia cuenta, Samsa
Muy jubiloso había sido el día hasta que quité la tapa al postre de la cena, un yogurt de kiwi, y le pasé la lengua y me topé con un breve mensaje que parecía sacado del Eclesiastés: Cuídate, porque para tu cuerpo cada día cuenta. Cada día cuenta, musité compungido, mirando la persiana medio bajada que amenazaba con aplastar los geranios de mamá y los tropezones de kiwi bamboleándose como cuentas de un ábaco hecho añicos en la boca. Cuídate, botarate, parecía espetarme la tapa plateada y cojonera cuando el reflejo de mis ojos incrédulos chocó de nuevo de bruces y entre restos de yogurt con la caligrafía negra. Cada día cuenta. Con melancolía de exiliado maldije el tabaco y la bebida y los cafés y otros muchos vicios tal vez menos confesables y me fui a dormir.
Cuando me desperté por la mañana después de un sueño intranquilo, me encontré sobre la cama convertido en un monstruoso kiwi. Estaba tumbado sobre mi espalda peluda, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Mis muchos pelos, ridículamente pequeños en comparación con el resto de mi tamaño, me vibraban desamparados ante los ojos.
4 Comments:
Lo raro está en el yogurt de kiwi.
Kafkiano pero wenísimo. Kiwi.
Y tan kafkiano. Jaja. La segunda parte es una muy leve adaptación del comienzo de La metamorfosis
Con el precio del kiwi, muchos irán tras tu pellejo peludo.
Hace años que no veo en casa una ensalada de fruta que tenga kiwi.
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