El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Thursday, November 30, 2006

Belleza


No fue capaz de soportar tanta belleza.

Algo en alguna parte se deshizo,

hirviendo,

en silencio,

despacio:

como las alas de Icaro

cayendo al mar.

Wednesday, November 29, 2006

Aprender a conducir


Mi profesor de autoescuela se llamaba Guillermo: rostro enjuto, ojos azules; por lo demás, navarro. Antes que a mi, enseñó a conducir a dos de mis hermanos y a todos mis primos. Era amigo de la familia, claro.

Reconozco que mi despiste crónico y absoluta falta de coordinación podrían atormentar a cualquiera, por eso no le culpo de haberme llamado tonto de capirote, de eharse a correr. Los peores dias, le provocaba taquicardias y diversos tics nerviosos en nuca, párpados y orejas. Sin embargo, aunque de vez en cuando lanzase algún graznido y otros improperios, parecía disponer de paciencia ilimitada. Sus razonamientos rebosaban esa sabiduría adquirida sólo a base de experiencia:

Javi, Javi, Javi... ¿Conducir, difícil? Bueno, puedes hacerlo todo, todo, todo lo difícil que tu quieras.

Con la vida, pienso ahora, pasa un poco lo mismo.

Tuesday, November 28, 2006

George


The Beatles, en rueda de prensa (1964):

- Periodista: '¿Quién de ustedes es realmente calvo?'
- George: 'Somos todos calvos. Y yo soy sordo y mudo.'

Recordar


Me gusta la palabra Anémona.

Ejemplo: Anémonas de humo (Ismael Serrano)

Nota para mi: Recordar enseñarle la palabra anémona a Catita.

Monday, November 27, 2006

Un agujero y Bolilla


Susana me cuenta historias llenas de magia:

Cuando era pequeña, me gustaba ver documentales de animales: leones, jirafas, cebras elefantes, monos; esos bichos, ya sabes. Por eso soñaba con ir a África.
Creía que África estaba justo debajo de España, en la otra punta del planeta y que, para llegar, era suficiente con cavar un agujero.
Traté de convencer al abuelo para que fuese conmigo. Le expliqué el plan, añadiendo que, para protegernos de los leones, podríamos llevar a Bolilla, nuestro perro. El abuelo se mostró entusiasmado con la idea y dijo que, para hacer un buen agujero, sólo necesitábamos una excavadora. Pero eso no suponía problema alguno ya que un amigo suyo, recordó, tenía una y seguro que estaría encantado de participar en la aventura.

Desafortunadamente, el amigo del abuelo estaba siempre demasiado ocupado.

Gentleman


La mayoría ya se había ido para casa y sólo quedábamos los rezagados en una noche que ya casi amanecía.

A buscaba un camello.

Tíos, ¿dónde se puede conseguir aquí una china?

Creo que no encontró ninguno, al menos no antes de que B y yo nos largásemos de la cuesta de Labrit, zigzagueando entre un pelotón de noctámbulos en horas bajas: él arrastrando una colchoneta inchable de Ballantimes y yo dando bandazos a derecha e izquierda.
No podría decir cómo llegamos a la Vuelta del Castillo pero sí que B se puso a contar los árboles que bordean el camino de la parte alta, junto a la muralla, hasta detenerse frente a uno -cuida de la colchoneta, Miñón-.Golpeó tres veces el tronco con la palma de la mano y, de alguna de las ramas, cayó una rosa. Yo no esperaba semejante truco a semejantes horas y en semejantes circunstancias, ni tampoco podía creer que aquello que agarraba mi mano fuera una colchoneta azul de playa. Me sentía como un personaje de Buñuel, paseando por un cuadro de Dalí junto a la pipa de Magritte con una rosa en la mano.

Siguió su camino la comitiva de cuatro miembros.

A la altura de la Casa de la Misericordia, en Sancho el Fuerte y de manera repentina, perdimos la colchoneta, que se coló debajo de un Seat Ibiza: imposible rescatarla, seguid sin mi. Sin embargo, la suerte estaba del lado de B y encontramos en la acera una rama enorme que bien podía sustituirla.
Y así, los cuatro (rosa, rama, B y yo) llegamos al portal de M Y allí permanecimos, agazapados detrás de un seto a la espera de que algún vecino incauto entrase. Nuestra llave fue una joven y acaramelada pareja. De un respingo -abandonando la rama- nos colamos tras ellos.

Cogimos el ascensor. Creo.

Cuando llegamos a la puerta de M –no recuerdo el piso ni la letra-, B posó la rosa en el felpudo.

Nos fuimos.

Y me gustó la historia

¡Nos casamos!


... y va ella y le dice que sí... ¡Le dijo que sí! Por eso hoy me ha pedido que compre una una pajarita para el mes de mayo. Y yo le he respondido: ¡Sí, quiero!

Sunday, November 26, 2006

Vicios y costumbres


Recuerdo que de pequeño no me gustaba leer los Superhumores. Miraba las viñetas detenidamente pero inventaba los diálogos. Luego, mordía las cuatro esquinas de las tapas. No podía evitarlo.

Scarlett Johansson solo para G.


Y me acordé, además, de cuánto te gustan los paraguas.

Saturday, November 25, 2006

Un lugar en el mundo


Sólo importa con quién.

La respuesta de Scarlett




Hace unas semanas leí en Xl El Semanal una entrevista a Scarlett Johansson –que, como dice Susana con cierta resignación, parece que ahora es musa de todo el mundo-. En realidad, me detuve sólo en la celda final con preguntas tipo test.

Scarlett y yo tenemos algo en común:

Entre Paul McCartney y John Lennon, me quedo con George Harrison.


El 29 de noviembre harán cinco años de la muerte de George.

Pueden tener mi amor, pueden tener mis sonrisas. Olvídense de las partes malas, no las necesitan. Sólo tomen la música, lo bueno, porque es lo mejor, y es la parte que doy con más ganas.


Grande.

Ella. El



1

Y cuando ella dijo sí, quiero, a él se le escurrió la alianza entre los dedos sudorosos. Atravesando el inmenso pasillo de la iglesia, sorteando los pétalos blancos de rosa, el aro labrado en oro se coló por el hueco abierto del portón, elevándose después hacia el cielo de Girona.



2

Llevaban sentados toda la eternidad a la sombra de un toldo en la terraza de un bar imposible. El silencio del atardecer ahogaba sus miradas que parecían evitar encontrarse. Él no sabía decirlo. Ella sabía que él no lo diría nunca. Ahora, él se miraba los zapatos; Ahora, ella se miraba los dedos de las manos. Algo rebotó contra el toldo y cayó haciendo añicos la taza de ella: una alianza labrada en oro. Ninguno de los dos quiso darse cuenta, o ninguno de los dos quiso querer darse cuenta. Ella preguntó:

- ¿En qué piensas?

- Nada.

- A veces te pierdes y te pierdo cuando piensas y dices “Nada”.


El se retrepó en la silla mientras hacía un canuto con uno de los envoltorios del azúcar. Intentó decirlo. Quería decirlo. Era el momento de decirlo. Pero sólo resopló, repitiendo aquellas tres malditas palabras: yo qué sé.

Friday, November 24, 2006

Kamikaze



Todavía queda combustible suficiente (puedes); tienes los mandos (agárralos con fuerza) y todo el cielo (inmenso, ¿lo ves?) para levantar el vuelo (no tengas miedo).

Creo en tí (te espero).

Llegar


Otros tiempos, otros canódromos.

Tampoco entendía demasiado.

Entonces.

Pero sabía a quién agarrarme.

Thursday, November 23, 2006

EN O’HARE


Volvíamos de comprar el último par de hamburguesas en el McDonalds. Nos arrastrábamos, más bien, abrazados a las grasientas bolsas de papel, cansados y hambrientos, por los inmensos pasillos del aeropuerto O’Hare de Chicago. Regresando a casa, como personajes de Rockwell, después de veinte días felices, muy felices en Atlanta y pensando ya en lo de siempre: mañana. Yo necesitaba un cigarro para ahogar los nervios que se me enroscaban como una enredadera en la garganta; Alberto, en cambio, los abonaba con tranquilidad y burlándose de mi hasta sacarme de quicio. Pero él estaba más cansado que yo y, quizá por eso, reparó en aquel hombre solo, sentado y leyendo un periódico deportivo.

Concho, que es Stoihckov.

Lo dijo suavemente, con gesto de sorna y poniendo boca de pato –Alberto no sabe mentir porque no lo hace nunca y, cuando bromea, siempre frunce los labios y dibuja una o pequeña de ganso.

Date prisa, pídele un autógrafo.

Y sin creerle del todo, musité:

Habrá que, digo yo.

Y busqué en el bolso mi cuaderno de notas aun sin estrenar. Y mientras buscaba recordé aquellos Madrid- Barça, Barça- Madrid de los noventa; la quinta del Buitre y el Dream Team: Butragueño, Stoichkov; Michel, Laudrup; Sanchís, Koeman. Enfrentamientos siempre apasionados, unas veces salvajes y otras épicos, que marcaron los sábados felices de mi adolescencia.
Así que me acerqué con mis huesos blancos de calcio y merengue, haciendo lo que me prometí jamás hacer: pedir un garabato a nadie que no fuese George Harrison, Ringo Starr o Paul McCartney.
Y él era Stoichkov: el sabueso de la banda izquierda que teñía de verde raso los calzones del mismo Chendo. Aquél bravucón de genio bravo que barrenaba con dardos envenenados los micrófonos de la prensa; el enemigo intimo más odiado por la afición blanca; el que aplastó con los tacos de su bota hirviendo el pie de un arbitro del que sólo por eso recuerdo; bota de oro en 1990, balón de oro –también- cuatro años después, en los Mundiales de Estados Unidos y elegido unánimemente mejor jugador búlgaro de todos los tiempos. Y ahora él, sentado sólo con las sienes encanecidas y un periódico deportivo de lengua ilegible; un viajero en el aeropuerto O’ Hare, el más grande de Estados Unidos.

Me acerqué torpemente y le sacudí tres golpecitos en el hombro:

Perdona, ¿Eres Hristo Stoichckov?

Se giró hacia mi un instante, me miró apenas con indiferencia, sin sorpresa, sin gesto y antes de volver al periódico y pasar la página, sólo dijo:

Era

Pero yo estaba con el cuaderno de notas aun sin estrenar y allí de pie. Y no podía hacer ya nada más que lo que fui a hacer y no quería.

¿Me podría firmar un autógrafo?


Si, claro. No hay problema.


Hristo Stoichkov.


Era.

Y después apuramos el último par de hamburguesas.

2 X 1 = 0


El autobús había revasado el peaje de Zuasti y la brevísima parada me despertó de una sacudida. Afuera, en la noche, llovía con terquedad.
Entre el repiqueteo monótono del agua y el sopor, escuché este diálogo:

A: No creo que se pueda querer a una sola persona para toda la vida. Cuando por fin estaba bien con uno, acabé liándome con otro. Quería al segundo, claro, pero no dejaba de querer al primero.

B: ¿Y sigues con alguno de los dos?

A: No.

B: Entonces será, sencillamente, que no querías a ninguno.

Wednesday, November 22, 2006

¿Te gusta bailar?


Sólo quería cruzar la Plaza de la Cruz pero me encontré en el centro de una verbena, haciendo eses para esquivar parejas de viejitos en blanco y rojo. Eran ya las nueve casi, hacía calor y no tenía mucho por hacer, así que me detuve bajo la sombra de un árbol. Me apoyé en un árbol y entonces les vi:

¿Te acuerdas?

Sus pasos eran torpes, lentos, desacompasados pero ellos parecían flotar en otra parte. Quiero decir que estaban y no estaban allí. O estaban allí y en otro mundo, en otro espacio, en otra vida. Él apoyaba la barbilla suavemente en su hombro, a veces, sólo rozándola. Ella cerraba los ojos con fuerza. Él tenía el cabello blanco y encrespado; ella, todo recogido en un moño plateado y redondo como la luna. Él, de rostro enjuto, a veces suave, siempre rojo; ella, queriendo sonreír o llorar, o las dos cosas, por dentro. Ninguno de los dos iba de blanco; ninguno de los dos llevaba pañuelo: Él, camisa a cuadros y jersey azul marino; pantalones de tergal, zapatos negros de verano. Ella, vestido verde hasta las rodillas, chaqueta negra sobre los hombros; las piernas al aire, cosidas de varices y unas zapatillas rojas de andar por casa.

Ahora, él miraba al frente, flaquito, sereno y un tanto perdido; los ojos le brillaban a través de las gafas como farolillos rojos. Ella se sumía en algún lugar con los párpados cerrados: no los abriría jamás.

¿Te acuerdas?

Allí estaban, ahora, hace sesenta años, en otra plaza. Hacía calor y eran las nueve casi. Un joven apuesto, una linda muchacha. Allí estaban mirándose apenas, de rojo y blanco; Él, cogiéndola de la mano y ella, dejándose hacer mientras cerraba los ojos:

¿Te gusta bailar?

Talgo direccion A coruña


No existen dos viajes iguales a un mismo sitio ni, aunque parezcan parecerse, parecidos; un mismo destino es, a su vez, siempre otro nuevo que recuerda sólo a aquel lugar que creíamos conocer de otra vida. Tampoco uno es uno, si a caso el sonido de un nombre repetido por otros nombres, otros otros que no son otros. En los viajes que juega la memoria nada es lo que fue.
Rumiaba todo esto al desacompasado compás del traqueteo de un viejo tren, camino a la estación de A Rúa-Petín. Un tren destartalado y bananero, blanco y azul, convoy de dos vagones en huelga, dirección A Coruña. Miraba correr el paisaje al través del cristal rayado de la ventanilla, sintiéndome carne de posguerra y meditaba todo esto, todo esto meditaba confundiendo las cavilaciones con las cortinillas amarillentas de tela podrida al sol.

Los vagones se bamboleaban en un swing de alto riesgo y cruzarlos suponía un inevitable ejercicio circense de equilibrio. Cada dos horas caminaba el departamento, de punta a cabo, para dar unas caladas feroces junto a los lavabos y desentumecer un poco las piernas, tropezando siempre con algún fumador desorientado que acababa hablándome del Año Santo o las suaves mantecadas de Astorga. A ratos, sentado, dejaba el libro y la ventanilla y recorría los rostros de los viajeros, remendados con tópicos surrealistas, teatrales como personajes de Almodóvar; pasajeros de clase turista que parecían actores contratados por RENFE, hijos de otros actores, con sus genes anclados en una época inmemorial y mitológica.

Pasaban las horas, se perdían por siempre jamás las estaciones que surgían de los suburbios, en una jungla de semáforos mecánicos, carriles y señales indescifrables. Pasaban las horas bajo túneles negrísimos.

Pensaba en todas esas cosas mirando al través de la ventanilla rayada y mirando también hacia atrás, recorriendo de memoria otros viajes. También imaginaba cómo sería todo a la llegada, cuando bajase del tren. Me imaginaba comparando esta llegada con las otras llegadas. Imaginaba que esta iba a ser peor que las otras, pero que con el tiempo sería igual que las otras porque el tiempo se encargaría de adornarla con recuerdos inventados.


Las viñas pregonaron calladas y verdes la entrada en la estación de A Rúa- Petín a la hora perezosa de la siesta. Las viñas pregonaron el final de otro viaje. Bajé del tren, uno más en un pequeño grupo de lugareños, bajo el inmenso parasol de nubes beiges y vientre hinchado, pero nadie me esperaba en el andén. Pensé que era triste eso, que nadie me esperara en el andén. Con el equipaje de una semana en la mano salí de la estación a la calle vacía. Pensé en el tiempo, entonces, que adornaría también esta llegada, con recuerdos mejores, con recuerdos inventados.

Adicciones


Ahora no quiero que faltes nunca.

Compulsivamente tuyo,

J.

Monday, November 20, 2006

C-C


A raíz de una entrada que leí en el Blog de P, comencé a detenerme cada mediodía en el escaparate de Piscis-2, la pajarería de Barakaldo. Allí, tuve un encuentro con un Hamster que responde a las iniciales de C-C.

Bien, resulta que el martes me quedé allí con la nariz pegada al cristal, mirándolo correr en su ruedita:

- Pareces buen chaval pero así no vas a ninguna parte, pequeño inepto-. Le dije

La ruedita empezó a girar más y más deprisa, produciendo un chirrido agudo, como de cafetera, acompañado de un olor a goma chamuscada: la ruedita salió disparada, atravesando primero los barrotes de la jaula y luego el escaparate.

No recuerdo nada más, sólo que al llegar a casa me faltaba la cartera, el reloj y, por supuesto, el portátil.

En el txoko


Nuestro txoko es, probablemente, el más pequeño de toda la facultad, sin embargo, los problemas de espacio los compensa un ambiente apacible y hogareño. Jordana y Ohiane tienen un carácter cálido, afable y, sobretodo, paciente. En cuanto a Edu y a mí, como tantos otros pintores, somos incapaces de vocalizar dos frases consecutivas, por lo que es difícil que discutamos.

Una mañana cualquiera:


J. (almorzando Chaskis): Ngmdg ngm ng pintura bmgbdbf mfmkrfn. Jujujuju.

Edu (apura una lata de Coca- Cola Light): ¡Bmdnmbg ubgdd dsbs pintura!

J.: ¿Gnmsdmsdghnm djk bdmnd pintura?

Edu: ¡Ah! bdfgdhd njdnd pintura. Jijiji.

Ohiane (sirviendo café del termo): Chicos, hablad más alto, que no entiendo nada.

Jordana (tranquilamente y mirando de reojo, mientras pinta): No te esfuerces, no saben…

Edu: Dfgdsds hhfrgf pintura bdhghrdrhd.

J.: Dbdhbrfs fb s fmffn pintura bf.

A veces, la rutina se rompe. Como hoy: Ohiane ha ganado un premio en un concurso de pintura.

Ahora tendremos que salir del txoko. Para celebrarlo.

El cuadro es de Edu.

Preguntar a Paco (II)


Y ésto:

Tener una historia es como ser dueño de una finca de recreo a la que puedes invitar a los amigos para que descansen y para que entiendan.

Hoy, Balu


NUCELAR, la palabra es NU-CE-LAR

Sunday, November 19, 2006

Preguntar a Paco


Hoy necesitaba leer a Paco:

El lector entiende el texto como quiere, porque le pertenece, es suyo, y puede hacer con él lo que le dé la gana. Si, haciendo uso del sentido común y de las reglas elementales de la interpretación, lo entiende de manera errónea, el autor no puede reclamar, porque tiene toda la culpa de haber dejado abierta esa posible interpretación falsa con la que, por supuesto, el lector quizá le atribuya una intención también falsa. De todos modos, esto último raramente ocurre sino con mentes estrechas, acostumbradas a mirar por el agujero de su ombligo, de sus manías o de sus prejuicios.

Que menos


J.: ¡ Muñoz, M se casa…en junio! Me lo confesó en la fiesta ella misma, “me caso el 23 de junio, eres uno de los primeros en saberlo”. Ya son dos exs en el altar… que yo sepa…

M.: Vaya, vaya, intuyo que no te lo has tomado demasiado bien…

J.: Desd, desde luego que no. Me, me hubiera gustado, ehm, oficiar… la ceremonia…

Consejo G.


Ayer, G. me dió un buen consejo: "exponerse tanto en el blog es un poco peligroso. Porque la gente puede interpretar algo totalmente diferente a lo que quieres decir". Me ilustró su teorema con algo surrealista que le ocurrió hace unos meses a raíz de un post en nomeacuerdo.

Y eso me hizo recordar una columna de Paco Sánchez en la que describía -entre otras cosas- cómo le gustaba tomar el café.

Saturday, November 18, 2006

Otra de Leireken


Es jueves a mediodía. Entro en la sala de ordenadores de la facultad. Y allí está con su coleta, chateando y leyendo el canódromo mientras come un sandwich "Tio Patxi":

J.: Pero Leire, a ver, ¿Se puede saber dónde te metes?

L.: ¡Ah, javiii! Jo, vine de Iruña ayer por la tarde. Pero, a partir de ahora, ya he dicho a todo el mundo que voy a venir toda la semana, que tengo un morro… jo…

J.: ¿Otra vez te has tomado vacaciones en Pamplona? Pero, qué pasa, ¿vive tu novio allí?

L.: Noooo, que va, que va. Tengo a las amiguicas y me quedo en sus casas, cada semana en la de una. Bueno, esta vez he estado en la de mi tía. Pero sin querer, ¿eh? …

J.: ¿Cómo que sin querer?

L.: Si, es que mi tía se ha ido de viaje y mi madre me pidió que, ya que cogía el bus en Pamplona, me pasase un momentico a regarle las plantas…

J.: …

L.: Me quedé allí cuatro días.

Planeta Picasso (III)


J.: ¿En qué piensas... Muñoz?

M.: Que ayer bebiste demasiadas cervezas, pródigo. Un jueves… y haz el favor de vocalizar cuando me hables.

J.: Sa sabes, ehm, que el detonante de la resaca ha... sido la probeta cargada de vodka con limón que promocionaban en aquel bar. He dormido vestido y la ropa olía a... cenicero, en un sofá, fuera de casa, y ... eso tampoco ayuda.

M.: Podrías no haberla cogido y, sin embargo, lo hiciste. No sabes decir que no, laxo. Un sofá, por duro que esté, no deja a nadie meditabundo. Por favor, tienes casi veintiocho años, madura de una vez. Así no vamos a ninguna parte.

J.: Sólo.., ehm, sólo tengo que ordenar mi vida... un poco…

M.: A esa conclusión llegaste con G hace nueve años, un martes a las cuatro de la mañana. Y mírate.

J.: Al menos escribo, eso, ehm, eso debería alegrarte… ¿no?

M.: Esa es otra, ñoño. No escribes más que de mujeres. ¿Por qué no te buscas una novia de verdad, eh, picha-floja?

J.: Me... yo, me da que, ehm, soy un tipo... ehm... resistible…

M.: Basta. Se acabó tanta tontería, volvámonos serios, ¿es que quieres acabar con un tutú?

J.: Hmmm, tutuuuuuú.

M.: Dios mío, a veces pienso que no tienes remedio.

J.: Llevas razón, si. Ahora,ya... mismo voy a, ehm, imprimir la plantilla para ...hacerme un horario.

M.: ¿Bromeas?

J.: En realidad… ehm … ¿Te importaría hacerlo a ti?

Probabilidades


Abrazaba mi cojín, repanchingado a lo ancho del sofá y ya a punto de abandonarme a ese estadio platónico que es la siesta, cuando en un programa de televisión dijeron que las probabilidades de la existencia de Dios eran de un 62%.

Insomnio repentino.

Quisiera saber cual es el porcentaje de probabilidades de mi existencia. Me va la vida en ello.

Friday, November 17, 2006

Hey Jude



Lo que más le impresionó a Paula de su estancia en Budapest fue el momento en que unos músicos callejeros tocaron esta canción. La plaza, antes vacía, quedó abarrotada de gente de todos los rincones del mundo haciendo los coros. Cuando acabó, el estruendo de una ovación multicultural deshizo los nudos en la garganta que no habían impedido cantar a nadie.

Y, al poco rato, la plaza quedó desierta.

No va a haber ningun problema


Estamos trabajando en ello.

Thursday, November 16, 2006

Fechas (II)


Es absurdo justificar un recuerdo. También intentar acertar qué siente alguien cuando recuerda algo, si ronronéa o se tortura.

Sabemos, en cambio, que el ramito de violetas de Cecilia -como siempre sin tarjeta-, lo enviaba el marido.

Pero esa fecha no la recuerdo.

Quizá alguno crea que conoce parte de esta historia, o toda entera. De todas formas, con pruebas no concluyentes, deberíamos evitar formular un juicio. Porque corremos el riesgo de equivocarnos. Para qué, digo yo.

Probablemente me acuerde de ella cada quince de noviembre mientras viva, o no. Quién sabe.

Sin dolor. Y con mucho cariño.

Porque, simplemente, fue la protagonista, perfecta o imperfecta; tan perfecta o imperfecta como yo -qué importa-, de una bonita historia.

Wednesday, November 15, 2006

El orador


Habíamos quedado en las escaleras de Termibús para ir de allí al cine. Hoy tocaba El laberinto del Fauno, de Guillermo Del Toro. Tengo mal recuerdo de una de sus películas y si al final he ido, es sólo porque Susana ha prometido ponerse a mi lado para taparme los ojos cuando saliesen tripas y eso.

Otra vez demasiado pronto, he pensado mientras salía de la boca del metro asumiendo, al menos, diez minutos de tedio. Pero resulta que allí fuera había un borracho desterrado de la estación de autobuses, con buen humor y muy teatral y, aunque estaba bien servido, no tenía mal aspecto: cabello oscuro, largo, con flequillo; barba rala; ojos negros, rasgados, brillantes y una boca elástica que parecía de goma. Vestía un polar azul y vaqueros.

Me senté en la escalinata y me dediqué a escucharle:

¡Historia!

Anoche me emborraché con doscientas o cuatrocientas botellas de vino, mi hermano Antonio me jaleaba.

Soy Colón, que te estaba saludando. Venga, tú, rodilla al suelo. Si estuviera Antonio, cantaría.

¿Cómo es la trompeta? Paraprapapapapapero.

Séptimo de caballería, lo mismo: para cortarles las piernas a ellos y no a los caballos.

¡Historia, a tomar por saco!

Y ahora que hay televisión: "¡Todos al suelo, que quiero un euro de castañas!" Y todo para salir en la televisión. "¡Mecá en tó, que ya hablaremos! Ahora, todos al suelo". Jodé la que se ha montado en el parlamento... treinta disparos: ratatatatatatata.

¡Historia!

Más culpa tienes tú, por tener un coche de... treinta caballos. Yo voy en bicicleta.

Tu eres testigo de que yo estaba aquí cantando por Soleares.

Anda el gallo enamorado de una gallina buena. El gallo le dice: "hey, pollita, la rumba vino del otro mundo". Cataluña la grabó mil veces, la masterizó.

"¡Que viene Herodes! Cesar, los que te van a tocar la sopleta os saludan".

¿Qué mas te da que baile o que trabaje si me pagan lo mismo?

¡Qué bien huele la calle, la calle que bien huele a especias!

Qué alegría, Juantalamera, aguántate la vela. Me llamo Juantalamero, porque si me llamase jauntalamera mearía sentado. Y no me gusta.

No he matado a nadie, me llamo Carlos: amaos los unos a los otros.


Entre tanto, Silvia y Susana ya habían llegado. Fue ella la que me dijo, mientras miraba fijamente al borracho:

En cierto modo, ¿No te da envidia?

Fechas


Hoy es 15 de noviembre, onomástica de mi hermano Alberto. De pequeños, nunca olvidábamos estas fechas. Ahora, mamá sigue preparando una comida especial – suele ser la favorita del homenajeado- y en el postre nos recuerda que, en Galicia, se le da más importancia al santo que el cumpleaños.

Hace siete años, tal día como hoy, quedamos Mónica y yo con Alberto para desayunar juntos en la cafetería del edificio de derecho. Nos invitó a café con croissant. Recuerdo que no me encontraba demasiado bien y, antes de acabar, tuve que pedir asilo en los lavabos. A la vuelta, Mónica me dijo: mira, es ella. La chica estaba de espaldas, acodada en la barra tomando un café con alguien; llevaba abrigo largo, hasta los tobillos y deportivas rojas. Al girarse, vio a mi hermana y se acercó a nuestra mesa.

Dejó caer su voz y su perfume, capaz de envolver el aire eternamente.

Tuesday, November 14, 2006

Remake con Susana


He visto cosas que vosotros no creeríais: Cohetes suspendidos en el cielo más allá de Barakaldo, retratos de perros almirantes en un café llamado Tempus Fugit; setas gigantes que crecían bajo botas asquerosas. Ahora, todos estos recuerdos se perderán como una tarde de sol en noviembre. Es hora de comer.

Abuelitas


Sigo tras imágenes que sirvan de referencia para el storyboard del spot. Ahora busco en Google, “abuelitas”. La primera página en la lista es porno, algo así como: Abuelitas sin dientes, pone -entre otras cosas-. Lo peor es que no me sorprende, qué va.
Sólo me pregunto porqué resulta tan barato mancillarlo todo. No hemos dejado nada, o casi nada, sin haberle asestado un zarpazo. Como niños que destrozan sus juguetes. Acostumbrados a flirtear con la basura, lo único que ya escandaliza es escandalizarse.
Paso inmediatamente de “abuelitas” a “abuelas”, a ver si hay una suerte mejor, y hallo consuelo en esta imagen.

El oeste


Los secretos mueren en una frase:

1) Pero no se lo cuentes a nadie, ¿eh?, o bien, 2) Que quede entre nosotros, ¿eh?.

Siempre ese ¿eh? inútil.

Luego viene el rumor, "run-run" del imaginario colectivo. Y después del rumor, la leyenda.

Por eso me gusta la penúltima frase de El hombre que mató a Liberty Valance:

Esto es el oeste, señor. Cuando el hecho se convierte en leyenda, no es bueno imprimirlo.

Monday, November 13, 2006

Planeta Picasso (II)


Sigo hilvanando, cada día, conversaciones imaginarias autodestructivas, sólo para mantener un poco en forma mi tendencia al drama.

Lugar: Un irlandés
Hora: Acabamos de cenar tostadas (cuatro quesos y especial de la casa).
Fecha: Ahora.
Situación: Argumento a X que no todos los artistas padecen neuras y que, incluso, algunos -cito dos nombres con biografías dudosas- son capaces de vivir una vida aparentemente normal. A mi, por ejemplo -le digo- me gusta el fútbol. Sería un marido modelo estándar.

X (mirándome con preocupación): No me daría ninguna seguridad compartir mi vida con un pintor. A veces te imagino lanzando pintura con la brocha, como Pollock. Y yo quiero una vida normal, una casa normal, hijos normales, esas cosas. No quiero, no quiero, no quiero enamorarme de ti.

J.: ...

X: ...

J.: ...

X: Una pregunta... por saber... lo de ser pintor ¿va con los genes?

Aquellos segundos de fama




Buscaba imágenes de pollos para dibujar el storyboard de un spot publicitario. Todavía no se cómo he llegado a estos dos minutos y medio de fama repartidos entre los alumnos de la facultad de comunicación (promoción 1996-2000). Recuerdos.

Vertigo. De entre los comunicadores


La voz, acelerada, pertenecía a Gonzalo:

G: Muñoz, el sábado han organizado una comida para celebrar que hace diez años empezamos la carrera. Llámale a Kakun, ella lleva el tema. Apúntate.

Se refería a la otra carrera, en mi caso, no finnita.

J. (contento): Bien, bien. Dame su número, que no lo tengo.

Iba con José en el autobús hacia Bilbao. Más allá de la ventanilla, la noche galopaba con la furia del caballo de Atila y el estallido de ilusión por el encuentro se fue consumiendo en la oscuridad.

Y un temor repentino.

¿De qué podré hablar a todos esos señores?

Un dia como hoy


El tiempo sigue confuso. Ha pasado casi la mitad de noviembre y el frío no acaba de llegar. Se palpa la inseguridad en las calles de Barakaldo a primera hora de la mañana.
Después de desayunar, subo la persiana de mi cuarto pero todavía no ha amanecido; titila alguna estrella, sin embargo, veo nubes enormes avanzando desde el norte. Abro la ventana y saco el brazo, a pesar de que la temperatura, a esas horas -ya se sabe-, resulta engañosa.

La cuestión: ¿hace día de abrigo?

Salgo del portal, preguntándome si mi elección habrá sido correcta. No soporto tanta incertidumbre. Llevo un abrigo largo de paño. Miro a los transeúntes que, a su vez, también me miran a mí. De arriba abajo, con un disimulo descarnado. Cuento tres abrigos y dos cazadoras hasta la parada de autobús. Saludo al chofer, buenos días y, antes de abrir los relatos de Cheveer, miro a través ventanilla. Sonrío maliciosamente: Será gañan el tipo ese, a quién se le ocurre salir un día como hoy en mangas de camisa.

Sunday, November 12, 2006

Breve historia de un libro


Invertí mi primer sueldo en literatura. Tenía ocho años y había trabajado una tarde con mis hermanos repartiendo propaganda del supermercado por los buzones del vecindario. El libro se titulaba Fray Perico y su borrico, de la serie naranja de El Barco de Vapor. En realidad, lo compré por el autor, que se llamaba Juan Muñoz Martín, como mi abuelo, que había muerto la primavera anterior. Lo cierto es que yo tenía la certeza de que mi abuelo era él y, aquél, su secreto. Me lo imaginaba escribiendo a escondidas, a la salida de la fábrica, con el mono azul y riéndose de sus ocurrencias en una habitación con sólo la mesa y el flexo.
Por eso regalé el libro a la abuela María, para que leyese lo que había escrito en secreto el abuelo. Pero eso no se lo dije.
Todos los veranos me contaba cuántas veces lo había releído, riéndose sola, antes de irse a la cama.

Cada vez que vuelvo al pueblo –ya no está mi abuela, ya no está-, cojo el libro de la estantería del mueble del comedor, lo abro y leo en la primera página:

Para Javi, con el dinero de su primer trabajo.

Mamá.

15-04-86

La historia de Bella y Marc




Una de las más hermosas historias de amor que he visto y he leído, la protagonizaron Marc Chagall y Bella Rosendfeld. La belleza de la relación, se refleja en la magia que desprenden los cuadros del pintor y, también, en las inmensas autobiografías que escribió cada uno: El primer encuentro, de Bella (por desgracia, el libro está descatalogado) y Mi vida, de Marc Chagall (reeditado hace un par de años por Editorial Acantilado).

La pareja se conoció en 1909, en la casa de los padres del pintor –vendedor de arenques, él; dependienta de una tienda de comestibles, ella-; mientras que la familia de Bella, una de las más ricas de Vitebsk, se dedicaba al negocio de las joyerías.

En Mi vida, Chagall describe la visión de aquel momento:

Su silencio es el mío. Sus ojos, los míos. Es como si ella me conociese desde hacía mucho tiempo, como si supiera todo de mi infancia, de mi presente, de mi futuro; como si velase por mí, me adivinase más de cerca, a pesar de que la véo por primera vez. Tuve la sensación de que era mi mujer. Su tez pálida, sus ojos. ¡Qué grandes son, redondos y negros! Son mis ojos, mi alma.



Bella, a su vez, en El primer encuentro narra así la primera vez que vio a Marc:

Donde pueden se pueden ver los ojos, éstos son azules, como si hubieran bajado directamente del cielo. Son distintos a los de las demás personas, largos almendrados. Están muy separados el uno del otro: como barcos que navegan con independencia. Nunca he visto semejantes ojos. Bueno, quizá sí, en algún libro con ilustraciones de algún animal. Su boca, ancha, muy abierta: las comisuras de los labios llegan hasta las orejas. No sé si va a echar a hablar o si se quiere morderme con sus dientes, blancos y brillantes. Ahora se agacha; realmente, parece un animal que se dispone a dar un salto.

En otro fragmento maravilloso, Bella describe como decoró la habitación de Chagall con flores y telas de colores, con motivo de su cumpleaños. Aún tenía el ramo de flores en la mano, cuando Marc le pidió que estuviera un momento quieta para retratarla. Bella escribe:

Te abalanzas sobre el lienzo, que tiembla en tus manos, sumerges el pincel, aprietas el tubo de pintura (…), me secuestras en una corriente de colores. Unidos, flotamos por la habitación, nos dirigimos hacia la ventana (…). Las paredes, decoradas con telas de colores, dan vueltas, tumbándonos. Volamos hacia el exterior, por campos de flores, por encima de casas cerradas, de tejados, granjas e iglesias.

Se casaron en 1915 y al año siguiente nació su única hija, Ida. La primera parte de la historia duró treinta y cinco años, hasta la muerte de Bella, en Cramberry Lake, USA (1944), a causa de una infección viral.
Ocho años después, Chagall contrajo matrimonio con Vava, pero Bella no dejó jamás de volar en sus cuadros, durante las cuatro décadas que le sobrevivió. Porque, como dijo Chagall, en el arte y en la vida todo es posible, si se funda en el amor.

Saturday, November 11, 2006

Amaia


También conocí a Amaia el año pasado, en Geometría como Método de Pensamiento, la asignatura de los viernes por la tarde. Resulta imposible definir a Amaia sin emplear, al menos, los siguientes adjetivos: atractiva, misteriosa, neurótica, inteligente, observadora, graciosa. Pertenece a esa clase de chicas que inspiran ternura, quizá porque su estudiada imagen desgarbada, grunge (lleva siempre vaqueros de tiro bajo y chaquetas de lycra con cremallera, estilo chándal) , no logra ocultar el aura de fragilidad que irradia en ciertos momentos y que a mi tanto me gusta.
Tiene una de las miradas más expresivas que jamás he visto, ojos enormes -entre ocres y verdes- que tienden a brillar, a humedecerse. Los labios, en cambio, son finos, una línea delgada que dice sin necesidad de hablar, aunque su voz, indefinible, envuelve el aire para hacerlo más cálido. La delgadez y cierta estatura le confieren ese aire huidizo, enigmático y potencian el aspecto desgarbado, la forma de moverse; cada gesto. Cuando se maquilla y se recoge el pelo hacia la izquierda, pocas veces, dan ganas de coger los pinceles y hacerle siete retratos.

Por azar, supongo, nos tocó el mismo turno para hacer la automatrícula, un jueves lluvioso a finales de septiembre. Los dos acabamos la carrera este curso, pero ella, que lleva siete años en la facultad y está un poco harta, ha cogido todos los créditos que le quedan en el primer cuatrimestre. Por eso me pidió que le recomendase alguna asignatura fácil de la que hubiese oído hablar bien. Así que coincidimos en tres.

El jueves nos tocaba la de Análisis Experimental y Personalizado de la Imagen, tres horas seguidas por la tarde. Amaia trabajaba en sus pictoesculturas; yo, en un cuadro. A media tarde, Amaia se sentó en el suelo, junto a mi. Llevaba una tabla en la mano:

A (como una niña): Javi, me aburro un poco.

Le tendí la brocha.

J.: ¿Quieres pintar?

A: ¡Qué guay! ¿me dejas?

J.:claro.

Al rato se cansó.

A (en voz baja): Toma, Javi, que me está mirando la profe ¿Qué puedo hacer ahora?

J.: Hmmm.

A (mientras se levanta): Voy a escribir en esta tabla que me aburro, ¿qué te parece? ¿Luego se la podré enseñar a Txaro? No se enfadará…

J. (bromeando): Bueno, será tu obra más arriesgada.

A: Jajaja. Ya, tío.

Volvió con una regla, un rotulador permanente dorado y un bote de acrílico negro. Diez minutos después tenía el “me aburro” más elegante de la historia de arte.

Friday, November 10, 2006

A mi me pasa


Tecléo ésto mientras suena en la radio A la primera persona.

Y qué le voy a hacer si me cae bien Alejandro Sanz.

El domingo cumple años mi hermana. Vaya. Quizás alguien le regale El Tren de los momentos. Quizás.

El disfraz


Hace poco le pedí que me devolviese, por favor, el sentido del ridículo. Pero me respondió que él es periodista, no psicólogo –ni mucho menos- y, por tanto, de eso no podía restaurarme un ápice. Zanjó el asunto argumentando que, al fin y al cabo, el sólo me hizo un favor absolutamente, y cómo no, desinteresado.

La historia se remonta a la nochevieja del año 96, si mal no me olvido. En Pamplona, después de las uvas, la tradición local pide disfraz.

Decía que, aquella noche me decidí a salir a última hora y no tenía preparado ningún disfraz. Quería evitar a toda costa ir de lo de siempre en estos casos desesperados: "maruja con rulos" o "mujer anónima venida a menos". Total, que a mi hermano se le ocurrió, a la segunda de champaña, lo del disfraz de Miguel Induráin. Y yo le dejé hacer. El concepto que manejó para la confección del traje fue la incógnita sobre el futuro del ciclista. Va a quedar cojonudo, ya verás como te sacan en el periódico, dijo.

Para ello rebuscó en cajas y armarios. Encontró:

- Gorra, guantes y culote de Banesto (piedra angular del disfraz)

- Gafas de sol "estilo Lennon" de baratillo.

- Camiseta interior nórdica de manga larga capaz de asfixiar en el crudo invierno siberiano.

- Medias negras de mamá.

- Deportivas blancas Reebok.

- Cajita de ceras Manley.

- Lápiz de ojos.

- Cupones de la once.

- Imperdible.

- Bastón de plástico.

- Su vieja bomber, para que no pasar frío.


Dejé carta blanca a mi hermano; me vistió como a un torero en el hotel. Salimos del cuarto de baño después de la sesión de maquillaje.

El novio de mi prima abrió la veda en el comedor: "curioso disfraz de Jockey"; mi tía: "eres clavado a Nacho Duato"; otro hermano: “si le metes un par de calcetines más en el paquete, de cintura para abajo tendría un aire a Mick Jaegger”; Mi padre: “pareces la sota de bastos, hijo”. Mi madre: “Javi, puedes quedarte en casa, si quieres”.

Salí a la calle. La gente me miraba con desconfianza, como analizando un imposible. Se oían apuestas, murmullos de desconcierto, grititos de espanto.
En el Casco Viejo siguieron los acertijos durante toda la noche: “¿Teniente O’Neall?, ¿Polifemo?, ¿Rasputín?, ¿gilipollas?, ¿aviador?, ¿Cocinero?, ¿Don Sebastón?, ¿sátiro?, ¿skin invertido?”

Larga madrugada.

Volví a casa a las siete de la mañana, derrotado. Al menos, el final estaba cerca. Todavía no había amanecido y una niebla espesa cubría la ciudad. Por la estrecha carretera de Mutilva alcancé a una comitiva de vikingos con su canoa; me uní a ellos.

J.: Hola, vikingos.

Portavoz vikingo: ¡Feliz año, ehhm… Espinete!

Thursday, November 09, 2006

Antes de dormir


El Arte y la vida es la única manera de entender el mundo, mi yo, mi existencia. Una forma de vivir para contarla, para que me quieran mis amigos, que diría García Márquez. El sentido de que pasen cosas es poder contarlas. La vida es la búsqueda de un final significativo. Experiencia. Porque yo he visto cosas que vosotros no creeríais.

Soñar, absorber, pensar, unir, articular. Jugar con el azar para dotar a todo esto de un sentido lógico. Y decirlo componiendo con colores, manchas, trazos, puntos, planos, tensiones, texturas. Probar, poner, aprender a quitar. Conocer. Sentir.

Y esa cuerda floja entre la realidad y la ficción que me aniquila: un viaje corto al filo de la navaja, donde hay que elegir para no perder; y apostar; y querer querer.

Pinto porque no quiero saber hacer otra cosa; para ser el que no soy, para ser otro.

La pintura lo llena todo, todo es pintura: cada gesto, cada mirada, cada roce, cada historia, cualquier lugar; el más ligero matiz, el aire. Saber asombrarse todavía. Y todo eso contarlo.

Volar


Hubo una vez en que la realidad era sentido.

Wednesday, November 08, 2006

Biografía portatil para tirar


Iñigo me contó algo, hace ya mucho tiempo, de los consejos que dió Alphonse de Toulouse-Lautrec a su hijo Henri. He buscado en internet y no he encontrado nada al respecto. Recuerdo que uno de ellos era que jamás se dedicase a la pintura. Los otros: 1)que no se juntase con mujeres de la calle, 2)que no frecuentara el hipódromo, 3)que no se abandonase a la bebida.

Sin embargo, en úna página dedicada exclusivamente al arte, en seis líneas se pulian su vida y obra:

Henri de Toulouse-Lautrec nace en 1864 en Albi y muere en 1901 en el castillo de Malromé (Gironda). Queda lisiado a consecuencia de accidentes en 1878 y 1879. Su vida discurre en Montmartre, París, donde conoce a Van Gogh y Gauguin. Alcohólico, realiza una cura de desintoxicación en Neuilly. Fue pintor, grabador y autor de carteles. En sus obras plasmó el ambiente de los cabarets, salones de baile, bares y cafés. Destacan sus apuntes y retratos de cantantes, bailarines y prostitutas.

Y pintó tantas almas, tan bellas.

Pensaba que Jessy


Quería escribir algo de Jessy que me hizo mucha gracia. Se trataba de un diálogo parecido a este. Recuerdo que había ido a recogerla a la parada de metro y caminábamos por la calle Azkue hacia mi casa:

J.: Tengo un regalo para tí.

Jessy.(sin mirarme): Lo veré dentro de un año.

J.(mosqueado): Dentro de un año... ¿Porqué?

Jessy: Por nada en especial. Tengo por costumbre abrir los regalos un año después de que me los hayan dado.

J.: ¿Y si es ropa y se te ha quedado pequeña?

Jessy: Si me gusta, adelgazo.



Pero hace una semana le pregunté si realmente aquello era cierto. Me contestó que si le veía cara de estúpida.

Ahora voy como un mendigo preguntando de una en una: ¿Eres tú la chica que abre los regalos un año después?

Tuesday, November 07, 2006

La decision


Necesitaba hacer algo con la historia de la jaula (¿ha pensado qué va a hacer?) y sólo se me ocurrió acudir a un amigo que sabe mucho.

Después de escuchar atentamente, dijo:

- Tener un hijo a esas edades te echa todos los planes abajo, cambia tu vida; bien, puede ser. Es algo parecido a empezar de cero. Difícil. Pero si uno quiere, siempre se sale adelante.
Lo otro, en cambio, es peor. Te cambia el carácter para siempre, la manera de entender la vida y encarar los problemas.

Me gustó.

Imagen: La mano de un feto de 21 semanas se agarra del dedo del cirujano, cuando éste lo va a someter a una cirujía de corrección de espina bífida en el interior de la matriz. La operación se llevó a cabo en el Vanderbilt University Medical Center, en Nashville, el 19 de agosto de 1999. La fotografía es de Michael Clancy.

Ella- El


Cuando ella le pregunta:

¿Me quieres?

Él siempre responde:

Pregúntamelo mañana.