
Las novelas de
J.M. Coetzee tratan la realidad con una crudeza capaz de ahuyentar a lectores avezados. Por el mismo precio, otros encontramos algo así como asilo en su lectura.
La edad de hierro en todo caso acentúa el tono descarnado y afila la frontera entre seguidores y detractores del escritor sudafricano.
El ser y su entorno (memorable la relación entre la moribunda
señora Curren y el sin techo
Vercuil); la sociedad (en este caso la sinrazón en la
Sudáfrica del apartheid tiene carácter universal). La confrontación de ambos parámetros. Humanidad en todas sus acepciones.
Habrá momentos para una rara belleza, en las manos del lector queda querer reconocerla.
En contra: quizá las reflexiones de la protagonista se hagan excesivas, demasiado abstractas en algunos fragmentos.
Por tanto, déjame que te transmita mi segunda palabra, vacilante. Si no quiero quererlo a él, ¿cómo puedo decir que mi amor por ti es sincero? Porque el amor no es como el hambre. El amor nunca queda saciado ni calmado. Cuando uno ama, sigue amando. Cuanto más te amo a ti, mas tendría que amarlo a él. Cuando menos lo amo a él, menos, quizá te amo a ti.(
La edad de hierro,
J.M. Coetzee, 224 páginas/ 7,95 euros)