El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Monday, November 17, 2008

Ovillos



Me tocó el turno de charlar con Miguel Bosé, que estaba allí repantingado en el banco de piedra, una mezcla extravagante de Papa Noel de centro comercial y Zapatero en Moncloa, cuando se entrevista con dirigentes de otras fuerzas políticas. Vestía camisa de manga corta sin cuello y pantalones blancos de lino y sandalias. Le di la enhorabuena por Papito y confesé que era fan suyo desde que vi el videoclip de Amante Bandido en La Bola de Cristal. Le dije que en el álbum original faltaban dos temas que consideraba imprescindibles: Corazones, con Ana Torroja y Sólo pienso en ti. Me escuchó con atención y en silencio, asintiendo de vez en cuando. No quise abusar de su paciencia y así se lo hice saber. Eres un buen conversador, concluí, y nos dimos la mano.

Me alegra saber que los sueños no se controlan.

Ayer por la tarde conocí por fin a Daniel, al que Pablo -su padre- llama Mussolini. Ester, que no sabe si reír o enfadarse, le pide que, por favor, deje de llamar así al crío. Me gusta cuando Pablo pone a su mujer en esa tesitura, en la que ella siempre sucumbe al humor y destensa sin quererlo la mandíbula y hace como que no se ríe y le mira con ojos de enamorada. Tanto ella como yo sabemos que esa es la forma que Pablo tiene de disfrazar la ternura.

Luego estuve tomando un vino con Jose, en un bar inhóspito de la calle San Gregorio. Nos sentamos en una mesa esquinada, la única que quedaba libre, mientras el resto de los presentes veían perder a Osasuna:

- Deberíamos ver más fútbol, Jose.

- Sí, tío.


Nos conocemos bien porque somos amigos y, además, nos parecemos mucho. Nos protegemos el uno al otro con la experiencia de los errores. La vida se imbrica en la pintura para hacerse un ovillo del que nos sacamos el uno al otro.

Pablo me contó que, en diciembre, David iba a ser padre de una niña. Quizá me había dado la noticia el propio David la última vez que coincidimos, en una cena sanferminera, pero no logro acordarme. David ha sido uno de los mejores amigos que he tenido y, aunque la vida nos ha distanciado, nos queremos mucho. Me alegré, con el vértigo y la extrañeza del que mira una ciudad desconocida desde la ventana de un rascacielos.

Cuando aterrizo en la atmósfera ahumada, en lo más alto de la escalera de caracol, me encuentro con un libro en cada mano: En el camino, de Jack Kerouac y La Cotravida, de Philip Roth. Aunque voy por la página 50 de La contravida (y la semana pasada leí Goodbye, Columbus -primera novela de Roth-, que me gustó muchísimo), el otro día en el documental de Scorsese, No direction home: Bob Dylan, el músico recordaba cuánto le había influido En el camino. No sé cual leer.

Todo esto así revuelto me hace meditar un poco sobre las vidas posibles: ¿Seré Bosedylaniano?

2 Comments:

Blogger LEIRE said...

Entiendo perfectamente de que hablas, el dichoso ( par bien y para mal)ovillo en el que yo tb me encuentro inmersa y del que por ahora no quiero salir, ni que nadie me saque.

Besos enrredados

2:36 AM  
Blogger am said...

Puedes leer uno y después el otro para resolver el dilema de cuál leer. Aunque vendrá el dilema de cuál leer primero, ahí no sé qué aconsejarte.

jaja.

8:00 PM  

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