Artistas

Siete meses atrapado en el mismo lienzo. Extenso diálogo. Así es como pinto, a veces: muy lento, pensando estrategias, dando pasos en falso, escondiéndome, probando con mucho cuidado. Y el miedo que se transforma en capas que ahogan transparencias; mensajes velados. Hasta que una mañana, una tarde, todo cambia: el cuadro y yo nos reconocemos, el uno espejo del otro. Entonces, revienta la magia y la pintura se desliza sobre el lienzo a la velocidad de la luz.

Ese es el largo proceso.

Por eso miro, lo confieso, con envidia de maestro superado a Catita, mi discípula predilecta. No busca sinceridad, surge espontánea, de dentro. La tiene. No necesita esconder nada.

Un día, pierdes la inocencia y ya no la encuentras -quizá, con suerte, espejismos que distraigan sólo la ausencia-. Ya no la encontrarás nunca. Y no existe ortopedia que fabrique nada que la supla.



En la imagen, Catita y Rodri trabajando en un fresco.