El Canodromo
Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.
Saturday, February 28, 2009
Tristes guerras
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
(Miguel Hernández)
Friday, February 27, 2009
Impopular
Hace pocos meses y después de cuarenta años, alguien en El Vaticano perdonó a John Lennon por decir en una rueda de prensa que los Beatles eran más populares que Jesucristo. Los medios de comunicación reprodujeron las declaraciones y, de inmediato, se inició una caza de brujas: quemas callejeras de discos, posters, libros y demás por todos los rincones de Estados Unidos. Pero alguien considera ahora que Lennon era un joven de la clase obrera con poco seso y mucho ímpetu que no supo asumir el éxito. Y tiene a bien perdonarlo.
Lennon tenía razón.
Años antes, Gandhi, un hindú enclenque y miope, había espetado: Me gusta el Cristo de ustedes, no me gustan sus cristianos; sus cristianos son tan distintos de su Cristo...
Año 2009: ¿Qué significa ser cristiano?, ¿Queremos serlo de veras, somos consecuentes, nos interesa, o es una fachada, una palabra vacía, un bálsamo?, ¿Hemos olvidado que lo importante es el prójimo? Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo: ¿Sabemos de verdad querernos a nosotros mismos (qué significa eso realmente), sabemos amar al prójimo? Es más fácil decir amo a Dios que amar al prójimo. Porque a Dios no lo vemos, porque no estorba y, sobre todo, lo modelamos a medida de nuestros intereses (¡ah, el amor platónico!). Y sin embargo Dios está en el prójimo, en cada ser humano: porque tuve hambre y me disteis de comer... ¿Qué transmitimos nosotros, los cristianos? Parece que sólo se nos conoce por el empecinamiento en temas tales como: aborto/ eutanasia, homosexualidad, preservativo (es cierto que hay misioneros y tal y cual y gente que hace y eso, pero no estoy hablando de ellos). Y nosotros, ¿qué hacemos cada día? Perdemos más tiempo justificando el mal que estamos aún haciendo, el mundo es así y entonces yo, sabes, y acusando a los otros que en quitarnos la viga de nuestro propio ojo y empezar a ser personas capaces de amar sin matices.
Aquí van siete razones por las que Jesús no es popular, ni siquiera entre los cristianos:
Mateo 5, 13-16
«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Mateo 23,13-22
En aquel tiempo, Jesús dijo: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis con llave ante los hombres el reino de los cielos; vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando, no los dejáis entrar.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, y pretextáis hacer largas oraciones. Por eso recibiréis condenación más rigurosa.
Mateo 5, 43-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.
Marcos 12, 13-17
Y envían donde Él algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?» Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.
Mateo 5, 43-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.
Marcos 10, 17-27
Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios.
Mateo 5, 38-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.
Wednesday, February 25, 2009
La plenitud
Leo La plenitud de la señorita Brodie. Escribe Peter, luego copio (hasta la foto):
Cuando falleció la escritora británica Muriel Spark la trajimos aquí: era la época en que morían como moscas con sólo leerles. Esta vez se puede leer después.
Pre-Textos publica La plenitud de la señorita Brodie. Es un buen pretexto. Se trata de una de sus mejores novelas. Habla de saber cuándo uno está en la plenitud de su vida, pero sobre todo de cómo vampirizar a un grupo de niñas para convertirlas en la crème de la crème y fracasar estrepitosamente.
El colmillo de Muriel Spark no tiene igual en este hemisferio (del otro, no sé). Pero, curiosamente, no hay cinismo, sino un tratamiento cómico de las cosas más serias para revelar su auténtica faz.
La frase: "Los filisteos se nos echan encima".
(Peter, en Letras Enredadas. En la imagen, Muriel Spark)
Qué grandísimo bobo eres
Llegaron a casa, no sé cómo, tres o cuatro cassettes de cuentos. Me gustaba escucharlos tumbado panza arriba, descifrando las manchas del techo. Ayer, mientras dibujaba y descifraba mis propias manchas sobre el papel, pensé en el único que recuerdo.
El protagonista se llamaba Alí, pero no se apellidaba Babá. La familia de Alí era muy pobre. Tan pobre como puede serlo una familia pobre de cuento.
El caso es que la madre le regaló por su cumpleaños un sombrero. El niño se había empeñado en tener uno, como el resto sus amigos (como el resto de los mortales, pensaría él). Imagino los materiales humildes: el hilo, la tela. Imagino también -me emocionaba esa parte- a la madre ahorrando para poder comprarlos y luego tejiendo a escondidas para sorprender al hijo.
Al pequeño Alí le encantó el obsequio de su madre. Salió con él puesto, orgulloso a la calle. Un muchacho rico, imagino un potentado con su séquito de chupapollas -con perdón- a la espalda, le detuvo, asombrado por el sombrero, prendado de la prenda. Tanto es así que le ofreció a cambio lo que ahora serían muchos euros y propiedades sin hipotecas. Así funcionaban las cosas y así siguen funcionando. Sin embargo Alí no aceptó el trato, vamos, ni de coña. El potentado -príncipe, o lo que fuera- se largó, también imagino, con el rabo entre las piernas. Como quien dice.
Total, que cuando llegó a casa le contó lo ocurrido a su hermano mayor. En los cuentos los hermanos mayores sueles inteligentes, realistas y cabronzuelos. Recuerdo bien lo que le dijo:
Pero Alí, qué grandsimo bobo (que no Babá) eres, ¿No ves que con ese dinero mamá podría haberte comprado miles de sombreros? (sombreros, personas: qué más da).
Alí respondió:
No sería lo mismo.
Y, bueno, confieso que el final se me olvidó. Ya hace mucho.
Tuesday, February 24, 2009
A la naturaleza
He decidido no pintar los fines de semana.
Ah, muy bien.
Necesito naturaleza, monte.
Sí. Nada de pintura los fines de semana.
Subo al coche. Jose se ha puesto unos pantalones viejos y camiseta oscura. Yo voy de paisano: pantalón vaquero, camiseta a rayas, chaleco de punto y deportivas. Tenía en casa unas Coronitas, mira. Y he traído abridor. Perfecto, tío. Nos ponemos al día en cuestión de minutos. Salimos al campo, un poco de verde. Dirección Francia, por qué no, decidimos. Son las cinco de la tarde.
Basta con que no se vea la carretera.
Genial.
En cuanto veamos un desvío, ahí nos metemos.
Bien.
Se acabó la obsesión de la pintura.
Eso. Nada de pintura.
Y vemos el desvío, paramos, y leemos atónitos, Akerreta* 1km .
Imposible escapar. Nos reímos. Saco una fotografía de la señal y se la mandamos a Jorge.
¿Subimos?
Venga.
Constatamos que los animales domésticos de Akerreta se chotean de los vehículos a motor. Aparcamos cerca de la iglesia -imposible no hacerlo, el pueblo son cuatro casas y un hotel (a donde Jose propone que vayamos a merendar queso y vino)-, metemos las cervezas en la mochila y tiramos hacia Larrasoaña. Nos detenemos junto a un prado con caballos. El mal de la pintura: tonos, líneas, estructuras, anatomía, luces.
Mejor vamos en otra dirección.
Y reculamos hasta la cancilla que hay que cruzar para retomar el Camino de Santiago. Hace fresco, andamos cien metros. O menos.
Deberíamos seguir hacia Santiago. Así, tal cual. Como vamos.
Sí, tío. Ya compraríamos ropa en los chinos.
...
Ese es nuestro árbol.
Sin duda.
Y charlamos y reímos mucho, tomándonos las Coronitas hasta que oscurece.
*También apellido del pintor y maestro, Juanjo Aquerreta.
Monday, February 23, 2009
Hospital de Orbigo
(En homenaje a eresfea y Carlos y en memoria de cobicabrón)
He tenido cuatro bicicletas, con una llegué Santiago de Compostela, a mediados de julio de 1995. Quise abandonar en la segunda etapa, a la altura de Viana, cerca de Logroño. Tenía agujetas por todo el cuerpo, me dolía el culo, escupía saliva hirviente. Llamé a casa, pedí clemencia; acaba lo que has empezado, contestó papá. Y colgó. Miré a Carlos desde la cabina y le maldije en silencio. Él había organizado la peregrinación, palabreando en los recreos, y yo le seguí la corriente. No fui consciente de lo que hacía hasta llegar a Estella con los pulmones en la punta de la lengua, y eso que por entonces no fumaba. Desde la cabina se le veía bastante fresco, igual que a los otros tres.
Pero en adelante todo fue a mejor.
Llegamos a Hospital de Órbigo, entramos en un bar. Había dos peregrinas jugando al billar. Así conocí a Helena con H. Hola, soy Helena, con H. Hola, soy Javi, con J. Fue mi primera conversación coherente con una chica, una que amenazaba tormenta, en el camping-albergue, a cielo descubierto. Era de Madrid, vivía en Atocha, su padre la zurraba duro pero se largó de casa con otra mujer. Hacía el camino con su madre y su hermana, sabía un par de cosas de sexo y blasfemaba, su novio le había puesto los cuernos, yo sólo poseía un conocimiento teórico sobre el bien y el mal. Hablamos sobre amor y de nuestros sueños, ella quería ser veterinaria, esta camiseta, le dije, la he dibujado yo. Eramos adolescentes. En una de las tiendas, alguien tocaba con la guitarra knocking on heavens door. Me cogió la mano, intercambiamos direcciones. Nos escribimos durante dos años. En las posdatas poníamos siempre, te quiero mucho.
Sunday, February 22, 2009
Y no es verdad, dolor, yo te conozco.../ Hace 70 años, en Colliure
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena.
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
(Antonio Machado)
Saturday, February 21, 2009
Mañana de ayer, mañana de hoy
Es la lluvia sobre el mar.
En la abierta ventana,
contemplándola, descansas
la sien en el cristal.
Imagen de unos segundos,
quieto en el contraluz
tu cuerpo distinto, aún
de la noche desnudo.
Y te vuelves hacia mí,
sonriéndome. Yo pienso
en cómo ha pasado el tiempo,
y te recuerdo así.
(Jaime Gil de Biedma)
Thursday, February 19, 2009
Goles
Despedimos la tarde del domingo echando un partido a cara de perro con el Pro Evolution Soccer: Chelsea (Pablo) - A.C Milan (yo). La cosa pinta mal. Finalizo la primera parte con dos expulsados, Pirlo y Nesta. Ronaldo, cojitranco. 0-0. Comienza el segundo tiempo. Mi defensa hace aguas. Pablo saca la punta de la lengua. Hay que tomar medidas urgentes. Pienso. Decido distraer su atención dándole palique. A veces funciona. Me roba la pelota. Pruebo:
- Oye, lo de Raúl, ¿sabes? No es tontería. Tiene mérito. Ese récord tardará en batirse... trescientos nueve goles... de momento...
- ...
- ... jodé, ¿te das cuenta? Tal vez no lo supere nadie en 40 o 50 años... son muchos goles... ya ves, desde Di Stefano...
- ... psí...
- Lo más seguro es que nosotros ni lo veamos...
- ... hmm...
- ...
- ... Pues la verdad es que sí. Sí. Tienes razón. Seguramente no llegues a verlo.
- ...
- ...
- ...
- ¡¡¡¡¡¡ GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL!!!!!!!
- Puto.
Wednesday, February 18, 2009
Vinculos
David Kepesh, el protagonista de El animal moribundo (Philip Roth), recuerda una cita de Joseph Conrad: quien forma un vínculo está perdido. Es consciente del peligro de involucrarse en una relación. Todo irá bien mientras no quieras a nadie demasiado. No cruces la frontera, mejor ni te acerques.
Resulta curioso que la sordidez de Kepesh encuetre su contrapunto en el capítulo 21 de El principito*:
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida:
-¡Ah! -dijo el zorro-, voy a llorar.
-Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quería hacerte daño, pero quisiste que te domesticara...
-Ciertamente -dijo el zorro.
-¡Y vas a llorar!, -dijo él principito.
-Sí.
-Entonces no ganas nada.
- Gano -dijo el zorro-, por el color del trigo.
(Y tú, que eres mi patria, mi alma, la extensión última de mi cuerpo, confirmas que estoy vivo, que todavía percibo la belleza y siento la bondad de las cosas buenas.
Soy capaz de amar porque te amo.
Estás llorando...
El mundo se desploma)
* Haciendo click, el capítulo íntegro. Merece la pena
(En la imagen, Saint-Exupéry)
Envenenamiento ma non tropo
Los trabajos de los servicios de inteligencia dan frutos con premura y sin pretenderlo: he conocido a una amiga tuya, rubia, de pelo rizado, comenta mamá. Quién, pregunto. Va a pilates conmigo, añade. Me ha dado recuerdos para ti. Y para Pablo. Ah... la bibliotecaria, aventuro. Sí, dice que eres muy serio, que no hablas nada, que Pablo sí. Que vais mucho por allí. Ya, bueno.
Ajá. La bibliotecaria, rumío. Bien. Bien. Muy serio. Pilates. Muy serio. No hablo. Muy serio. Pilates. Recuerdos para ti. Pablo sí. Rubia. Bien. Que vamos mucho por allí. Muy serio. Quizá haya percibido esa mueca inevitable que emerge de la desconfianza cuando me sella los libros, ella que es la principal sospechosa de la conjura que me acecha (y me castra, sí) desde hace varios meses y altera el orden natural de mis lecturas. Ella, el topo rizado de la literatura pública. Estoy por pedirle a mi madre que registre el bolso de la bibliotecaria en un momento de distracción, en el vestuario, si lo hay, o donde sea, y compruebe si se pasea por ahí, tan pichi, con Las correcciones de Franzen. Pero no quiero involucrar a mi madre, de momento, en esta guerra de nervios. Tal vez si las cosas se ponen más feas.
Pergeño un nuevo plan. Para darle mayor enjundia, dibujo un croquis en planta y alzado de la biblioteca y pongo nombre a la operación, Envenenamiento ma non troppo: mientras trato de descifrar a duras penas, si acaso es posible, V., de Pynchon, iré arramplando en la biblioteca con todo lo que tengan de Antonio Gala y Paulo Coelho. Pista falsa. Sembrar desconcierto. Y a esperar que pique. Que pique, que pique.
Monday, February 16, 2009
Javier, tienes que tener mas confianza en ti mismo, Javier
A Leyre
Javier, tienes que tener mas confianza en ti mismo, Javier. Self-confidence. Eso me decía todos los días. Creía en mi, se preocupaba, y nunca dejó de animarme, a pesar de los pesares. Los alumnos, tan crueles como estúpidos a esas edades, se reían de él a sus espaldas, y los profesores tampoco le tenían en gran estima. Yo le apreciaba a JM, mi profesor de inglés en primero y segundo de BUP, y guardo un recuerdo agradecido.
Si bien Pablo reclamaba la devolución de Gibraltar como condición sine quanum, nada tenía yo contra el aprendizaje del inglés, al menos no un discurso político elaborado ni rebelde, que sí la pereza mental de memorizar listas de vocabulario, verbos y estructuras enrevesadas.
Para ser franco, nunca hacía los deberes con profusión: traducía manga por hombro y jamás usé el diccionario. Ésto no me enorgullece demasiado ahora, ni tampoco me enorgullecía entonces. Por otro lado, me resultaba imposible hablar en la tarima delante de los compañeros, primero por mi timidez, segundo, por falta de dominio del idioma y, tercero y principal, porque no tenía nada importante que decir. En los exámenes hacía monigotes o jugaba con la palabra ENGLISH, cambiando las letras de orden -HSILGNE- o creando un efecto espejo. En una ocasión, sin rodeo alguno, JM preguntó a mi profesora de clases particulares si yo era disléxico. Luego estaba el asunto de la redacción. Los temas que proponía en los exámenes (Mis vacaciones soñadas, cosas así) eran sinsorgos, nada estimulantes y yo, aburrido, desbarraba en un ingles entre literario y cromañón.
En el cuaderno de apuntes hacía dibujos y malabarismos caligráficos, completando el cuadro con tachones variopintos, de diferentes grosores e intensidades.
Así pues, una tarde, en medio de clase, JM se quedó observando mi cuaderno. Le miré. Me lo arrebato de las manos, lo agarró con tres dedos y el asco de quien coge un pescado podrido. Lanzó un alarido interrumpiendo los quehaceres de mis compañeros.
Javier, esto es una mierda, Javier. Esto no es forma de tomar apuntes. Tienes que tener unos buenos apuntes, Javier.
Y arrojó el cuaderno por los aires que, dibujando una parábola, fue desintegrándose igual que un cometa en la estratosfera.
Días mas tarde, con la misma aprensión, me requisó el libro de inglés, sin tapas, garabateado, herencia de mis hermanos.
Javier, ésto es una mierda, Javier.
Aquello informe y tan roñoso, alzado en su mano hirsuta, parecía el otoño de la galaxia Gutenberg.
Fue un martes después de comer cuando sonó el teléfono. Cogió mamá y cerró la puerta de la cocina. Estuvo un buen rato hablando. Cuando volvió a abrir la puerta, El príncipe de Bel-Air estaba en anuncios.
- Era JM.
- ¿JM?
- Sí. JM.
- ...
- Me ha preguntado si alguna vez tuviste una mala experiencia con el Inglés.
- ... pues... que yo sepa no.
Sunday, February 15, 2009
Al aire
La conciencia, estricta en demasía, no cedía nunca ante el asedio del mal. Yo sí. Faltaba con mesura y sin pretenderlo pero a sabiendas, en la medida de mis posibilidades, pocas a decir verdad. Los pecados, de hecho, eran gazmoños y, aún así, la culpa absorbía todo.
Sin embargo, no era el pecado lo que me preocupaba cuando acudía a la llamada del sacerdote.
Durante primero de BUP, la escena se repetía invariablemente cada dos meses. Don Ignacio me daba una palmadita en la espalda y entrábamos en su despacho:
Javierrrrrrrrrrrrr.
Me sentaba en una butaca y él, en otra, metro y medio frente a mi. Levantaba la sotana con el indice a la altura del tobillo y lanzaba la pierna con fuerza, propinando un puntapié al aire, y le sonaba la taba de la rodilla como si fuese el cargador de un winchester.
- Qué tal las notas.
- Bueno.
- A ver, cuántos sobresalientes.
- Hmmm. Ninguno.
- Ahhh. Entonces has sacado todo notables.
- No. No. Uno. En Religión.
- ¿Bienes?
- Pues... dos. Dos.
- El resto aprobados...
- En realidad... uno. Un aprobado.
- Entonces...
- ...
- ... cinco suspensos...
- Psí.
Omitía que tres de los suspensos eran muy deficientes. Debía tener yo cara de buen estudiante, o, que lo fuera, aquello que se esperaba de mi. No sé. El caso es que aquel descenso alpino, del sobresaliente debido a la orgía de suspensos, resultaba humillante. Así que en una ocasión decidí mentirle al cura. Le dije que había suspendido dos. Muy bien, muy bien, se alegró, vas mejorando Javierrrrrr.
Estábamos cenando en casa, un par de días después, cuando Juan Andrés, sin apenas levantar los ojos del plato, espetó:
- Me encontré con Don Ignacio, Javi. Creía que habías suspendido dos. No sé por qué. Ya le dije que no.
- Coño.
Al día siguiente busqué a Don Ignacio. Me topé con él en un pasillo. No le saludé:
Don Ignacio, me confundí. O escuchó mal. Que no fueron dos, sino cuatro.
Diría que la mueca fue de estupor.
Creo que no volví a su despacho.
Sabiduria
Una mujer
que pasa en bicicleta
a las dos de la mañana,
hermosas piernas morenas
bombeando los pedales
mientras la brisa le alza el vestido
y revela
un perfecto milagro
de carne femenina en movimiento.
Nuestros ojos
se cruzan un momento
y ya se ha ido.
Son cosas como ésa
las que te hacen darte cuenta
de lo poco que realmente sabes
de nada.
(El poema es de Roger Wolfe. La fotografía, de Reyes Sedano)
Saturday, February 14, 2009
Tu vives siempre en tus actos
Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.
De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.
Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.
Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.
Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.
(Pedro Salinas)
Thursday, February 12, 2009
La farmacia
A la altura del frontón, la luz en la farmacia evoca el Phillies de Hooper y este aspecto mío, el de un halcón de la noche. Saludo con la cabeza a las farmacéuticas, Begoña y Nerea; espero mi turno. Papillas el papá. Crema o algo la mujer, mamá de la niña encaramada en el mostrador que reclama caramelos en silencio.
Nerea: Toma, repártelas con tus hermanos.
Piruletas. Niña feliz se descuelga.
Begoña atiende mientras a una señora mayor. El ritmo es otro. Se involucra, habla en primera persona del plural: esperaremos a la primavera, y entonces haremos esto y esto. Y añade una nota popular que quiere ser reconfortante, no hay mal que por bien no venga.
La señora suspira aliviada.
Me llega la hora, sonríe Nerea con timidez. Todo en pocos segundos. Cuando voy a salir, escucho a mi espalda a Begoña: Hasta luego. Me giro, también sonríe. Hasta luego.
Siento cómo se cierra la puerta tras de mi. Despacio. Ya estoy fuera.
Y en la dulce melancolia del crepusculo
Hay un monólogo de Calvero que me desconcierta desde la primera vez que vi Candilejas/ Limelight (dirigida e interpretada por Charles Chaplin, en 1952). Las palabras del viejo payaso cortan como una cuchilla algo suyo cuya herida supura dentro de mi. Calvero, alcohólico y acabado para el mundo del espectáculo, cuida en su habitación a Thereza, una hermosa y joven bailarina que ha intentado suicidarse. Surgen sentimientos confusos: amor/ amistad, admiración/ devoción, ternura/ piedad, agradecimiento/ deuda y, por tanto, también sombras: miedo, fatalismo, nostalgia. Finalmente, ella dice que le ama y él niega que eso sea posible: la diferencia de edad, las perspectivas; la realidad, en fin. Parecen La Bella y la Bestia, son la bailarina y el payaso patético que ya no hace reír. El monólogo acaba con esta frase: Y en la dulce melancolía del crepúsculo, él te mirará a los ojos y te dirá que te quiere. Chaplin viene a decir, otro mejor que yo, más joven, más apuesto, te querrá e, inevitablemente, tú le querrás a él. Así podría parecer un gesto loable de amor y generosidad.
Fue más adelante, volviendo a ver la película, cuando mi percepción cambió, y esa generosidad se transformó en una mezcla de cobardía y egoísmo.
Llevaba más de un mes con esta transcripción del monólogo agazapada en un borrador, sin saber muy bien qué hacer con ella, hasta que ayer leí este fragmento de El animal moribundo (Philip Roth, 2001). Advierto que los protagonistas de la película y la novela poco tienen que ver, salvo en la edad. El de Roth, David Kepesh, es un sexagenario, mujeriego concienzudo, estratega rendido al sexo -ruin, lo sabe, y ridículo- y con una posición social y reputación privilegiadas. Dice: Un hombre joven dará con ella y se la llevará. Y la alejará de mí, quien inflamó sus sentidos, quien le dio su verdadera importancia, quien fue catalizador de su emancipación y la preparó para él.
¿Cómo sé que un hombre joven se la llevará? Porque en otro tiempo fui el hombre joven que lo habría hecho.
(La imagen, de LIFE)
Wednesday, February 11, 2009
F de Franzen
Acabo Zona Fría, de Jonathan Franzen, y saleroso cruzo perpendicular la Plaza Eguzki hacia la Casa de cultura. El objetivo, repetir autor, ahora con una novela: Las correcciones. Las 736 páginas me habían frenado en la visita anterior, a pesar del National Book Award y los comentarios encomiásticos en contraportada, aun siendo poco fiables, calificándola de obra maestra y novela del siglo. Decidí mejor, primero, probar con algo más digerible. Pero Franzen me ha convencido y hoy será diferente. Los grandes descubrimientos literarios me disparan los niveles de adrenalina.
Entro en la sala, directo a la letra F. Nada de perder el tiempo merodeando entre estanterías. Nada de ojear otros libros. Dientes largos. F. F de Franzen, F de frustración.
No es la primera vez. Había ocurrido con McCarthy, Nothomb, Philip Roth y Coetzee. Un topo sigue mis lecturas y, lo que es peor, en cuanto puede se adelanta a la jugada. Reculo, dos pasos atrás, ampliando el campo de visión. Quizá algún desconsiderado haya movido el libro y todo esto sea un mero absurdo. No. Gran congoja. No veo Las correcciones y sí, en cambio, Ciudad veintisiete, otro tocho de 528 páginas, que no estaba el día anterior y no tengo ninguna gana de leer (espías, detectives, terroristas, secuestros). El topo ha dado el cambiazo.
Sospecho de la bibliotecaria, que siempre parece muy atenta a mis prestamos. De vez en cuando, hace observaciones bastante atinadas sobre los libros y, en otras ocasiones, preguntas incómodas acerca de mis costumbres, ¿Así que eres pintor? Interesante...
Para despistarla, rento La plenitud de la señora Brodie, de Muriel Spark -pone cara rara cuando lo sella- y, al llegar a casa, empiezo El animal moribundo, de Philip Roth. Para confundirla definitivamente, pergeño, tiraré un par de semanas de la reserva secreta de mi armario: V., de Pynchon. V de victoria, V de vendetta.
P.D: De Philip Roth, recomiendo la lectura de Patrimonio.
Tuesday, February 10, 2009
Un nuevo temporal
No renuncies por favor al amor equivocado, no te olvides tan pronto de mí, recuerdo de Andrés Calamaro, hoy, mientras marco Chesterfield en la máquina de tabaco. Los semblantes de siempre toman café, leen los periódicos. El telediario matinal anuncia un nuevo temporal: fuertes rachas de viento, mar de fondo en la costa cantábrica. Digo yo que será el invierno.
Monday, February 09, 2009
Pedro
Leyre me manda la imagen del dinosaurio que modela en 3D. Acaba de terminar las garritas. El lagarto rezuma simpatía. Se le ve franco y bonachón y un tanto aldeano -añado para hacerla reír-. Lo cierto es tiene un aire y se lo digo, a Elliott, el dragón de Disney. Ella no sabe quién es, será de tus tiempos eso. No sé la de veces que devoré aquella película, en la que un dibujo animado, un dragón nada menos, se había inmiscuido en la realidad de un niño sin hogar llamado Pedro. Pura magia. No he vuelto a verla desde hace tantísimo tiempo que conservo la fascinación aún intacta.
Quería un amigo así, como Elliott. Y acabé comprando en Bazar J -allí nos surtíamos de bromas rancias: azucarillos con mosca, bombas fétidas, cucarachas boom, cigarrillos explosivos, mocos, ratas destripadas, bigotes postizos, dedos vendados saltarines, pipos fumadores- lo más parecido que encontré, un murciélago de goma sinsorgo y del tamaño de la palma de la mano, al que puse de nombre Pedro. Si bien el bicho fue fabricado para amedrentar a los incautos, lo primero que hice al cruzar la puerta de la tienda fue arrancarle el cordel elástico con anilla del que pendía, eximiéndolo así de su maldad original.
Pedro, al que mi lengua de trapo decía Pecro, y yo fuimos compañeros inseparables durante meses. Dormía con él, desayunaba con él en el puño, cogiendo las galletas con las puntas de los dedos; lo metía en el bolsillo pequeño de la mochila del colegio y dentro del pupitre -cupicre- durante las clases; hacíamos los deberes juntos, jugaba con él y le daba un baño todos los días.
En casa lo recibieron con asco. A medida que pasaron los días fue objeto de mofa y escarnio, más adelante, de perplejidad y, al final, de honda preocupación. Fuera del hogar, nadie conocía a Pedro, ni siquiera mis mejores amigos. No quería someterlo al juicio ponzoñoso de la opinión pública.
La presión familiar se hacía cada día más enérgica. Alguno amenazó con secuestrar a Pedro, con tirarlo a la basura. Empezaron a parodiarme en las comidas y yo veía en sus gestos mi reflejo distorsionado y, sin embargo, no exento de verdad.
Fue una mañana de sábado, después del desayuno, cuando nuestra vida siguió rumbos diferentes: encalé de un arrebato a Pedro en lo alto del armario de mi habitación. Quiero pensar que allá arriba encontró mejores amigos.
Sunday, February 08, 2009
Rosario
Yo la quería mucho, pero entonces
amar y destruir sonaban parecido,
como en los más confusos poemas de Aleixandre.
Nos casamos con otros. Tal vez así perdimos
lo mejor de la vida. Quién sabe. Hubo una noche
en que ambos acordamos que pudo ser distinto
el rumbo de esta historia de culpa y cobardía.
Se quitó el pasador de su cabello oscuro
y me lo dio al marchar, y nunca volví a verla.
Murió. No lo he sabido hasta esta tarde misma,
varios años después, en su pequeño pueblo
y frente a la serena desolación del mar.
Ahora intento evocarla, pero se desvanece:
No he encontrado siquiera su pasador de rafia.
(Jon Juaristi)
Friday, February 06, 2009
Thursday, February 05, 2009
Vida eterna, fragmento 3
El cielo está encapotado, no hay estrellas ni luna. La luz de las farolas acaricia los tejados de pizarra que parecen azules y brillan como grandes cometas ancladas en el aire. Los lamentos y gritos de abuela se ahogan con la música, que trata de escabullirse entre las grietas de la ventana del salón. La música me lleva lejos en el tiempo, las notas golpean un rincón del alma y se abre alguna puerta. Imagino a Blanca sentada en las escaleras que suben hasta casa de la señora Rosario. Qué bonita Blanca, rosa de cerezo chino; ojitos azules, labios encarnados; pálida, delgadita, fantasmal... se desvanece.
Comienza a llover suavemente, diminutas estrellas fugaces chocan contra el suelo. No me preocupa la lluvia ni la tarde disfrazada de noche, me pongo en pie, despacio, y camino hacia la era. Allí duermen grandes secretos, pequeñas mentiras; los recuerdos frágiles, las batallas campales entre los niños del pueblo. Busco los restos de nuestro viejo escondite de piedras, árboles y tierra. El tiempo que los primos pasábamos allí se medía en sueños y carcajadas.
(J., 1998)
Wednesday, February 04, 2009
Vida eterna, fragmento 2
Oigo gritos, insultos horribles que parecen truenos. Mi abuela juega a las cartas con mis padres y la tía Raquel en la cocina, tiembla la barra de luz fluorescente, se desatan las pasiones y la mesa se ha convertido en un terrible campo de batalla. Abuela tiene mal perder y cuando hay cartas sobre el tapete sufre una metamorfosis profunda y su dulzura se transforma en crueldad. Pero Isolina, mi abuela, sólo es así bajo el efecto delirante de los naipes. Princesa de ojos grandes, tiernos y cobrizos. Pelo grasiento, ceniza y rizado. Carita de angel, nariz diminuta, boca pequeña y apretada, barbilla de medio punto. Las arrugas que trazan su rostro son profundas y suaves y de la papada cuelgan dos o tres pelos canos que se agitan con el viento y las risas. Abuela cojea y sus andares son un balanceo semejante al de una barquita de pescador en medio del océano.
Fuera, aquí, en la calle, replica el reloj de la almena que son las séis y cuarto. Fijo la mirada en la torre iluminada, y vienen a mi mente aquellos días en los que jugaba con mis primas y hermanos allí, en el castillo, al escondite. Siento el temblor helado y las ganas de orinar que producía ocultarse en la espesa oscuridad maloliente del calabozo; y veo a mi hermano Juan Andrés tratando de encontrarme con mirada inocente, gafas azules metálicas, el gesto nervioso, pantalones vaqueros cortos hasta las rodillas y deportivas rojas. Pero son las séis y veinte y sigo sentado, temblando, ahora de frío. Mi mano se desliza incosciente sobre el pellejo de Pinto, que se ha quedado dormido. En frente, el jardín descuidado en invierno. Se confunden el cesped alto y la maleza y las flores muertas y escarchadas. Pienso en las fresas rojas y sabrosas del mes de junio.
(J., 1998)
Tuesday, February 03, 2009
Vida eterna, fragmento 1
El tiempo es juez y ladrón, por eso añoramos la eternidad. En el tiempo sucede la vida y, porque es efímero, nada nos pertenece para siempre, sólo nuestras pequeñas historias, los recuerdos, los sueños y el amor, lo demás es patrimonio del mundo, y alma no tiene otro equipaje.
Huele a leña quemada y a frío envuelto en niebla, a castañas asadas en el cacho de la cocina vieja y a musgo. Los recuerdos giran vagos y ya ha anochecido, aunque todavía son las séis de la tarde. La calle está desierta, la observo en silencio acurrucado en el peldaño del portal. Llevo el abrigo marrón, pantalones verdes de pana, unas zapatillas deportivas y guantes de lana negros. A un lado está pinto, mi viejo amigo bastardo, que bosteza mostrando un repertorio maltrecho de dientes amarillos, casi naranjas. Emite un gruñido sordo y esconde los ojos castaños con las pezuñas. Pinto es un perro flaco, lo que se dice un saco de huesos; puedo contar sus costillas y sentir los latidos de su corazón como hachazos secos. Tiene barro por todas partes y está empapado y desprende un hedor casi insoportable. No importa, estoy acostumbrado, somos camaradas desde que el era un cachorro y yo sólo un mocoso. Lo acaricio, aun a riesgo de acoger pulgas e impregnarme la mano del olor nauseabundo de su aliento. A pesar de los guantes, siento el tacto áspero de su pelo gris, salpicado de manchas marrones y naranjas.
(J., 1998)
Miguel Street
- Es el inglés y la 'litratura' lo que me traen a mal traer.
En boca de Elías, 'litratura' me pareció la palabra más bonita que había oído. Sonaba a algo comestible, algo sustancioso como el chocolate.
Hat preguntó:
- ¿O sea que tienes que leer un montón de 'pollesía' y eso?
Elías asintió. Pensamos que no era justo, obligar a un chico como Elías a estudiar 'litratura' y 'pollesía'.
Merece la pena viajar a Chaguanas, cerca de Port of Spain, capital de Trinidad y Tobago (¿dónde para?), y preguntar por Miguel Street y recorrerla siguiendo la voz imaginaria de V.S Naipaul, igual que se sigue el ritmo de un calipso. Si no cabe la posibilidad, yo que tú disfrutaría las páginas de la novela homónima.
La amistad, el humor y la ternura abren una brecha luminosa en la memoria cruda de la infancia del escritor: la vida errante en un suburbio, donde imperaban pobreza, incultura y depravación. De esta grieta supura toda la belleza del mundo, la herida alegre de una mirada inocente.
(La imagen de Naipaul está sacada de aquí. El diálogo, del libro)
Final nº1
- A veces habla demasiado.
- ¿Quién,tú?
- El silencio... y yo.
- Ah, tú.
- Yo también. Siempre.
- ...
- Y el silencio.
- Y tú.
- Y yo. Y el silencio. El silencio...
- Cuando callas haces silencio. Y el silencio habla tanto...
- ¿Y qué dice?
- Dice lo que dice...
- ¿Y eso qué quiere decir?
- Tú sabrás. Tú sabrás.
- Sabía... sabes... lo sabía. Sabía que dirías eso. Que ibas a decir eso.
- Claro. Me provocaste para que dijera eso...
- No. Para que dijeras todo menos eso.
- Yo sabia que tú sabias que yo iba a decirlo.
- Quería ver si lograba que dijeras otra cosa.
- ¿Todo?
- ¿Todo qué? Sí... todo.
- Sería mucho.
- ¿Mucho?
- Te parece poco mucho?
- No. Me parece poco el silencio para mucho.
(la imagen, de aquí)
Sunday, February 01, 2009
Mirlo
Los sábados invitaba a Iñigo al estudio de pintura de la calle San Antón. Traía la guitarra acústica, un libro muy raro con los acordes y todas las letras de los Beatles y su cuaderno negro lleno de fotocopias arrugadas. Nos sentábamos en el suelo con mi grabadora, los paquetes de tabaco y una botella de Jumilla y así hacíamos la tarde. Generalmente cantábamos a dúo, él bien, yo fatal: se te dan los bajos, Miñón, espetaba Iñigo con sarcasmo. A veces pedía que le dejase cantar solo, ahora yo solo, y a mi me parecía fenomenal; otras, proponía que le hiciese los coros. Como George, Miñón, como George. Uno de aquellos sábados encontró un nombre artístico para mi: eres 'el Mirlo de Mutilva'. Nos reímos mucho con la ocurrencia, un juego delirante entre El pequeño Ruiseñor, Joselito, y Blackbird, una canción del Álbum Blanco de los Beatles.
Han pasado 12 años de aquellas sesiones vespertinas de música y pintura que no olvidaré nunca, como tampoco olvidaré la letra de Blackbird:
Blackbird singing in the dead of night
Take these broken wings and learn to fly
All your life
You were only waiting for this moment to arise
Blackbird singing in the dead of night
Take these sunken eyes and learn to see
All your life
You were only waiting for this moment to be free
Blackbird fly
Blackbird fly
Into the light of the dark black night*
(En la imagen, Hablando con Iñigo, 2005)
*Mirlo que cantas en plena noche
Toma estas alas rotas y aprende a volar
Durante toda tu vida
Sólo esperabas este momento para alzar el vuelo
Mirlo que cantas en plena noche
Toma estos ojos hundidos y aprende a ver
Durante toda tu vida
Sólo esperabas este momento para ser libre
Mirlo, vuela
Mirlo, vuela
Hacia la luz de la oscura noche negra
Te quiero porque fumas...
-A Paul M. Viejo-
Te quiero porque fumas y bebes y blasfemas
y escribes sin cesar por las paredes
o en la estación del tren
o en los bordes urgentes de una alcoba vacía.
Porque le has puesto verbos al dolor que te invade
y aunque lo llames Marta
soy yo quien te acompaña
por esa travesía pesarosa de un nombre.
Y te quiero por todo o casi ya por todo
lo que me das o quitas o me pones.
Y sabes, tú lo sabes, y yo también lo sé,
que formas laberintos para que me distraiga
y me quede dormida cuando llega la tarde.
(Elsa López)
Qué ruido es ese
Cada cierto tiempo, Paula me envía notas de prensa sobre The Beatles que, por cuestión de espacio, se quedan fuera del periódico; galletitas informativas que hacen las delicias de cualquier beatlemaniaco. Hace algunos meses, por ejemplo, leí una teoría nueva acerca de la procedencia del hombre huevo (the eggman, de la canción I'm the walrus) que disfruté mucho, decía: Se trata de Ted O'Dell, quien en 1967 trabajaba de repartidor de huevos en Newquay y coincidió con los Beatles en un "pub" de esta ciudad británica.
El viernes, el teletipo hacía eco del 40 aniversario del memorable concierto en la azotea de Apple Records, en Saville Road (Londres), iterrumpido por Scotland Yard, ante las quejas de de un comerciante de lana del inmueble adyacente. Es una auténtica vergüenza, pongan fin a este maldito ruido, protestaba el buen hombre. Las imágenes del grupo tocando y los transeúntes intentando comprender qué estaba sucediendo a esas horas de la mañana en plena calle son emocionantesLa policía siempre me decepciona. Algún vecino los llamó, cuando subieron yo estaba tocando y pensé 'Ojalá me lleven a rastras.' -"¡deje de tocar ahora mismo!"- porque nos estaban filmando y habría quedado genial que los polis se hubieran cargado la batería a patadas y eso. Naturalmente, no lo hicieron, solo balbucieron "tienen que bajar el volumen." Podría haber sido fabuloso, bromearía Ringo en una entrevista para Antholgy. Las últimas palabras del evento corrieron, como no, a cargo de John: Me gustaría decir 'gracias' en nombre del grupo y espero que hayamos superado la audición.