El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Saturday, November 11, 2006

Amaia


También conocí a Amaia el año pasado, en Geometría como Método de Pensamiento, la asignatura de los viernes por la tarde. Resulta imposible definir a Amaia sin emplear, al menos, los siguientes adjetivos: atractiva, misteriosa, neurótica, inteligente, observadora, graciosa. Pertenece a esa clase de chicas que inspiran ternura, quizá porque su estudiada imagen desgarbada, grunge (lleva siempre vaqueros de tiro bajo y chaquetas de lycra con cremallera, estilo chándal) , no logra ocultar el aura de fragilidad que irradia en ciertos momentos y que a mi tanto me gusta.
Tiene una de las miradas más expresivas que jamás he visto, ojos enormes -entre ocres y verdes- que tienden a brillar, a humedecerse. Los labios, en cambio, son finos, una línea delgada que dice sin necesidad de hablar, aunque su voz, indefinible, envuelve el aire para hacerlo más cálido. La delgadez y cierta estatura le confieren ese aire huidizo, enigmático y potencian el aspecto desgarbado, la forma de moverse; cada gesto. Cuando se maquilla y se recoge el pelo hacia la izquierda, pocas veces, dan ganas de coger los pinceles y hacerle siete retratos.

Por azar, supongo, nos tocó el mismo turno para hacer la automatrícula, un jueves lluvioso a finales de septiembre. Los dos acabamos la carrera este curso, pero ella, que lleva siete años en la facultad y está un poco harta, ha cogido todos los créditos que le quedan en el primer cuatrimestre. Por eso me pidió que le recomendase alguna asignatura fácil de la que hubiese oído hablar bien. Así que coincidimos en tres.

El jueves nos tocaba la de Análisis Experimental y Personalizado de la Imagen, tres horas seguidas por la tarde. Amaia trabajaba en sus pictoesculturas; yo, en un cuadro. A media tarde, Amaia se sentó en el suelo, junto a mi. Llevaba una tabla en la mano:

A (como una niña): Javi, me aburro un poco.

Le tendí la brocha.

J.: ¿Quieres pintar?

A: ¡Qué guay! ¿me dejas?

J.:claro.

Al rato se cansó.

A (en voz baja): Toma, Javi, que me está mirando la profe ¿Qué puedo hacer ahora?

J.: Hmmm.

A (mientras se levanta): Voy a escribir en esta tabla que me aburro, ¿qué te parece? ¿Luego se la podré enseñar a Txaro? No se enfadará…

J. (bromeando): Bueno, será tu obra más arriesgada.

A: Jajaja. Ya, tío.

Volvió con una regla, un rotulador permanente dorado y un bote de acrílico negro. Diez minutos después tenía el “me aburro” más elegante de la historia de arte.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Genial. Siempre he pensado que debería estar prohibido aburrirse, hasta hoy. Simplemente genial.

3:35 AM  

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