Impuros
Crucé Los Caídos pensando en la ristra de curas que hablaban del sexto y el noveno como si fuesen Copas de Europa. Apenas tenía seis años y una mente limpia como la de Adán antes de morder la manzana. Las niñas me hacían sentir ridículo y eufórico al mismo tiempo, desconocedor de la existencia de los tópicos, para mi todas eran princesas.
Entendía bien el resto de los mandamientos: no matarás, no robarás, pero ignoraba el sentido de impuros. Pero eso no lo sabía entonces. Creía que impuro significaba irreal, quedando así, por ejemplo, el sexto: no consentirás pensamientos ni deseos irreales.
Crucé Los Caídos sumido en elevadas reflexiones morales, cuando se coló en mi cabeza, pequeña y pecadora, un pensamiento impuro: ser ciclista. La ensoñación de conquistar algún día el maillot amarillo del Tour de Francia era muy impura, pues con seis años correr junto a José Luis Laguía, Perico Delgado, o Lauret Fignon era extremadamente irreal.
Contrariado, intenté atenuar el pecado y cambié el maillot de la general por el de la montaña, pero ni aun así resultó. Algo pringoso me rebullía en la boca del estómago. Será la última vez que sueño despierto, Dios. Pero pero pero, deja al menos que gane una etapa. No quise escuchar la respuesta y me impuse escapado en Luz-Ardiden. Así fue como experimenté aquel sentimiento que recordaba mucho a la soledad, pero a una soledad sucia.
Recuerdo mi último podio ciclista, cruzando Los Caídos. No sé cuanto tiempo pasó desde entonces hasta que logré ponerle, al fin, nombre a la culpa.
5 Comments:
Qué gran demarraje te has marcado!
Qué tierno.
Tú no querías ser ciclista, querías ser un héroe. Y para eso, aun estás a tiempo.
yo perdi esa carrera
daneltxillo 2
Jo, qué bueno, pero qué bueno.
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