Por eso
Todos los hermanos nos unimos para evitar la mudanza. El viejo piso de la calle Aralar se había quedado pequeño y algunos vecinos eran más que indeseables. Pero no queríamos irnos. Una de las estrategias de mis padres fue llevarnos en grupos de dos a ver la nueva casa. A mi me tocó con Juan Andrés –el hermano mayor-, un sábado.
Papá y mamá nos fueron enseñando cada rincón y dejaron para el final nuestros cuartos, que quedaban en el piso de arriba.
Subimos la escalera de caracol en fila, hasta el rellano. Las dos puertas estaban cerradas.
No recuerdo el discurso demagógico de mis padres al descubrirnos las habitaciones, sólo que las dos quedaron bautizadas. Yo llamé a la suya “zulo”. Él fue más ingenioso: “la tuya parece un canódromo”.
2 Comments:
Por fin entiendo esto del canódromo. Qué divertido. Me gustó el cuentecillo... mucho arte. Enhorabuena.
Que el canódromo siga dándonos cuentecillos tan buenos.
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