A los seis años quería ser cocinero, a los siete años, quería ser Napoleón, y desde entonces, mi vanidad no dejó de crecer como mi delirio de grandeza
Repudié a Dalí por fantoche, después de haber sido, durante los últimos años de colegio, mi pintor preferido: Seré un genio, y el mundo me admirará. Quizá seré despreciado e incomprendido, pero seré un genio, un gran genio, porque estoy seguro de ello. Me gustaban ese tipo de afirmaciones. Creía a pie juntillas su discurso errático e inteligente, más absurdo y delirante que onírico, pero ligado a la evasión: la única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco. Guardo de entonces tres o cuatro postales horribles y ya macilentas, dedicadas por una chica, que hoy me erizan la piel con sólo pensarlas. En cierto sentido me aburrió, en general, el juego ampuloso del surrealismo, toda su farsa y, en particular, la sarta de sandeces que pregonaba Dalí. No dejé de reconocer su asombrosa destreza para el dibujo, ni de ensimismarme mirando algunos cuadros como La muchacha en la ventana o El Cristo de San Juan de la Cruz. Pero el resto de su obra me resultaba excesiva, falsa, forzada: puro artificio.
Sin embargo, ayer me atrapó su genio teatral de nuevo, en una entrevista que le realizó Joaquín Soler Serrano, para el programa A fondo de TVE, en 1977.
Un Dalí mayor, más sosegado, menos estridente, casi tierno, llenaba la pantalla: cada vez soy menos daliniano, a medida que me admiro más, encuentro que soy una real catástrofe.
A continuación, y a raíz de su amplia bibliografía, Soler inquirió si no habría mas un escritor que un pintor en Salvador Dalí. El artista, lejos de sentirse ofendido respondió con cierto orgullo, Mi padre, que era notario, pero tenía sensibilidad para el arte, decía que era mejor escritor que pintor. Luego, su semblante se descompuso de pena, mi padre me expulsó de la familia. He sufrido en mi propia carne el mito de Guillermo Tell. Pero en ese momento remontó de nuevo el tono de voz: hubiera muerto cubierto de piojos si no llega a ser por Gala, que vino a protegerme e hizo de mi un éxito mundial. Es mi inspiración. Ella me ha curado, gracias a la fuerza indomable e insondable de su amor. Gala me salvó del crimen y curó mi locura. Dalí escribió su encuentro con Helena Devulina Diakanoff, Gala, así: Gala me tomó la mano. Era el momento de reír, y yo me reí con una nerviosidad tan violenta, que en aquel preciso momento tuvo que ser aún mas ofensiva para ella. Pero en lugar de sentirse herida por mi risa, Gala se regocijó. Con esfuerzo sobrehumano, me apretó la mano, en vez de dejarla caer llena de desprecio, como hubiera hecho cualquier otra mujer en una situación semejante. Su intuición le había hecho comprender el sentido exacto de mi risa, tan incomprensible para otros. Mi risa no era alegre, como la de todo el mundo. No había en ella escepticismo o frivolidad, sino fanatismo, cataclismo, abismo y terror. Era la más horrorosa, la más catastrófica de todas las risas, se lo había dado a entender, y con esa actitud me arrojé a sus pies, - "Mon petit", me dijo, "nunca más nos separaremos."
Cuando me casé litúrgicamente con Gala me quedé con ganas de volverme a casar; me gustó mucho. Me quiero volver a casar con mi propia mujer, en estos momentos que todos quieren separarse.
Y Dalí, decía, me volvió a atrapar.
5 Comments:
Es bonito. Yo tengo una foto de la generación de cincuentones de mi pueblo en Empúries, con Gala y Dalí. ¿O sólo con Gala? Me dediqué a descubrir sus personalidades en los rasgos infantiles, así que no lo recuerdo bien, pero volveré a mirar.
Alegría en el Parnaso por la vuelta de una oveja descarriada...
Ahora te falta reconocer a Sabina y Serrat.
¡Que facil es ser artista con un padre notario!
Reconozco a Sabina (mucho) y a Serrat (tanto, aunque me gusta menos) pero no como poetas, sino como lo que son.
No sé hasta qué punto me gusta Dalí como pintor. Tiene algunos cuadros bueno, y un montón de relleno. Pero era un genio de la escena, representaba un papel y escribía mejor que muchos otros.
Apenas hay cuadros de Dalí que me gusten. De pequeña, no creía posible que "La muchacha en la ventana" fuera suya. Me encanta esa pintura.
Cuando estuve con Jefe en el Reina Sofía me quedé ahí delante, pegada; me pareció que me dejaba un huequito para que mirara la bahía con ella.
¡Vaya si loran redimirlo esas palabras! Me gusta el cuadro y la película de "El perro andaluz" me sacó dos o tres carcajadas, está muy loca.
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