El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Monday, September 28, 2009

Indignación



Roth entretiene. Se repite. Languidece.

Si me preguntáis cómo es posible tal cosa, la memoria sobre la memoria y nada más que la memoria, no puedo responderos, desde luego, y no porque no existan un“tú” ni un“yo”, como no existen un“aquí” y un“ahora”, sino porque todo lo que existe es el pasado recordado, no recuperado, ojo, no aliviado de la inmediatez del reino de la sensación, sino tan solo reproducido. ¿Y cuánto más de mi pasado puedo soportar?

(Philip Roth, Indignación)

P.D: Recomiendo Patrimonio.

Looking for Paradise/ Alejandro Sanz & Alicia Keys

Tuesday, September 22, 2009

Twelve



Con 18 años, Nick McDonell (Nueva York, 1984) desplegó todo el talento. Su primera novela se titula Twelve y merece leerse. Espléndida.

No daré más pistas.

Monday, September 21, 2009

La pregunta



Albricias,

Ortega Cano tiene (nueva) novia o amiga, según la fotografía cuyo pie reza así:

De la mano y muy sonrientes.

No se habla de otra cosa,

para qué.

Migas de pan

y circo romano.

Programa rosa vespertino, al teléfono el hermano astuto de la (nueva) novia o amiga -he ahí la cuestión- de Ortega Cano. La cosa, para los "periodistas", es salir de dudas, sonsacar por lo pagado. Amortizar. Destrozar. Saciar al público. La cosa para el hermano es sacar tajada sin decir mucho.

Tira y afloja. Nadie se aclara.

Hasta que por fin, la pregunta:

¿Qué opinión le merece a su hermana Rocío el acto ese de cogerse de la mano?


La Foto, de aquí

Sunday, September 20, 2009

Ni de Eva ni de Adán



Uno se enamora de aquellos a los que no soporta, de aquellos que representan un peligro insostenible… En el amor, veo una artimaña de mi instinto para no asesinar al otro: cuando siento la necesidad de matar a una persona en concreto, ocurre que un misterioso mecanismo -¿reflejo inmunitario?, ¿fantasía de inocencia?, ¿miedo a ir a la cárcel?- me hace cristalizar alrededor de dicha persona

Ni de Eva ni de Adán, pues así también el último libro de Amélie Nothomb (kobe, Japón, 1967) queda en tierra de nadie. Chirría ese "me sentí", como dándose demasiada importancia, empalagosa primera persona; parece que escribiese para ella misma o para una legión de aduladores. O, simplemente a Rinri, y aprovechándose de Rinri, personaje secundario de la novela, en un falso homenaje. Tiene el texto un deje repelente de justificación. Memoria ombligo de una historia de amor en Tokio (radiografía a su manera, bien, a la sociedad nipona).

La autora sigue haciendo gala de sus cualidades narrativas: sabe contar y hay pasajes francamente evocadores. Entretiene a veces, pero en general uno piensa solo en acabar el libro.

Queda ser justo. He leído y me han gustado otras cuatro novelas de Amélie Nothomb: Estupor y temblores (el que más), Metafísica de los tubos, Cosmética del enemigo y Diccionario de nombres propios.

Y más que leeré.

Wednesday, September 16, 2009

La hermandad de la uva




Tanto me gustó Espera la primavera, Bandini, que no quería volver a leer nada más de John Fante, que en aquella -pensé- había contado lo que tenía que contar.

(Pero tanto me gusto que)

La hermandad de la uva sorprende: mucho humor, mucha mala leche, sí, pero con poso vitalista. Un homenaje gamberro y entrañable a la figura paterna y a la familia (y a la literatura y a Dostoievsky), que no deja espacio para el idealismo, que sí para el amor, también en esas y otras formas extrañas.

Así comienza:

Una noche del pasado septiembre me llamó mi hermano desde san Elmo para decirme que nuestros padres volvían a hablar de divorciarse.

- ¿Y donde está la novedad?
- Esta vez va en serio -dijo Mario.

Nicholas y María Molise llevaban casados cincuenta y un años, y aunque desde el principio había sido una relación infeliz, mantenida y conservada por el inflexible catolicismo de mi madre, que castigaba a mi padre tolerando de un modo irritante su egoísmo y su desprecio, ahora nos parecía una locura que quisieran separarse, ya que mi madre tenía setenta y cuatro años y mi padre setenta y seis.



(La hermandad de la uva, Compactos Anagrama, 7 euros/ 207 páginas)

Thursday, September 10, 2009

Ese señor (I) Botellón Borroka



Por si alguien (como yo, la mayor parte de los días) no se ha enterado, el otro día, en una población cercana a Madrid, las fiestas del pueblo terminaron en fuertes enfrentamientos con la Policía. Las imágenes (aquí vídeos y textos)* no son nuevas: botellazos, hogueras, carreras, cargas policiales. Chris Marker podría hacer una película con ellas.

Eso, en un primer vistazo. Pero es bien sabido que las imágenes mienten. Siempre, o casi siempre. Así que hay que leer la letra pequeña. Por ejemplo: Pozuelo de Alarcón es una de las ciudades con la mayor renta per cápita de la Comunidad de Madrid. Un municipio próspero, con tres universidades, multitud de colegios privados, y un índice de inmigración casi inexistente (las criadas no cuentan, porque no duermen ahí, sino en Villaverde).

Es decir: no estamos ante unos disturbios raciales, ni políticos. No son un grupo de parados hartos de malvivir, ni unos violentos (qué barata está esa palabra) tratando de imponer sus ideas a lo bruto. No. Tampoco son chavales sin trabajo, ni emigrantes de tercera generación sin perspectivas de futuro. No, amigos, no. Son pijos (...)



(CONTINÚA EN NOMEACUERDO)


* Para ver las imagenes, también, en nomeacuerdo.

Sunday, September 06, 2009

La edad de hierro



Las novelas de J.M. Coetzee tratan la realidad con una crudeza capaz de ahuyentar a lectores avezados. Por el mismo precio, otros encontramos algo así como asilo en su lectura. La edad de hierro en todo caso acentúa el tono descarnado y afila la frontera entre seguidores y detractores del escritor sudafricano.

El ser y su entorno (memorable la relación entre la moribunda señora Curren y el sin techo Vercuil); la sociedad (en este caso la sinrazón en la Sudáfrica del apartheid tiene carácter universal). La confrontación de ambos parámetros. Humanidad en todas sus acepciones.

Habrá momentos para una rara belleza, en las manos del lector queda querer reconocerla.

En contra: quizá las reflexiones de la protagonista se hagan excesivas, demasiado abstractas en algunos fragmentos.


Por tanto, déjame que te transmita mi segunda palabra, vacilante. Si no quiero quererlo a él, ¿cómo puedo decir que mi amor por ti es sincero? Porque el amor no es como el hambre. El amor nunca queda saciado ni calmado. Cuando uno ama, sigue amando. Cuanto más te amo a ti, mas tendría que amarlo a él. Cuando menos lo amo a él, menos, quizá te amo a ti.

(La edad de hierro, J.M. Coetzee, 224 páginas/ 7,95 euros)