Vida eterna, fragmento 3
El cielo está encapotado, no hay estrellas ni luna. La luz de las farolas acaricia los tejados de pizarra que parecen azules y brillan como grandes cometas ancladas en el aire. Los lamentos y gritos de abuela se ahogan con la música, que trata de escabullirse entre las grietas de la ventana del salón. La música me lleva lejos en el tiempo, las notas golpean un rincón del alma y se abre alguna puerta. Imagino a Blanca sentada en las escaleras que suben hasta casa de la señora Rosario. Qué bonita Blanca, rosa de cerezo chino; ojitos azules, labios encarnados; pálida, delgadita, fantasmal... se desvanece.
Comienza a llover suavemente, diminutas estrellas fugaces chocan contra el suelo. No me preocupa la lluvia ni la tarde disfrazada de noche, me pongo en pie, despacio, y camino hacia la era. Allí duermen grandes secretos, pequeñas mentiras; los recuerdos frágiles, las batallas campales entre los niños del pueblo. Busco los restos de nuestro viejo escondite de piedras, árboles y tierra. El tiempo que los primos pasábamos allí se medía en sueños y carcajadas.
(J., 1998)
2 Comments:
Qué mejor que olvidarse de las horas y los días para medir el tiempo en sueños y carcajadas.
La palabra clave es carcajada...
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