¿Te gusta bailar?
Sólo quería cruzar la Plaza de la Cruz pero me encontré en el centro de una verbena, haciendo eses para esquivar parejas de viejitos en blanco y rojo. Eran ya las nueve casi, hacía calor y no tenía mucho por hacer, así que me detuve bajo la sombra de un árbol. Me apoyé en un árbol y entonces les vi:
¿Te acuerdas?
Sus pasos eran torpes, lentos, desacompasados pero ellos parecían flotar en otra parte. Quiero decir que estaban y no estaban allí. O estaban allí y en otro mundo, en otro espacio, en otra vida. Él apoyaba la barbilla suavemente en su hombro, a veces, sólo rozándola. Ella cerraba los ojos con fuerza. Él tenía el cabello blanco y encrespado; ella, todo recogido en un moño plateado y redondo como la luna. Él, de rostro enjuto, a veces suave, siempre rojo; ella, queriendo sonreír o llorar, o las dos cosas, por dentro. Ninguno de los dos iba de blanco; ninguno de los dos llevaba pañuelo: Él, camisa a cuadros y jersey azul marino; pantalones de tergal, zapatos negros de verano. Ella, vestido verde hasta las rodillas, chaqueta negra sobre los hombros; las piernas al aire, cosidas de varices y unas zapatillas rojas de andar por casa.
Ahora, él miraba al frente, flaquito, sereno y un tanto perdido; los ojos le brillaban a través de las gafas como farolillos rojos. Ella se sumía en algún lugar con los párpados cerrados: no los abriría jamás.
¿Te acuerdas?
Allí estaban, ahora, hace sesenta años, en otra plaza. Hacía calor y eran las nueve casi. Un joven apuesto, una linda muchacha. Allí estaban mirándose apenas, de rojo y blanco; Él, cogiéndola de la mano y ella, dejándose hacer mientras cerraba los ojos:
¿Te gusta bailar?
1 Comments:
Bonita historia...¿Cómo seré yo con canas? Las suyas no me importan, me encantarán.
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