El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Monday, February 09, 2009

Pedro



Leyre me manda la imagen del dinosaurio que modela en 3D. Acaba de terminar las garritas. El lagarto rezuma simpatía. Se le ve franco y bonachón y un tanto aldeano -añado para hacerla reír-. Lo cierto es tiene un aire y se lo digo, a Elliott, el dragón de Disney. Ella no sabe quién es, será de tus tiempos eso. No sé la de veces que devoré aquella película, en la que un dibujo animado, un dragón nada menos, se había inmiscuido en la realidad de un niño sin hogar llamado Pedro. Pura magia. No he vuelto a verla desde hace tantísimo tiempo que conservo la fascinación aún intacta.

Quería un amigo así, como Elliott. Y acabé comprando en Bazar J -allí nos surtíamos de bromas rancias: azucarillos con mosca, bombas fétidas, cucarachas boom, cigarrillos explosivos, mocos, ratas destripadas, bigotes postizos, dedos vendados saltarines, pipos fumadores- lo más parecido que encontré, un murciélago de goma sinsorgo y del tamaño de la palma de la mano, al que puse de nombre Pedro. Si bien el bicho fue fabricado para amedrentar a los incautos, lo primero que hice al cruzar la puerta de la tienda fue arrancarle el cordel elástico con anilla del que pendía, eximiéndolo así de su maldad original.

Pedro, al que mi lengua de trapo decía Pecro, y yo fuimos compañeros inseparables durante meses. Dormía con él, desayunaba con él en el puño, cogiendo las galletas con las puntas de los dedos; lo metía en el bolsillo pequeño de la mochila del colegio y dentro del pupitre -cupicre- durante las clases; hacíamos los deberes juntos, jugaba con él y le daba un baño todos los días.

En casa lo recibieron con asco. A medida que pasaron los días fue objeto de mofa y escarnio, más adelante, de perplejidad y, al final, de honda preocupación. Fuera del hogar, nadie conocía a Pedro, ni siquiera mis mejores amigos. No quería someterlo al juicio ponzoñoso de la opinión pública.

La presión familiar se hacía cada día más enérgica. Alguno amenazó con secuestrar a Pedro, con tirarlo a la basura. Empezaron a parodiarme en las comidas y yo veía en sus gestos mi reflejo distorsionado y, sin embargo, no exento de verdad.

Fue una mañana de sábado, después del desayuno, cuando nuestra vida siguió rumbos diferentes: encalé de un arrebato a Pedro en lo alto del armario de mi habitación. Quiero pensar que allá arriba encontró mejores amigos.

4 Comments:

Blogger Paco Becerro said...

Pobre Pecro

jajaj abrazote

1:58 AM  
Blogger Leyre said...

Pero qué animal!!

A ver Muñote, ¿mira que eres eh?. No se parece, al final será inevitable tener que publicar su rostro. Pueblerino, de acuerdo, pero que se parezca a Pedro, no. Y sin ofender, que bien chulo es Pedro, pero son diferentes.

¿Cómo le abandonas en lo alto del armario? Seguro que cayó y se lo llevó el aspirador. Vaya vaya..

3:07 AM  
Blogger am said...

J. fue al Bazar J. Tiene sentido. Jaja.

1:47 PM  
Anonymous Anonymous said...

Yo decía "gragón" y "murciégalo".

PS.- Leyre... ¿¿podremos verlo?? ¡¡porfaaaa!! :)

2:06 AM  

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