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Amo la pintura, la amo como un hogar en el que habito y me encuentro seguro, en el que soy y puedo ser y digo: soy así. Amo la pintura como un infierno de días contados en los que todo sale mal, o no sale, o no soy lo que quiero o lo que los demás quieren que sea. Amo la pintura cuando soy omnipotente en una superficie que se mide en centímetros o pulgadas. Amo la pintura cuando cuento historias y me cuento; y comprendo las cosas y también a mi mismo.

Amo la pintura cuando hablo con otro que ama la pintura y vuelvo a creer que es un asunto serio.