El Canodromo

Me han llamado drogadicto, han apostado que era homosexual. Pero nunca he oido decir que sea un genio.

Tuesday, October 31, 2006

Tranquilamente


Esta mañana, me he quedado sin tabaco demasiado pronto. En Barakaldo, los bares y cafeterías -salvo alguna excepción- abren a las diez de la mañana, como cualquier otro negocio. Tranquilamente. La más cómoda de las excepciones -acabo de olvidar el nombre- es un bareto en la esquina de la manzana contigua a casa. En realidad, sólo lo he visitado un par veces y en la misma circunstancia.
Al entrar, ya no me ha sorprendido encontrarme -otra vez- a tanta gente: todos varones, la mayoría jóvenes. Pero resultaba curioso verlos a todos mirar lánguidamente hacia el televisor colgado en la pared de la entrada; como si estuviesen viendo la noticia de una tragedia en directo, o sedados ante un empate del Athlétic.
Necesitaba cambios para la máquina, así que me he acercado a la barra. El corpulento camarero con el pelo decolorado y la barba rala ha sonreido cordialmente: "buenos días, ¿qué desea?".

Tintinéo de las cucharillas revolviendo el café. Miradas fijas en alto.

Y ya salía con el paquete de Chester en la mano, cuando he buscado la pantalla del televisor.

La tragedia era porno.

A las siete y media de la mañana.

Monday, October 30, 2006

Matematicas


Lo esencial por aquellos años era la huída a O Bolo en verano. Allí, la vida funcionaba de manera diferente, fuera de cualquier temporalidad –como un sueño- y yo tenía un papel, el mío, que nadie subestimaba, o al que nadie pedía cuentas. Aquel cosmos familiar, na miña terra galega, palpitaba al margen del mundo, la realidad y sus vicisitudes.
Sin embargo, durante dos cursos consecutivos, me sacudieron a suspensos. Cuatro por cada uno. La segunda vez ni me afectó pero cuando, en primero de BUP, Inmaculada -mi tutora- me entregó el papel con las calificaciones, hice con él una pelota y se la arrojé a la cara. Luego me gritó algo que no quise escuchar, recogí la pelota y la metí en un bolsillo y me fui. Aquél papel significaba la sentencia de un verano sin verano, de un verano real.

Mis Padres sabían cuánto me gustaba ir al pueblo, así que convencieron a la tía Raquel para que me explicase matemáticas y controlara el estudio del resto de asignaturas. La tía, por entonces, impartía clases de matemáticas en el instituto de Cambados. Su actitud ante la vida la marca, todavía, haber sido monja durante veinte años, la formación científica y una tendencia ilusoria hacia la izquierda, más cultural y filosófica que política. Es de esas personas a las que hay que querer mucho para poder entenderlas.
Otros primos antes que yo habían pasado por su tutela y aún hoy prefieren obviar la experiencia. A pesar de sus advertencias apocalípticas, yo sólo podía aceptar.

Pero yo nunca olvidaré las lecciones de la tía: cinco horas al día desde las ocho de la mañana, apenas con uno o dos descansos brevísimos para tomar café.

Allí, en la vieja galería, podía surgir de todo, desde la ironía e improperios más salvajes: subnormal, anormal, cacho de carne con ojos (mi favorito), animal, inútil – aderezados con collejas, suyas y lágrimas, mías-; hasta algunas de las narraciones más bellas y nostálgicas que jamás haya escuchado. La tía me contagió el ansia de saber. Disfrutaba escuchando su colección de anécdotas de personajes de la cultura, la historia, el arte o la ciencia. A veces, me contaba historias del instituto, la familia, o el convento y entonces se echaba a llorar a lágrima viva. Durante aquellos meses hablamos muchísimo, sobretodo, de la lucha por sobrevivir en un mundo de excluidos.
Por lo demás, de entre las ráfagas de insultos, pude palpar el dolor biográfico de aquellas personas que tratan de entender y entenderse y –sobretodo- sentir en carne viva, cuánto me quería. Aunque, de eso, sólo me di cuenta años después.

Las horas que pasé con la tía fueron mi verdadero Bachillerato. Un Bachillerato privilegiado. Único en el mundo.

Vuelta a los campos de fresas


Había pensado redactar algo sobre The Beatles pero luego encontré este texto que escribí hace varios años. Y ya:

Escucho "Back in the world", el directo de la última gira de Paul, Sir Paul. El tipo, eterno seductor de masas, sabe muy bien cómo jugar con la nostalgia y las canciones son dardos en la memoria. Algunos lo tacharán de comerciante de sentimientos pero se deja el alma en el escenario. Es su vida, ama lo que hace, disfruta, aunque el dinero agilice sus nudillos de arañazos sexagenarios.

Los Beatles llegaron a mi por azar, e instalaron sus acordes, voces, coros, melodías y letras para constituirse en banda sonora de mi vida. En los años oscuros de acné, baño por semana, pelo grasiento y dejadez, escuchaba y releía, tumbado panza arriba, sus canciones como oraciones, como mantras. Sus letras me redimían de una realidad a la que no pertenecía. Los Beatles, sencillamente, transformaron mi concepción de la vida -no toda, pero si una parte importante-.

Los quintos perdían la inocencia a tragos; yo, la alimentaba. Vivía a fe de Strawberry fields : "Creo que no hay nadie en mi árbol, o sea, que debe ser alto o bajo para que no puedas sintonizar. Pero está bien, es decir, creo que no está del todo mal. (…) Siempre, no, a veces, creo que soy yo pero se cuando es un sueño. Creo que sé cuando quiero decir "si" pero es totalmente falso, es decir, no creo estar de acuerdo".
El colegio era un asunto desgraciado de voces y formas crueles, cenagosas, opacas. Corros de estúpidos que se corrían al dictado de su propia idiocia, retratos de retretes, subproductos del más acá.

Me aterra la inconsciencia, la debilidad, el olvido, la infidelidad; la verdad y la mentira; los pensamientos; el instinto; la vanguardia del egoísmo; el sexo sin amor que puede más que el amor; el ya no te necesito; los cambios de tercio; la ambigüedad; los recuerdos mutados; la incertidumbre; el vacío; la soledad encontrada. Me aterra el miedo.

Todavía no he superado la puñalada de S: La violencia de aquel instante etílico en que se olvidó de mi al módico precio de una noche de placer.
Todavía no he superado lo de C. Amiga de mi hermana y admiradora secreta. Guardo la foto que me dio hace siete años -sale en un columpio- y el reverso dice: "Mis ojos lloran por verte, mi corazón por amarte, mi boca por darte un beso y mis brazos por abrazarte".

Y una carta:

"Esta será la última carta que te escribo porque no quiero acosarte.

También espero tener una posibilidad por muy pequeña que sea contigo auque con tu amistad me conformo.

Espero que algún día salgas conmigo pero como amigos (aunque creo que será imposible)".

La escribió cuando tenía quince años. Ahora, los sábados, pierde a sus amigas, va a Vaivén –sola-, y se tira cualquier cosa con piernas y entrepierna.



Y yo que forcejeo entre ideales y vicios, que contrarío mis mandamientos, regalo batallas y abro las puertas al caballo de Troya, quiero volver a Penny Lane, donde la máxima del amor era cogerse de la mano y a ella queríamos recordarle que siempre, siempre, le seríamos fieles.

Sunday, October 29, 2006

Una primera opinion


Hoy le he preguntado a x. si le apetecería ver Scoop conmigo. La contestación ha sido un poco más larga de lo que esperaba. Y no sé si he querido entenderla.
Después, he buscado el sentido de su respuesta en Woody Allen, con quien me identifico en estos y tantos otros avatares.

Una primera opinión:

Todos los hombres son mortales. Sócrates era mortal. Por lo tanto, todos los hombres son Sócrates. Lo que significa que todos los hombres son homosexuales.

The departed


No quería que se acabara nunca.

Grande Scorsese.

Saturday, October 28, 2006

Madres


Ocurrió hace casi un mes, era domingo. Al llegar a casa, subí directamente a la cocina. Dejé la cazadora en la primera silla y tiré el bolso de AD al suelo. Mamá ya estaba cenando y, cuando me senté, levantó levemente la mirada sin dejar de comer:

- Y qué ¿Has ligado o no? -. El tono era aparentemente neutro. Pero mamá es gallega y, sobretodo, mamá; así que detecté un trasfondo de ironía inquisitiva.

- Eh… ¿qué? Qué… dices mamá. Por favor…

- ¿O es que te has puesto tan guapo para ir a ver al cura? Cuando has salido a tomar un café con Iñigo, ibas con otra ropa.

Afortunadamente, me dio por reír porque también había ido a ver a un cura. Pero el interrogatorio siguió su curso:

- ¿Y de quién es novia?

- Pero… qué, mamá, qué cosas se... te ocurren... se...

- Claro, es que siempre quedas con la novia de alguien…

Luego, aunque ya no hacía falta, le conté todo. Porque a mamá, más que saber, le gusta eso: que se lo cuente.

Botitas rosas


Apenas tengo tiempo para mirar el correo, siempre lo hago con el corazón en la lengua, antes o después de alguna clase. Ahora escribo desde un Locutorio de Barakaldo que es, dicen, algo así como la quinta provincia gallega.
La mujer que dirige el local es una hindú de edad indeterminada y ojos bellísimos, tal vez los más bellos que jamás haya visto -si me olvido por un momento de los de X que, aunque no sean míos, no los cambiaría por nada del mundo-.
El eco de una joven ecuatoriana me viene de costado, sale de la cabina como una brisa templada y dice "chao". Desde que he llegado, una niña de rasgos andinos zapatea el suelo con sus botitas rosas, lleva un jersey azul celeste con "guau-guau" escrito en la espalda.
Ahora escucho las mentiras de un hombre casado que jura que tiene problemas, "quedé con pena de oírte así, yo te digo". Busco los ojos de la mujer hindú y ella busca los míos, mantenemos la mirada así, un segundo, y sigo tecleando. Está con su marido.

Hace un tiempo agradable, la puerta está abierta, como una pantalla que da a la calle:

“Hay gente extraña ahí fuera”, pienso.

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Mi móvil, mi bolsillo y yo.

Memoria


Salía de comprar un bote de betún de Judea en la Droguería López y, al pasar frente al escaparate de Alimentación Torrens, comencé a recitar mentalmente la Tabla Periódica de los Elementos, hasta completarla. “Y yo que aprobé Física y Química de primero en tercero de B.U.P”, pensé.

Ahora me preocupan dos cosas:

- Qué habré tenido que olvidar para recordarla.

- Cuántos KB ocupa.

Friday, October 27, 2006

6:20 AM


Me preguntan porqué pongo todos los días el despertador a las seis y veinte de la mañana. Les parece una estupidez levantarse a esas horas y más teniendo en cuenta que el autobús de Barakaldo tarda sólo diez minutos en llegar a la facultad.

Hay quien se queda con el rostro desencajado –la mayoría- cuando respondo simplemente que, “madrugo para leer”.

Lo que ya no les explico es que adquirí la costumbre leyendo “Crimen y Castigo”, hace ya muchos años, ni lo que ese libro significa todavía para mi.

Muy de vez en cuando, alguien que no lee, o que ha dejado de leer, pide que le recomiende un libro. La experiencia ha demostrado que hay uno infalible: “El Palacio de la Luna”. En general, cualquier novela de Paul Auster incita a la lectura. También las tres últimas -quizás algo repetitivas- bailan al son de la envolvente música del azar.

Al respecto, mi hermana todavía recuerda una noche de Sanfermines que nos encontramos en la Plaza de Los Ajos, a las cuatro de la mañana:

- Mónica, voy a comprar el guión de Smoke. Es de Paul Auster.

- Sí, Javi, vete a dormir, anda.

No volví a casa hasta comprarlo. Después de más de hora y media haciendo guardia en la puerta de la librería.

Y ese es –curiosamente- el único libro suyo que no he leído: Smoke. Lo guardo en el primer estante cerca de la cama, a mano, por si acaso algún día dejo de poner el despertador. A las seis y veinte de la mañana.

Pongame otra


Me alegra toparme con Leire en la sala de ordenadores de la facultad, nuestro ya previsible e involuntario punto de encuentro. Últimamente, nos vemos allí casi todos los días: ella mira el correo y yo escribo el canódromo.

Leire contagia la sonrisa, que ilumina con esos ojos verdes "Heineken", y su marcado acento navarrico la delataría a cientos de kilómetros de distancia. El despiste, en ella, se vuelve algo consustancial -como sus piercings y pecas-, que equilibra con una encantadora espontaneidad.

Coincidimos -por primera vez- el curso pasado en "Geometría como método de pensamiento", que era los viernes por la tarde, cuando la facultad quedaba desierta. Ya no recuerdo exactamente cómo pero, en una de aquellas, nos dio por hablar. Desde entonces, siempre que tropezamos, detenemos nuestras rutinas.

Ayer, los dos teníamos que volver a Pamplona y quedamos en coger el autobús de las 20:30. Intercambiamos los números de móvil:

- ¿Eres de Movistar?-. Preguntó como casi sin querer.

- Sí-. Me entró la risa.

- ¡Bien!

- ¿Tienes acciones en Movistar?-. Bromeé.

- No, tonto. Era para saber si podré estar mucho tiempo cuando te llame.

Creo en ti


Ayer, en Imagen Pictórica, Santi puso un video tedioso de Antoni Tápies trabajando en su estudio de Barcelona. El concepto de la obra se fundamentaba en un texto Zen que el artista leía en catalán. Pero el cuadro –por otra parte enorme-, en sí, no era más que pura decoración: Tápies copiando a Tápies. Y él, una caricatura de sí mismo, haciéndose pasar por lo que supondría que debería ser Tápies.

El documental dio lugar a un debate cuando a cierto tipo se le ocurrió comparar a Tápies con Antonio López. Total, que el asunto derivó en el tema de “ El mercado del arte”. Lo de siempre.
Santi peroró sobre la necesidad de profesionalizar la pintura; que, el pintor, por sus conocimientos, puede dedicarse a otras cosas, además de pintar cuadros; diversificarse. Hasta ahí bien. Allá cada cual. Pero añadió que, siendo realistas, tratar de vivir de la pintura era una pasión inútil.
Entonces, Inge explicó que su padre es pintor profesional y que, cada día, desde hace quince años, trabaja en el estudio ocho horas al día. Y ha salido adelante, entre otras cosas, porque creía en lo que hacía y tuvo –sobretodo- el apoyo incondicional de su mujer.

Me pareció bonita la historia del padre de Inge. Sin embargo, la mayor parte de la gente no entendió nada, o malquiso hacer la rosca a Santi; algunos se echaron como hienas encima de Igne. El tipo que había comparado a Tápies con López escupió: “si alguien quiere encerrarse sólo en un estudio todo el día, allá él; pero el mundo es más que eso”.

Me hubiera gustado decir en voz alta, a Igne, que admiraba a su padre por no haber abandonado su sueño; que me había emocionado el amor inquebrantable de su madre, “creo en ti”. Y al tipo de las comparaciones, que la de pintor es una profesión tan seria como la de médico y exige dedicación plena. Que el primer paso para ser algo es querer serlo, creer en ello y trabajar sin desaliento; que la felicidad reside en la lucha de cada día; que el mayor fracaso es no intentarlo, o –lo que es peor- intentarlo a medias.

Me hubiera gustado decir todo eso, pero me quedé callado. Ni siquiera habían dado las nueve y media de la mañana.

Thursday, October 26, 2006

Little Miss Sunshine


Salimos de Doña Casilda hacia el Museo de Bellas Artes. Habíamos tomado granizado de limón, sentados en un banco, mientras un hombre de mediana edad cogía notas en un cuaderno rojo. Hablamos de dónde querríamos estar el próximo año y, a pesar del buen tiempo, era verdad que las hojas caían.

J.: Hoy escribiré sobre tí.

P.: En cuanto acabe la película te habrás olvidado de todo.

Tuesday, October 24, 2006

Historias


Mi abuela y yo solíamos compartir historias. Cada mañana, durante las vacaciones estivales en el pueblo, me sentaba a los pies de su cama sólo para escucharla. También ella me escuchaba a mí, entrecerrando los ojos como para entender mejor, dejándome hacer sin interrupciones. Ella era todo un genio en el escenario de su habitación. A veces reía y lloraba a la vez, gesticulaba con las manos y abría los ojos color de miel –imaginaba yo-, entre grises y verdes. Sus historias siempre eran de amor. Las mías, también. Cuando la memoria viajaba a su juventud en Buenos Aires, intercalaba tangos con una voz rasgada que se llevaba mi alma a una nostalgia que no me pertenecía. Yo le correspondía contándoselo todo como a un confesor, intentando adornar mis deméritos y fantaseando sobre la fortuna de los que casi ya eran mis suegros.

La última historia que me contó mi abuela fue en el estrecho pasillo de su casa; los dos sentados, ella en la butaca y yo en una silla. Ella no me reconocía y miraba al frente con una tristeza infinita, agarrándose con fuerza al tacatá. Se acercó mi tío:

- Mamá, es el Javi.

La abuela esgrimió un gesto con la boca, pero mantuvo la mirada en aquel lugar invisible al que se llevaba mi alma su voz rasgada y dijo suavemente, como para entender mejor:

- Yo quería mucho al Javi.

Shusi


No soy el único con un gemelo en la facultad. La doble de Susana, por ejemplo, es filipina.
Por eso, cuando los miércoles Susana no sube a la Universidad, busco a la otra ella por los pasillos.

A veces, la encuentro:

J.: Sushi -adapto el nombre-, ¿Por qué te olvidas de mí los miércoles?

La otra ella me mira asustada y responde algo en tagalo. Intento tranquilizarla mirándola con ternura.

J.: Dime, al menos, cuál es el PIB de Filipinas.

La otra ella: $451.3 billion.

Me despido con una sonrisa cómplice que no acaba de entender.

Shusi.

Y vuelvo a mis pinceles.

Magos


Nos hemos cruzado en los buzones, junto a la entrada del edificio:

- ¡Javi!

Y como él no tenía clase hasta las once, hemos ido a tomar un café de máquina a "la pecera". Nos parecemos mucho, a pesar de los casi veinte años que nos separan. Esa es su ventaja. O la mía. Según se mire.

He terminado de contarle algo sobre una chica que me gusta:

Él: Pues yo con la de los gatos estoy muy bien, la verdad.

Yo: No sabía que ella tuviese gatos.

Él: Ayer me llevó a casa dos, envueltos.

Yo: ¿Para que se los cuidases?

Él: Es que dice que soy mago.

Yo: No entiendo.

Él: Se trataba de dos figuritas. Ella tiene una fobia terrible a los gatos, tanta, que cada vez que se cruza con uno en la calle huye despavorida. Cree que le va a saltar a la cara, no sé. Pero es peor, ni siquiera puede verlos en fotografías, o en la tele. Tampoco soportaba las dos figuritas que tenía en el salón. Las que me trajo a casa.

Yo:...

Él: Conseguí que las acariciase.

Monday, October 23, 2006

El Buitre


Admiro a Emilio Butragueño desde que debutó con el Real Madrid frente al Cádiz. Creo que fue en el año 84 u 85. Quizás exagere un poco –claro-, porque eso lo supe mucho más tarde, cuando se retiró del fútbol y vi el documental, “La leyenda del Buitre”.
Pero sí que, tras el Mundial de México 86, empecé a interesarme por su figura dentro y fuera de los terrenos de juego.
En mi caso, la persona acabó eclipsando al futbolista, sobretodo a raíz de una entrevista para televisión, previa al Mundial de Italia 90. En ella dijo algo así: “Lo importante en la vida es ser buena persona, si además de eso eres buen futbolista, mejor que mejor”. En la imagen, se le veía poniendo el abrigo a su sobrina y, de fondo, música de Enya.
Mi objetivo, desde aquél reportaje, fue conocerle en persona. Creo que incluso llegué a mandarle alguna carta muy torpe y casi hasta cursi: “Admirado Emilio...”

Fue unos años después, en el 94, cuando me acerqué con mis hermanos al Hotel Ciudad de Pamplona, donde se concentraba el Real Madrid antes del partido contra Osasuna. Era domingo por la mañana y allí, en recepción, estaba el Buitre firmando el coleccionable de ABC, “Historia viva del Real Madrid”. Mis hermanos y yo driblamos la seguridad del hotel. Me puse junto a él, en el mostrador:

- ¿Emilio...me... puedes una foto te importa?

No dibujó un solo gesto.

- Muy bien.

Eso fue todo.

Tengo en un cajón las fotografías de aquel día: con Jaro, Prosinecki, Nando, Alfonso, Martín Vázquez. Todas menos la del Buitre.

La imagen quedó velada.

Imagina


1

Me tocó el turno de hablar con el tutor que, además, era el profesor de Latín y Filosofía. Los alumnos le llamábamos Txefus y su despacho era un sangrilá del humo, el refugio de los fumadores precoces. También los expulsados de clase y novilleros se acogían al asilo de su sofá. A mi me daba miedo charlar con él porque su expresión me parecía demasiado inteligente y, por tanto, que podría escrutar mis pensamientos.

Sin embargo, en la conversación que tuvimos no hizo otra cosa más que animarme a seguir mi vocación artística. También restó importancia a mi carro de suspensos: "En cuanto te pongas, lo sacarás. No te preocupes".

Entonces le confesé cuál era mi principal problema a la hora de estudiar:

- No me concentro. El libro está abierto y yo sentado pero me distraigo con cualquier pensamiento y, cuando quiero darme cuenta, ya estoy en mi mundo.

- ¿Sabes? San Ignacio de Loyola tenía el mismo problema. Así que se le ocurrió que, cada vez que se distrajese, rezaría un padre nuestro-. Me miró, le miré. –Tú podrías, no sé, hacer bolitas de papel y meterlas en un tarro de cristal.


2

La semana pasada, en el autobús de Mutilva, un hombre mayor y bien plantado – con un aire entre Fernando Fernán Gómez y José Luis de Villalonga-, hablaba a una mujer:

Mi hija trabaja de ingeniera y mi nieta también estudia ingeniería. Como yo. Siempre fui buen estudiante porque nunca he tenido imaginación. Viéndolo ahora, hubiese preferido que fuera al revés.

Sunday, October 22, 2006

Silvia en Pamplona


Silvia es Silvia desde la primera clase teórica de Escultura. Nos sentamos juntos por casualidad. El aula estaba a oscuras y el profesor pasaba diapositivas de cuadros:

- ¿Álguien sabe a quién corresponde esta obra?

Respondí: Turner.

- Muy bien, exacto.

Silvia se volvió con su mirada de Silvia; me preguntó algo:

- Empecé periodismo; tengo 24.

Han pasado cinco años. Y, si seguimos siendo amigos, es porque ninguno de los dos entiende al otro. Eso impide cualquier confusión, claro.

Resulta que, este sábado, Silvia tenía boda en Pamplona. Ella es de Santander y llevo invitándola a Sanfermines desde primero de carrera pero por lo que sea, nunca ha podido venir. Por eso, cuando me contó lo de la boda, me alegré muchísimo: "Irás con el tiempo justo, así que no creo que nos veamos. Pero yo lo intentaré".
Silvia es Silvia, así que el viernes no supo explicarme con exactitud dónde era el banquete -dijo algo de Mesón Aralar-, o si habían alquilado un local después.

El sábado cené con Eduardo en El Adoquín y después nos pasamos por la Peña a buscar a Pablo y Ester, que ya se habían ido. Pero quedaban algunos amigos de su cuadrilla y nos fuimos con ellos de bares. Durante la noche, llamé varias veces a Silvia, pero no cogió el teléfono. A las dos y media, me acerqué al Mesón Aralar y toqué el timbre: por supuesto, allí no había nadie.
Cuando cerraron los bares y ya me volvía para casa, miré el móvil: tenía una llamada perdida de un teléfono desconocido. Marqué el número:

- ¿Silvia?

- No, soy su tía Olga. Silvia se ha dejado el móvil en el hotel.

- ¿Y está Silvia por ahí?

- No. Yo llevo un rato en la cama. Ella se ha quedado de fiesta.

- ¿Y sabes hacia dónde ha ido?

- Ni idea.

Me puse las gafas y tiré de la intuición hacia la cuesta de Labrit. Encontrarla era poco menos que un milagro absurdo, una probabilidad descabellada. Pero allí la vi, haciendo cola en el Katos: inconfundible, única. Y fuí corriendo hacia ella dando grititos, como si no hubiesen pasado menos de venticuatro horas desde que nos habíamos tomado un café en la facultad.
Silvia me presentó a su hermano y también a un montón de primos. Nos reímos bastante. Pero el Katos estaba lleno y Silvia muy cansada:

- Javi, ¿me puedes acompañar al Hotel Europa?

- Claro, además está aquí mismo.

La llevé hasta en frente de la Diputación. Sólo se veía la noche cerrada, el vallado de las obras y la luz difusa de las farolas:

- Mira, Silvia, esta avenida es Carlos III. La Gran Vía de Pamplona. Es mi calle favorita. Preciosa, ¿verdad?

- Jajajaja. Preciosa, Javi.

- ¿Te apetece fumar un cigarro en la plaza del castillo?

- Vale.

Nos sentamos en un banco. La plaza había quedado desierta, parecía que uno pudiese cogerla y metérsela en el bolsillo.

- Seguro que vienes por aquí tú solo a pasear todos los días-. Bromeó.

Terminamos el cigarro y le acompañé al hotel. Llamó al timbre. Una mujer extraña bajó las escaleras y abrió la puerta de cristal.

- Buenas noches, Silvia. Nos vemos el lunes.

- Eso, y ya comentamos. Buenas noches, Javier.

Y me fui de allí.

Asi es


Le pregunté a Carlos por su trabajo:

- Bueno, estoy pensando en dejarlo.

- Vaya. La última vez me comentaste que estabas muy contento con los compañeros y los jefes. Y, además, haces lo que te gusta.

- Sí. Pero es que no tengo tiempo para trabajar.

Saturday, October 21, 2006

Xabi


Ayer inauguraba, en la Sala de Mixtos de la ciudadela de Pamplona, Eduardo Córdoba su exposición: Construcciones Sociales. Eduardo tenía su estudio encima del nuestro, en la calle San Antón. Iruña y él se hicieron buenos amigos y muchas veces se pasaba a ver y comentar lo que pintábamos. Por eso fuimos Iruña –que vino con tres alumnas del estudio-, Xabi y yo. En algún momento, los tres hicimos un aparte para comentar la comida del sábado pasado. Entre los desvaríos habituales de nuestros encuentros, siempre queda espacio para algo de seriedad. Una de las ideas que surgió en la sobremesa, fue la de reactivar el grupo artístico para un proyecto importante. Iruña le encargó a Xabi que pensara un nombre nuevo, más serio que Trikitrí. Xabi nos dijo que, “había redactado una carta pero que no la había mandado porque se sentiría estúpido si nadie se acordara de lo que habíamos hablado el sábado”.

Xabi es el benjamín de los siete. Cuando le conocí tenía trece o catorce años, pero intelectualmente era mucho más maduro que cualquiera de veinte. Y le sobraba talento. Su extremada sensibilidad rayaba el aire, absorbía todo lo que escuchaba o veía. Recuerdo las discusiones de cada viernes entre Naroa y yo: cuando acabábamos exhaustos y sin voz, Xabi emitía siempre el último juicio, certero e imparcial.
Quizás, Xabi pagó la diferencia de edad. Tal vez, los demás tuviésemos –entonces- personalidades más fuertes. Fue el primero en abandonar la pintura, aunque no dejó de ir al estudio.
Su último cuadro, a los quince o dieciséis años, sigue siendo la obra de arte que más me ha impactado: un impresionante paisaje de Ujué. Al poco tiempo de terminarlo, compró varios tubos de óleo para empezar otro nuevo. Pero una tarde, en el taller, me quedé sin material y rebusqué en las estanterías: allí estaba su maletín. En dos o tres cuadros fundí todas sus pinturas. Cuando se lo dije, me respondió que no me preocupase, que prefería un cuadro. Yo sabía cual le gustaba especialmente: “es tuyo, quédatelo”. Y se mostró feliz, apenas podía creérselo.
Pero fui tan miserable que a los dos días ya se lo había regalado a otra persona, a una chica. Todavía me avergüenzo.

Ayer, después de inauguración, Xabi y yo salimos a fumarnos un cigarro. Allí estaba él, todo un psicólogo; el pelo fijado con espuma, recortado a capas y flequillo; alto y esbelto, con estilo. Los ojos azules titilaban bajo la luz ambarina de la farola. Su sonrisa parecía más frágil que nunca. Le pregunté si había leído el Blog:

- Me ha gustado mucho, no sé, es como… muy personal. Pero cuando hablas del estudio, o de Onneca parece que. Escribes con cariño y a la vez…

- Nostalgia-. Le interrumpí, quizá porque sabía que él se refería también a otra cosa, a algo que me asustaba y no quería oír. – Lo bueno de escribir es que te distancias de ti mismo. Tienes historias dentro y necesitas hacer algo con ellas. Por eso las cuentas y, así, las dejas marchar.

A Xabi se le encogió la garganta:

- Pero es que hablas como de algo que se ha terminado. Es que tengo… la sensación que, cuando nos juntamos en las comidas, vivimos del pasado. Por eso me gustaría que saliese el proyecto, lo del grupo. Para hacer algo todos juntos, otra vez.

Elmo



Acababo de desayunar y Miguel me ha puesto este vídeo. No hay duda, Elmo es el mejor muñeco del mundo. El mejor. Y ya sé a quién regalárselo.

Friday, October 20, 2006

Solo falta uno


Ya había dejado de pensar en mi doble, "pero más alto, más delgado", cuando -ayer- tres amigas me informaron de la presencia en la facultad de otro yo igual a mi, "pero más bajo, más gordo".

Para ser Angel Gonzalez


Apenas leo libros de poesía, no porque no me guste; todo lo contrario. Simplemente, soy incapaz ya que exige demasiada concentración. Y tiempo.
Una de las excepciones se llama Ángel González. Llevo su 101+19=120 Poemas (Madrid, Visor-Libros,2000) allá donde voy. Para leerlo y releerlo. Humano, sencillo y sincero.


Ayer, mientras escribía "Existencia", no pude sacudirme estos versos suyos. O, como no logré sacudírmelos, escribí "Existencia":


Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tu me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...

Thursday, October 19, 2006

Existencia



Me gusta leer o escuchar:

"Me acordé de tí"

Logica



Primavera en la campa de la Facultad de Bellas Artes:

M (mosqueado): Oye, ¿Y por qué coño le llamais Mortadelo al profesor?

L y J (al unísono): Porque se parece a Filemón.

Una mujer de bandera


Para amenizar la clase de Historia del Arte, nos hablaba de Sharon Stone en “Instinto Básico”. Así era “el Ribera”, además de buen profesor. Quizás, el mejor que tuve en el colegio. Pero, de vez en cuando, nos salía con cosas de esas. En una ocasión, en C.O.U -entre Bernini y Borromini-, pasó ronda a los quince de letras puras:

- A ver, ya sabéis lo mío con la Stone. Ahora decidme cuál es la mujer que más os gusta a vosotros.

Las respuestas fueron previsibles: Claudia Schiffer, Kim Bassinger, Shalma Hayeck, Elle Mc Pherson, Naomi Campbell, Carmen Electra, Demi Moore. Me llegó el turno y, aunque no quise ser sincero, me oí decir:

- Ingrid Bergman. (Carraspera).

Sólo “el Ribera” sabía quién era. Ejecutó un gesto despectivo:

- Pero si esa está muerta, Muñoz.

Carcajada general.

Menos mal que no pulsé la otra opción, Donna Reed. Donna Reed en “¡Qué bello es vivir!”.

21 de octubre


Hoy, Gonzalo cumple 28 años. No es ninguna tontería. Aunque a veces los cumpleaños sólo sirvan para olvidarse, como los paraguas para perderse.
Tengo buenos recuerdos de los que hemos vivido juntos, sobretodo aquellos en casa de Bea, Esther, Silvia y Susana; con Susanita, Enrique y Jose. Entre otros.
Pero ahora me viene la primera vez que hablé con él, que no fue un 21 de octubre, sino 1 de diciembre.

Íbamos caminando hacia el estudio de pintura, después de clase de Antropología; serían las doce de mediodía y el cielo se deshacía gris. "Tengo que recoger algo, ¿te apetece venir?", me propuso.

A la altura del Vienés, le dije: "hoy es mi cumpleaños". Entonces puso la voz seria, como atragantándose: "¿Pero cómo no has dicho nada? Te hubieramos organizado algo". Agaché la cabeza un poco. Gonzalo cambió el tono: "También es el cumpleaños de Woody Allen". De alguna manera me hizo sentir importante, o alguien especial: "¿Cómo sabes eso?". Dejó un breve silencio: "Porque cumple el mismo día que mi madre".

Ya no sé si entramos en el estudio o no. Pero sí qué fuimos a recoger: Un cuadro en el que una flor se diluía en el inmenso fondo blanco.

Para ella.

Del antes de


Ayer volví a sentir, después de mucho tiempo, el tenso y prohibido placer del antes de pagar un libro. Salí a dar una vuelta por Bilbao y Clara me pidió que comprase “Alfanhuí” para un trabajo de la universidad. Sé que no debería haberlo hecho, que es un exceso para mi economía delirante y maltrecha. Pero “Alfanhuí” estaba descatalogado –ponía en el ordenador- y me encontré de frente con el segundo volumen de relatos de John Cheever. Y ya me empezaron a sudar las manos y esa taquicardia que teclea cuando hojeo el libro que todavía no es mío pero se que va a serlo en sólo un instante.
Subí al metro equivocado con Cheever en la mano y recordando lo que una vez me dijo Gonzalo (quizá la cita fuese de Vila- Matas pero yo la imagino suya), “sólo hay una cosa mejor que los libros: hablar de libros”.

Wednesday, October 18, 2006

Cyrano


Ayer,X me dejó leer un breve relato; me gustó y lo memoricé sin que se diese cuenta. Lo transcribo aquí:

"No podía dormir, así que me tendí a su lado, “a mi no me importa”, dijo. Sólo la miraba; la estaba mirando mientras ella hacía que dormía y que yo no la miraba. El rostro se elevaba sobre los pliegues de la almohada, como un eterno amanecer. Su luz lo llenaba todo, haciendo que hacía, respirando torpemente. No podía dormir y la miraba, miraba un eterno amanecer. No podía dormir y la miraba: quería acariciar el sol. No sabía que pudiese acariciar la luz. No sabía que pudiese acariciar al amanecer. Un sol haciendo que hacía y yo sólo mirando. No podía dormir, tendido a su lado, mirando el eterno amanecer haciendo que hacía. Y yo quería acariciar el sol. Sólo quería acariciar el sol, tocarlo, aun a riesgo de. Y mi mano rozó sus cabellos, rayos de un sol haciendo que hacía, eterno amanecer. No sabía que pudiese alcanzar la luz. No podía dormir. Acariciaba el sol, besé su frente. Y sólo la miraba. La estaba mirando. No podía dormir y yo miraba, miraba, miraba".

Perdóname, Cyrano.

El sol del membrillo


Eduardo Alsasua –Edu- es PINTOR. Y de él sólo cabe escribirlo con mayúsculas. Vive en la pintura y respira color, luz y composición. Nos conocimos en segundo de carrera, cuando coincidimos en una asignatura y sin embargo no cruzamos una sola palabra hasta el curso pasado. Confieso que, durante todo ese tiempo, había estado incubando celos porque –sencillamente- sus cuadros eran mejores que los míos. No podía evitar compararme con él constantemente y siempre salía perdiendo. Por eso decidí no pintar más en la facultad y probar suerte con la fotografía.
Pero no puedo huir de mi tan fácilmente y, en febrero, volví a coger los pinceles. Regresé con el retrato de mi hermano: desnudo, de espaldas, frente al espejo del lavabo.
Una mañana de primavera, Edu se acercó al cuadro, con su camiseta de algodón naranja, delantal azul marino y sonrisa de azafato amable. Como he dicho, es PINTOR -no artista o genio- y, para ser tan bueno como él, se precisa sencillez y humildad. Sólo dijo:

- Está quedando muy bien.

Me hizo tanta ilusión que no pude evitar sincerarme:

- El que va muy bien es el tuyo.

El azar hizo que nos encontrásemos en septiembre, en el Taller de Antonio López y Juan José Aquerreta. Creo que fue el último día cuando le dije medio en broma:

- Este curso me voy a poner cerca de ti, para aprender.

- No, hombre, yo aprenderé de ti también.

Ahora pintamos juntos, en un espacio de tres metros cuadrados.

Tuesday, October 17, 2006

Frikis


En la facultad de Bellas Artes, contamos con dos grupos de frikis:

- Los que hablan de Pierre Bourdieu y la muerte del arte y otras artes.

- Los que hablan del gramaje del papel y la tipología de pigmentos.

Me aburren menos los segundos.

La Confirmacion


Nadie o casi nadie me cree cuando digo que, en otra vida, fui catequista. Tampoco lo comento mucho -claro- pero a veces me apetece hablar de ello y lo suelto en cualquier tipo de conversación. Digo: "En otra vida, fui catequista". Tal vez porque todavía pienso que, en toda mi vida, no haya hecho nada más importante.

Durante tres años, Carlos y yo -él me metió en ésto-, preparamos a un grupo de catorce chicas para La Confirmación. Ahora, la mayoría, han terminado la carrera y rozan los veintidós años. Algunas trabajan en Pamplona, otras, se han ido fuera.

El último año de catequésis fue, para mí, el más intenso. A mitad de curso, Carlos se fué a Rouen, Francia, y me dejó a cargo de todo. Entonces comencé a preparar las reuniones meticulosamente. Me había influido mucho D. Eduardo - el profesor de Antropología de la facultad-, así que también utilizaba ejemplos de películas, canciones, poemas y relatos. Lo pásabamos bien y los jueves nunca faltaba nadie.

Una tarde, después de catequésis, una mujer me dijo que quería hablar conmigo. Se trataba de la madre de Maider:

- Sólo quería darte las gracias porque mi hija viene feliz a catequésis. No sabes cuanto me alegra.

Fué la única madre que conocí.

A finales de mayo se confirmaron las catorce, en la Parroquia de La Paz. Nunca me he sentido tan orgulloso.


Y fue, poco después -una mañana de septiembre-, cuando recibí aquella llamada de Carlos:

- Javi, se ha muerto Maider. Un accidente de tráfico.

Podria ser otro


Sabía que la "Breve historia de un cuadro" provocaría algún comentario mordaz, o condescendiente. Sólo quería contar una historia; que yo sea uno de los personajes es algo prescindible, circunstancial. Podría tratarse de otra persona, de hecho, ya no soy aquél. Aunque aquél se parezca a mi.

Yo sólo escribo.

Porque sólo cuando escribo, encuentro un final.

Monday, October 16, 2006

Breve historia de un cuadro

Me había propuesto no hablar más sobre chicas para evitar cualquier tipo de comentario hostil. Pero el sábado, en la comida del Taller, me senté con María y al tercer wiskhy le prometí escribir algo sobre ella. Y, aunque las promesas etílicas duran sólo hasta el penúltimo trago, ella merece casi una novela.

Nos conocimos hace diez años, a través de mi primera novia, una noche de Sanfermines. Recuerdo que habían quedado en un bar, el Javier, y por el camino Elena me dijo:

- No sé si presentarte a María. Todos acaban enamorándose de ella.

Por supuesto, le dije que no se preocupase.

Sin embargo, en ese momento, el poderoso drama ya había empezado.

Me ahorraré detalles.

Por ella entré en el Estudio de Iruña. Por ella me hice pintor.

Durante diez meses seguí con Elena, hasta que no pude más. Empecé otra historia, con otra chica, pero el azar quiso que en ella también entrase María.

El último año que estuvo en Pamplona, quedábamos todos los días en el estudio. Ella siempre llegaba tarde, sobre las siete y media y yo, mientras la esperaba, me dedicaba a pintar. Por entonces planeábamos hacer juntos Bellas Artes, en Madrid o Salamanca y luego comprar una caravana y echarnos a recorrer el mundo. Pero ella tenía un novio real y nuestro universo sólo lo sujetaban palabras.

Una de aquellas tardes de espera, pinté el cuadro más cursi que he hecho jamás: el mar, un delfín, el cielo rosa y un girasol. A María le gustaban esas cosas: los girasoles y los delfines. Cuando terminé aquel esperpento lo escondí en un rincón del estudio, bajo un montón de tableros.

Llegó julio y la prueba de acceso para entrar en Madrid. A ella la cogieron, a mi no.

Un año después le regalé el cuadro. Estábamos en el estudio, otra vez:

- Bueno, es horrible. Pero lo hice para tí.

- ¿Qué dices?

- Una de esas tardes, mientras te esperaba. Vamos, es cursi. Una mierda. Pero es tuyo.

María cogió el cuadro:

- Pues a mí me parece bonito, ¿Lo hiciste porque me querías?

- No, no, lo hice por hacer.

En ese momento, María cogió una espátula y se acercó al fregadero. Empezó a raspar el cuadro con todas sus fuerzas.

- ¡María! ¿Te has vuelto loca?, ¿Qué coño se supone que estás haciendo?

- No voy a parar hasta que me digas porqué lo pintaste.

- Joder, porque te quiero.

Truman Capote



El viernes, Iñigo me invitó a cenar en su casa para ver la película "Capote". Sentía cierta curiosidad y bastante miedo por la imagen que podría transmitirse del que hizo que yo quisiera ser escritor. No me decepcionó la película, ni tampoco la personalidad que reflejaba del escritor. En cierto modo, sentí lástima por él, por su soledad, por su inmadurez afectiva, falta de autodominio, ambiguedad emocional, alcoholismo, e inadaptación social. Me conmovió su ego de arena.
Truman Capote, como la mayoría de los genios, fue lo único que sabía hacer, en su caso, escribir.

Escribir cosas maravillosas, como el final de "Vueltas nocturnas. O experiencias sexuales de dos gemelos siameses":

"Así que ahí estaba yo, bajo la lluvia, y cuanto más fuerte caía, más pensaba en San Julián. Rogué que tuviera la suerte de abrazar a un leproso. Y entonces fue cuando empecé a creer en Dios otra vez y comprendí que Sook tenía razón, que todo emanaba de El: la luna llena y la luna nueva, la torrencial lluvia, y que sólo con pedirle que me ayudara, El lo haría.

TC:¿Y lo hizo?

"TC: Sí. Cada vez más. Pero aún no soy un santo. Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio. Claro que podría ser todas esas cosas dudosas y, no obstante, ser un santo. Pero aún no soy un santo; no, señor.

TC: Bueno, Roma no se construyó en un día. Vamos a dejarlo ya y a tratar de pegar un poco el ojo.

TC: Pero antes recemos una oración. Nuestra vieja oración. La que solíamos rezar cuando éramos muy pequeños y dormíamos en la misma cama con Sook y con Queenie, con las mantas apiladas encima de nosotros porque la casa era grande y muy fría.

TC: ¿Nuestra vieja oración? Muy bien.

TC y TC: Ahora me tumbo a dormir. Ruego al Señor mi alma guardar. Y si antes del despertar debiera morir, ruego al Señor mi alma llevar. Amén.

TC: Buenas noches.

TC: Buenas noches.

TC: Te quiero.

TC: Yo también te quiero.

TC: Más te vale. Porque si nos ponemos a profundizar, sólo nos tenemos el uno al otro. A nadie más. Hasta la tumba. Y ésa es la tragedia, ¿no?

TC: Te olvidas. También tenemos a Dios.

TC: Sí, tenemos a Dios.

TC: Zzzzzzz.

TC: Zzzzzzz.

TC y TC: Zzzzzzz."

Y nosotros tenemos a Truman Capote.

Sunday, October 15, 2006

La promesa


Ayer hizo un buen día "flash back" para pasear por los recuerdos. Ya he contado lo del concierto de Las Perras del Infierno, Onneca y todo eso. Pero es que, además, hubo comida del estudio de pintura. Allí estuvieron: Iruña, Xabi, Naroa y María (sólo faltaron Gonzalo y Raúl). Un puñado de artistas, un puñado de historias.
Conozco a todos desde hace diez años y, aunque fui el último en llegar al taller, no me costó integrarme en el grupo. Fueron años felices y aquel piso de la calle San Antón acabó convirtiéndose en un segundo hogar. Con el tiempo, fuimos dispersándonos pero todavía, después de todos estos años y a pesar de las distancias, somos grandes amigos (algún día escribiré algo sobre cada uno de ellos).
Esporádicamente organizamos alguna cena o comida: unas veces planeadas y otras, como la de ayer, absolutamente improvisadas. Siempre surrealistas.
Ayer, decía, entramos en el australiano a las dos y salimos a las ocho de la tarde. Entre los cinco bebimos dos botellas de tinto con gas y, después, cuatro copas por cabeza.

Y así, otra vez, renovamos una vieja promesa: encontrarnos en la escultura de "El beso" de Rodin, en París, el 8 de enero de 2011. Cada uno con una bufanda de siete colores.

Un final


Marta y Pablo acabaron convenciéndome para ir al concierto de Las Perras del Infierno. Una de las componentes del grupo es Onneca, a quien escribí, hace ya seis años, aquel comienzo sin final:

"Podría haber empezado así, como un cuento, esta historia:
Erase una muchacha que dejaba caer su voz y su perfume, capaz de
envolver el aire eternamente. Le sudaba la punta de la nariz,
respingona, que se frotaba a menudo con el dedo índice. Erase la reina
de las muecas y gestos, un duende con abrigo hasta los tobillos. Tez
clara, labios finos y marcadas comisuras. Erase la niña de ojos
achinados que regalaba canciones. Erase mi ángel de la guarda, tan
frágil como la rosa de Saint exúpery".

Ella también empezó a escribirme una canción que, por supuesto, tampoco supo o pudo terminar.


Ayer no la reconocí al primer golpe de vista, cuando me la presentó Amaya, su hermana. Llevaba el pelo más largo e iba disfrazada de cantante. No se me ocurrió nada que decirle y, simplemente, sonreí.

Me pasé todo el concierto –estuve en primera fila- mirándola, dibujando sus rasgos en la memoria, intentando hacerlos coincidir con los que recordaba.

Su voz, otra vez.

Después del concierto subí a saludarla, a despedirme. Pero no recuerdo qué le dije, ni qué me dijo. Le sudaba la punta de la nariz. Eso sí.

Cuánto la quise.

Palabras clave


Hablamos con Catita por videoconferencia el domingo pasado. Está tremendamente divertida.

Preguntó: ¿Dónde está Javi?

Cuando me enfocaron, sonrió pícara -poniendo ojitos- y dijo: "gambitas".

Y no quedó otro remedio que salir corriendo a por el bote de comida de Lola, mi tortuga.

Saturday, October 14, 2006

Jose


He perdido el interés por encontrar en los pasillos de la facultad a ese que dicen que es igual que yo, “pero más alto, más delgado”.

Cuando quiero verme en el espejo del tiempo, miro a Jose.

Y después rezo para que él siempre tome la decisión adecuada.

Friday, October 13, 2006

¿Has sido feliz alguna vez?


No suelo prestar atención a las conversaciones ajenas en el autobús y ésta ya no sé si la oí en sueños o fue real. Las voces (una de chico y otra de chica) procedían de los asientos de atrás. Se ve que el viaje se hacía largo, así que les dio por filosofar:

- ¿Has sido feliz alguna vez?-. La chica.

- Si. Muy feliz.

- Anda, ¿Qué dices? No te lo crees ni tú. La felicidad no existe.

- Bueno, tú has preguntado.

- Cuándo, a ver. Y no me sueltes alguna de tus patrañas.

- Fue hace más de un año, a finales de abril, en un pueblo cerca de Bilbao. Laura me invitó una noche a su casa. Pero no dormimos ninguno de los dos.

- Ah, vale, os liasteis…

- No, no. Estuvimos hablando en el cuarto de estar durante diez horas, sin parar. Ella en un sofá, yo en otro y los dos en pijama. Sólo nos levantábamos para ir a mear, o tomar café. Acabamos cogiendo un par de mantas y salimos a desayunar cereales con leche a la terraza. Queríamos ver amanecer.

- Demasiada imaginación. No conoces a ninguna Laura.

- Sí, quizá tengas razón. Pero la felicidad debe ser algo parecido.

Feldespato


La semana pasada fui a contar patos al parque de Doña Casilda. Un mal día, con la excusa de la gripe aviar, se los llevaron a todos de vacaciones, “van a un lugar mejor, muchacho, a un lugar mejor. Donde no existen el paté ni las naranjas”, me dijeron. Algunos han vuelto con mejor aspecto, más morenos y menos estresados, otros -me temo-, acabaron en un restaurante chino.
En estas, vi a un señor en un banco leyendo a Faulkner. Me quedé allí, de pie, observándole. Al cruzarse delante suya dos ecuatorianas con sus sillas de niños (curiosamente en cada una había gemelos), el hombre levantó la vista del libro. Reconocí aquel rostro, que no había visto nunca, inmediatamente; se trataba -sin duda- del mismísimo Amancio Ortega, propietario de Zara. Pensé que, si era capaz de leer a Faulkner, podría resolverme una antigua duda que me carcomía: el significado de la palabra patata.
Ya iba a acercarme a él cuando alguien a mi espalda pidió la hora. Me giré: “¡Coño, Iríbar!”.
Al volverme de nuevo, el banco estaba vacío.

Thursday, October 12, 2006

En el Level


Cada cierto Tiempo, Iñigo y yo vamos a cenar al Level 10. Una de las últimas veces fue este verano. Estábamos devorando una pizza familiar "A su manera" e íbamos por la segunda botella de tinto Basiano. No sé de qué hablábamos. Podría ser de muchas cosas. Hoy, de aquella cena, me viene la imágen de Iñigo, y su voz, traduciendo una letra de Mikel Laboa:

"Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío,
no habria escapado.

Pero así,
habría dejado de ser pájaro.

Y yo...
yo lo que amaba era un pájaro".

No sé porqué.

El dia que fui Brad Pitt


Aquella tarde salí del estudio destrozado. No lo recuerdo bien, pero supongo que sería uno de esos días en los que todo lo que toco, se rompe. Así que llegué a la parada de autobús con ganas sólo de meterme en la cama.
Encendí un cigarrillo y, en ese momento, llegó una chica guapísima. Yo no llevaba las gafas pero parecía que si, que sonreía, que me estaba sonriendo. A mi.
Se detuvo a unos metros y me lanzó un gesto con la mano que interpreté como un guiño. Sonrió de nuevo. Le sonreí. Bueno, Javi –pensé- ¿a quién le importa un cuadro?

Subimos al autobús y ella tomó asiento lejos, sin dirigirme una palabra.

Será tímida, deduje.

Miré el reflejo de la ventanilla, intentando encontrar la sonrisa que le había sonreído a ella. Pero sólo vi una raya de óleo verde vejiga que me cruzaba la cara en diagonal. Desde la frente hasta la mandíbula.

Wednesday, October 11, 2006

Una vez


Esta imagen me recuerda que, una vez, estuve en el lugar adecuado.

Cineblog


La historia de ayer resultó demasiado lenta y un poco pretenciosa.

He tenido que retirarla.

Pero la fotografía me gustó.

Tuesday, October 10, 2006

Misterio


A veces llegan postales sin remitente, sello, ni dirección. Aterrizan en un caballete destartalado. Puede que se trate de un truco, pero a mi -si son suyas, además- me parece magia.

Monday, October 09, 2006

Aniversario


Pamplona y Bilbao.

Mezclo todo: profesores, amigos, asignaturas. A veces, también, pierdo la noción del tiempo y, cuando me preguntan "cuántos", digo "22".

Diez años de universitario: tanta gente, tantos nombres, tantas historias, tanto cariño; tantas promesas incumplidas.

Ayer -por eso- miré la agenda del móvil, nombre por nombre.

Ya no me acordaba de casi nadie.

Sunday, October 08, 2006

El peligro


Dijo: "Todo eso está muy bien para un personaje de novela. Pero, por favor, esto es la realidad; no trates de vivir una vida literaria".

El debate


Cinco años en la facultad de Bellas Artes me han servido para saber que uno no puede distraerse tranquilamente en clase. No importa cuál sea la asignatura, ni la hora; nada. Empiezas a hacer dibujos automáticos en los apuntes, o a contar las gotas de las goteras –lo que sea-, cuando una voz, no se sabe porqué, ni cómo, dice algo así:

- El Arte, en sí, no existe, es un mercado. No existe, no existe… es dinero, tío, dinero.

Otro:

- Hay que acabar con el jodido sistema.

El profesor:

- La pintura no es arte, es historia del Arte. Yo quemé todos mis cuadros en el 85.

La del pelo azul:

- La sociedad no está preparada para la revolución.


Y así empieza lo que se llama “el debate”.


¿Qué es Arte?


Yo, me callo y trato de pasar desapercibido desde que, en segundo, un profesor me preguntó, en frío y delante de toda la clase, qué opinaba del asunto:

- Llevo dos años en la facultad y lo único que hacemos es perder el tiempo con este tema. Preferiría aprender algo de técnica, ya que estamos en clase de escultura.

No le gustó:

- Te has equivocado de sitio, aquí no se viene a aprender técnica. Si quieres aprender técnica vete a picar piedras a una cantera en Galicia.

Se hizo el silencio más largo que recuerdo.

Y después presentó el siguiente ejercicio.

Saturday, October 07, 2006

Se busca:


Un "Deus ex Machina" para esta historia.

Demasiadas cuerdas para un violin


Tiene razón Gonzalo. Demasiadas cuerdas para un violín. Ayer lo pensé, cuando terminé de escribir-ya un poco avergonzado- la penúltima entrada de este blog.
En mi defensa alego que, desde segundo de carrera y de forma casi involuntaria, vivo entre mujeres.

¿Cuál es mi papel?

Complicado.

Supongo que el de "amigo gay".

(Ahora me llega un mensaje al móvil. De Clara: “acabo de torcerme el ligamento gordo del tobillo”).

Vaya.