Che
Maria le regaló el cuadro con la silueta del Che que colgaba en el pasillo, junto al cuarto de estar. Eran los últimos días de mayo, o los primeros de junio. Ya no sé.
Hacía calor y un chorro de luz blanca acariciaba las paredes del apartamento. Habíamos terminado de comer y estábamos sentados en uno de los sofás. Ella tomaba el té a pequeños sorbos y yo removía el café esperando que se enfriara un poco. Un silencio pesado revoloteaba la estancia como una mosca. Entonces, B dejó la taza en la mesilla y se levantó para coger un libro de la estantería, una biografía en imágenes del Che:
Mi padre dice que eres clavado a él.
Fue la última vez que nos vimos en mucho tiempo.
Hoy no es ella, sino el aburrimiento y este ego mío ridículo los que me empujan a buscar en Google.
4 Comments:
El Che y su famosa Dama.
Y en vez de asma, alergia a la acentuación de los monosílabos y sarpullidos con la tilde diacrítica. Repita diez veces, amigo: el Che tomó té en Elche.
Pero así, en plan bien.
Capté la indirecta. Gracias, Ander.
¿INdirecta?
¡Hasta Vitoria siempre! (Pasando por Baracaldo)
Vale. Diremos directa. Pero se agradece igualmente.
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