Los problemas crecen
- Pónme otra. Bueno, sólo media, media más.
- Llevas cinco.
- No, cuatro.
- Cinco.
- Pues ponme otra más.
Pedía horas como si se tratase de copas de wiskhy.
Estaba sentado en la cabina contigua. Me había fijado en él unos días antes, cuando tuve que entrar a ese locutorio por el mismo asunto. Su aspecto era el de un niño calvo con barba de varios días; barrigudo y ojos azules, lánguidos, como de pez. Pero su manera de vestir le sumaba los treinta y pico años que debía tener: camisa a rayas de manga corta y pantalones de algodón color crema.
Bien, de vez en cuando gesticulaba a mi izquierda, o se agachaba un poco. Unas veces reía y otras parecía maldecir o increparse. Siempre en murmullos: un siseo incesante, como si estuviese escribiendo un ensayo muy complejo. Su ordenador pasaba rápidamente de una página a otra y, aunque no quería mirar, al final lo hice: veía dibujos animados, a ratos (cuando reía) e imágenes de Ben, el hermano pequeño de la serie "Los problemas crecen" (cuando murmuraba).
El caso es que eran casi las diez de la noche y yo tenía que escribir un mail importante, o muy importante, o nada importante -según se mire-, pero necesitaba cierta concentración.
Y en ello estaba cuando, sólo por un momento, pude descifrar una de sus letanias:
"Estonollevaaningunaparteestonollevaaningunaparteestonollevaaningunaparte".
1 Comments:
Cada uno somos un mundo. Hay gente que tiene el arte de captar el mundo de los demás.
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