Relecturas: Pedro Páramo
1
-¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?
-Debe andar vagando por la tierra como tantas otras; buscando vivos que recen por ella. Tal vez me odie por el mal trato que le di; pero eso ya no me preocupa. He descansado del vicio de sus remordimientos. Me amargaba hasta lo poco que comía, y me hacía insoportables las noches llenándomelas de pensamientos intranquilos con figuras de condenados y cosas de ésas. Cuando me senté a morir, ella me rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas. Ni siquiera hice el intento: "Aquí se acaba el camino -le dije-. Ya no me quedan fuerzas para más." Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.
(Pedro Páramo, Juan Rulfo. Ediciones Cátedra Letras Hispánicas. 188 páginas/6,5 euros)
2
Mi último encuentro con Juan Rulfo fue casual. En 1986 publiqué en Vogue:
“Sin premeditarlo, he visto a Juan Rulfo y pude conversar con él. Lo encontré en la librería El Juglar; le han ofrendado homenajes nacionales y es célebre en toda América, pero anda solo. Pasó que, sin premeditarlo, miraba unos libros cuando él entraba un poco más allá. Fui a saludarle y antes de hacerlo interrumpió una persona provista de una grabadora que inició, de inmediato, un verdadero asedio de preguntas al escritor; oí cómo en un momento la persona le dijo:
—Su obra es muy corta, ¿por qué no escribe más? —¡Porque no me da la gana! —respondió el maestro Rulfo.
Me causó mucha gracia la situación, lo miré de reojo y me sorprendí, porque él también reía de forma clandestina, reía casi a escondidas, como un niño luego de cometer una maldad, y al verlo inspiraba gran ternura. Su humor es un humor que circula dentro de sí mismo, que no necesita testigos ni nadie que aplauda su gracia; el humor le baila a Rulfo entraña adentro. Para cuando le preguntan la inefable cuestión de por qué no ha producido más tiene una serie de respuestas ya clásicas:
—No escribo más porque prefiero andar de vago. —Porque no quiero. Por eso.
—Porque un escritor es un hombre como cualquier otro. Cuando cree que tiene algo que decir, lo dice. Si puede, lo escribe. Yo tenía algo que decir y lo dije; ahora no creo tener más que decir, entonces, sencillamente, no escribo.
—Porque se me fueron las ganas.
—La verdad es que me ha dado flojera.
—Se me secó el manantial.
—¿Cómo que no he escrito más? Si me tiene usted paciencia, ¡ahorita le leo mi nueva novela!"
(Fragmento de Juan Rulfo, el tiempo detenido, de Waldemar Verdugo Fuentes)
2 Comments:
Sólo los genios pueden darse el lujo de negarse.
Gracias por enviarme a esta entrevista, es lo mejor que he leído acerca del más alto escritor en lengua española.
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